Lugar: Estadio Vicente Calderón. Madrid
Fecha: 2 junio 2015
Asistencia: 50.000 personas
Precio: Desde 84 euros
Artistas Invitados: The Vintage Trouble
Músicos: Brian Johnson (voz), Angus Young (guitarra), Stevie Young (guitarra), Cliff Williams (bajo) y Chris Slade (bateria)
Antes de nada, dejemos claro que la crónica del concierto del domingo es absolutamente válida, sílaba por sílaba, coma a coma y punto por punto, para describir el segundo recital de AC/DC en Madrid dentro de su 'Rock or Bust World Tour' (PUEDES LEERLA CLICKANDO AQUÍ).
Rockea y revienta: segundo asalto
Dicho esto, algunas consideraciones, claro. Porque después de la explosión de júbilo que supuso el concierto del 31 de mayo para los 55.000 asistentes, 48 horas después se repite la historia y ahí estamos de nuevo, a 90 eurazos por cabeza, reincidiendo en la liturgia del rock para las masas. ¿Por qué repetir? ¿Por qué no? ¿Acaso hay otra opción? Es irracionalidad pura y eso es lo que lo hace trascendental.
Porque, bien, admitamos que después de darlo todo en un concierto, acudir a un segundo que sabes que va a ser exactamente igual puede hacer que pierda parte de su magia. Pero es salir del Metro de Pirámides y te conviertes en la persona más afortunada de la ciudad por estar exactamente ahí con tu entrada en el bolsillo. Porque vuelves a estar rodeado de tu gente, en el meollo de ese ambiente de honesta camaradería extrema en el que te rodean las camisetas de AC/DC y se te erizan los pelillos de todo el cuerpo.
A mi personalmente me fascina y me pone contento ver los bares llenos, los coches atronando, al personal brindando. Es todo un rito que comienza desde el momento justo en el que te enfundas tu camiseta y sales a la calle sintiéndote dichosamente especial. Y miras el reloj y el tiempo avanza desesperadamente despacito, así que ya no sabes ni qué hacer para matar el tiempo mientras, a la vez, disfrutas de esa reconocible sensación infantil de estar esperando a los Reyes Magos.
Han pasado 48 horas y estamos repitiendo los pasos, aunque puede que inevitablemente más calmados. Los riegos espirituosos en los aledaños, los teléfonos echando humo, encuentros entre la marabunta, fotos y más fotos para cuando necesitemos sentirnos así de felizmente ingenuos y despreocupados. Puede que seamos unos tarados, pero la única certeza es que necesitamos sentirnos estúpidamente confiados ante los vaivenes de esta vida cruel. Y AC/DC nos proporciona exactamente eso con toda la grandilocuencia del rock de estadio y un volumen deliciosamente atronador.
Así que ahí nos plantamos otra vez para ver a esos pedazo de teloneros que son The Vintage Trouble, con su soul rock arrollador y frenético a la par que elegante. Disfrutándolos pero sin parar de mirar el reloj mientras nos deleitamos observando el ambiente, que desde la zona delantera de pista resulta emocionante por el gigantismo de un estadio bonito que sin prisa pero sin pausa va abarrotándose. Y con el sol marchándose comienzan a relucir los miles de cuernos rojos que de alguna manera crean cierta curiosa intimidad.
Se apagan las luces del estadio, se incendia (literalmente) el escenario y comienza ese apabullante ritual que no por conocido resulta menos impactante. Esa es la magia de AC/DC en su seductor inmovilismo monolítico. Algo hay en la guitarra de Angus Young que electrocuta al personal hasta perder la cabeza, a pesar de que el repertorio sea calcado a la cita anterior.
'Rock or bust' es el ardiente pistoletazo de salida para que el serrucho de Angus y la garganta con gravilla de Brian desaten la furia de una maquinaria perfectamente ensamblada y en la que, justo por eso, no cabe mucha improvisación, mientras se suceden a volumen brutal 'Shoot to thrill', 'Hell ain't a bad place to be', 'Back in black', 'Play ball', 'Dirty deeds done dirt cheap', 'Thunderstruck' (¡goooooool en el Calderón!), High voltage, Rock n roll train, Hells bells y la reciente Baptism by fire (lo mejor de AC/DC mucho tiempo).
Nos adentramos llegados a este punto en la parte aún más festiva e inapelable del recital con 'You shook me all night long', 'Sin city', 'Shot down in flames', 'Have a drink on me' (la rareza de la gira) y la demencia sin fin propiciada por 'T.N.T.', 'Whole lotta Rosie' y 'Let there be rock' con el mágico solo de guitarra de un Angus Young por el que pasan los años pero poco.
Los bises son de una grandilocuencia tal salvaje que solo queda romperse la camisa como Camarón para poder así hiperventilar con 'Highway to hell', antes de que los cañonazos de 'For thouse about to rock (we salute you)' nos recuerden que merece la pena vivir casi solamente para poder gritar ese ¡Fire! final que se escuchó en 50 kilómetros a la redonda.
Y es que el rock es la fuente de la eterna juventud, es el santo grial al que todos podemos acceder siempre y cuando lo hagamos con honestidad y pureza total. Y así se siente Madrid en este miércoles de (otra) resaca feliz en el que todo sigue igual pero nosotros hemos cambiado porque nos sabemos poseedores de una gran verdad que nos hace ver las cosas de una forma diferente. Que nos hace darnos cuenta de que siempre hay salida. Porque en el rock confiamos, es el rock o la barbarie. Weeee saluuuuuuuute yooooouuuu!