Cuando leáis los ingredientes sabréis que he prescindido de uno de ellos, fundamental para llamar a esta salsa Mornay. Y si me apuráis faltan dos ¿Qué cuales son...? ya veo que no podéis esperar, es por lo que os digo ¡ya! lo que está faltando en esta receta: "No lleva yemas, ni nata" ¿Por qué entonces llamarla así? ...por deformación. La aprendí con ese nombre y se quedó con él. Si queréis hacer una verdadera Mornay no os olvidéis de añadir a la bechamel yema de huevo, la nata, pues bueno, se supone que contribuye a dar suavidad a la salsa, no la he puesto por no subir más calorías a esta verdura tan especial para mi, es una de mis favoritas. Os cuento.
- Acelgas limpias y cortadas 600 g. (bolsas preparadas para usar).
- Queso rallado (he puesto Parmesano, elegid el que más os guste).
- Cebolla en polvo 1 cda. sopera colmada (optativo).
- Harina de repostería 2 cdas, soperas rasas.
- Aceite 3 cdas soperas.
Ponemos agua a hervir con sal. En el momento que burbujee el agua incorporamos las acelgas, removemos y tapamos la cacerola dejando que cuezan diez-doce minutos, a fuego medio.
Hacemos una bechamel poniendo el aceite a calentar y echando la cebolla en polvo, movemos deprisa para que no se arrebate, pero que tome color, y rápidamente volcamos la harina y la leche fría. Salamos.
Agitamos con unas varillas de manera enérgica para evitar grumos, cuanto más tiempo agitemos más fina quedará la bechamel. Cocer hasta que coja una densidad media (6-8 minutos), si queréis que quede más clarita añadís un poco más de leche.
Terminadas de cocer las acelgas retiramos y dejamos escurrir bien sobre un colador.
Las disponemos en una bandeja para horno y las cubrimos con la bechamel, el queso parmesano rallado y unas nueces de mantequilla.
Gratinamos a nuestro gusto.