Revista Cultura y Ocio

Acción ejemplar

Publicado el 29 octubre 2019 por Ispamaga @is_ma_ga

Ya llevaba parado veinte minutos. Hacía un frío terrible; se me helaban las manos y la punta de la nariz. Quedamos en vernos a las seis de la tarde, antes de que oscurezca, en la esquina de la calle que baja en pleno centro, ahora no recuerdo qué calle era. Soy de esos hombres que adoran llevar un reloj y lo llevo como una deidad. Los zapatos me apretaban y no estaba suficientemente abrigado. Me moví un poco alejándome de la calle para poder recostarme en alguna banca. Pensé: la gente hace lo que le da la gana con el tiempo; si le dices a las seis, entienden seis y media o las siete ¡ya eran las seis y cuarenta!

Soy un hombre paciente y muy tolerante; tengo algunas manías, por ejemplo, una vez estaba jugando con las aspas del ventilador y por eso me falta la punta de este dedo índice, desde ahí todos los juguetes empezaron a tener el mismo dedo índice, de la mano derecha, cortado con cuchillo.

Bueno, hacía un frío asqueroso. Siempre he sido puntual y, obviamente, eso no es motivo para que los demás lo sean, pero sí me importa. Estaba parado en esa calle, no aguantaba más. El frío entraba por todas las esquinas. Ya eran las seis y cuarenta y nueve.

Debí haberme ido, pero muchos se preguntarán por qué no lo hice. Bueno, es que soy respetuoso, eso ya lo dije; respeto el tiempo de los demás y mi tiempo. Si me dices a las seis, estoy ahí a las cinco cincuenta. Puede sonar excesivo, pero siempre cumplo con mi palabra. Lorena me había dicho que llegaba a las seis. Me dolían los pies, me ardían las mejillas y, posiblemente, si hubiese cargado mi abrigo negro de doble forro, no me habría pasado nada.

Ya me empiezo a desesperar. Las seis y cincuenta, las seis y cincuenta y seis, las siete, las siete y diez. Lorena llegó a las siete y quince con su cabello recién planchado, su sonrisa descarada. Llegó bien abrigada con guantes y gorro; lucía tranquila.

«Hola, Ernesto»

En realidad, no pude más, la empujé bajo el bus que pasaba.

Hacía mucho frío señor juez; me fui por un café.

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