“Es cuando una persona tiene problemas en el corazón.”
“¿Y cuáles son los síntomas?”
“Bueno, depende; a veces puede tener dolor en el pecho, o el corazón puede ir muy rápido, o muy despacio, o a veces el ritmo varía… ¿Para qué querés saber, te pasa algo?”
“No. Es que quiero matar a mi protagonista y pensé en que le diera un ataque al corazón.”
Pasado el microsegundo en el que pensé que mi hija tenía problemas cardíacos, me di cuenta de lo poco que sabía sobre las enfermedades del corazón y le recomendé que buscara en Wikipedia; para así informarse bien y decidir qué tipo de afección quería que sufriera su pobre creación, mientras me preguntaba qué habría hecho para merecer su muerte.
Porque desde hace un par de años, Alessa escribe. Y escribe, y escribe. Lleva varios “libros” (las comillas no subestiman, es solo que ella le llama libros a historias más o menos cortas) publicados en Wattpad, una aplicación justamente para leer y escribir.
No es raro verla sumergida en su tablet o teléfono en pleno proceso creativo, y de vez en cuando haciéndome alguna pregunta: “¿cómo es que se le dice a eso que hacen para resucitar a la gente?” “¿cómo describirías este vestido, mamá?” “¿qué idioma hablan en Sudáfrica?” “Qué quiere decir CTI?”
Y si no está escribiendo, está leyendo -horas y horas de lectura- o mirando series de TV, o animes en la computadora. Es fanática de ‘Teen Wolf’, ‘Death Note’ y ‘Batman’. Le encantan las novelas llenas de licántropos, sirenas y vampiros adolescentes; shippea a Larry Stylinson (o sea, fantasea con un romance entre Louis y Harry, miembros de One Direction), está enamorada de Dylan O’Brien, y dice que no va a tener novio porque sus compañeros son muy aburridos.
“Yo quiero aventuras, mamá. Un hombre lobo o un vampiro. Que no me vengan con invitaciones al baile o a ir a la rambla; la literatura me ha arruinado,” me dice, mientras los ojos verdes, grandes como los de un insecto nocturno, le chispean en la cara, y me muestra los dientes cubiertos de brackets en una sonrisa bandida que va de oreja a oreja.
Alessa es malhumorada, graciosa y ocurrente, y la inteligencia le burbujea debajo de una muy estudiada -y conveniente- distracción. Como buena Leonina, quiere manejar la casa, y siempre se queda con la última palabra (aunque sea “sí, mamá”). Tiene la risa y el llanto fácil -lo que se hereda, no se roba- ¿y ya dije que era malhumorada? Eso tampoco lo robó, pero me supera ampliamente.
Está en esa edad en que todo es un quemo: no deja que la bese en público (pero cuando estamos solas parece un gatito mimoso) y se avergüenza si me oye gritar (o sea, siempre). Vive en su mundo; se aísla en su cuarto, escucha música demasiado fuerte, y lee hasta que amanece.
Se parece tanto a mí a esa edad que me asombra. Mi dios, ¡cómo quiero a esa niña!
EriSada