Tras muchas series y mucho tiempo gritándole a la pantalla improperios cada vez que algo ocurre, me di cuenta que dos de las frases que más utilizo son “quiero adoptarlo” o “¿me lo compras?” en referencia a algún personaje machacado por la trama y marginado por el resto de personajes. Esos personajes “lastimica”, a los que nadie comprende, y sufren bullying dramático (término que me acabo de inventar, sí), aquellos que nadie quiere pero nosotros entendemos y adoramos. Al menos yo lo hago.
Por eso esta semana protagoniza esta sección ¡¡Smelly Mellie!!
Lo mejor de Scandal en estos momentos, la primera dama ha arrancado con fuerza la cuarta temporada y ha decidido que a la mierda el protocolo, el país, su marido, Olivia Pope y las duchas. ¿Quién quiere una ducha cuando has descubierto los placeres del pollo frito?
Recapitulemos por lo que esta mujer ha pasado:Es cierto que le gusta más el poder que a un tonto un lápiz, pero para conseguirlo y para mantener a su marido donde está, Mellie ha sacrificado muchas cosas, por no decir todas. Por la política ha sacrificado su matrimonio, su privacidad, su poder de decisión en cualquier cosa relacionada con su vida, su orgullo, incluso a un hijo!
Y esto no estaría tan mal (al fin y al cabo eran sus decisiones) si no fuera porque nadie le da crédito por ella, al contrario, siendo la persona de la Casa Blanca que más sabe de política (detrás de Olivia Pope, of course) nadie le deja hacer nada a no ser que sea para acallar al bebé gigante que tiene por marido.
Mellie se ha comportado durante tres temporadas como la esposa perfecta, tanto delante como detrás de las cámaras; delante poniendo buena cara y detrás intentando que Fitz de un berrinche no lo echara todo a perder. Ha llegado hasta el punto de llamar a su amante para que se revuelque un rato con él, para que el señorito no encharque en lágrimas el país.
Mellie es la mala, siempre será la mala, porque así lo quiere Shonda y así lo quiere la Casa Blanca. Incluso cuando decidió contarle al mundo que su marido era un adúltero empedernido, aún no sé cómo la culpa y las consecuencias recayeron en Mellie, que tuvo que salir con su mejor sonrisa a apoyar y justificar a su marido.
Además de ser violada por su suegro y pasar media vida sin saber quién es el padre de su hijo, cuando tras muchos años de adulterio consentido ella decide que también tiene cuerpo y que quiere estar con Andrew, el Señor Presidente del Free World (por si no lo habíais escuchado nunca) decide que eso no se puede consentir, ¿su mujer con otro? ¡locura gitana!
Pero a Mellie se le ha muerto un hijo, y por mucho que Shonda nos quisiera hacer creer que no los quería eso no se supera. Mellie se ha dado cuenta de todo lo que ha sacrificado, de todo lo que ha hecho para llegar hasta ahí, y de pronto no le ha merecido la pena, no ha visto el sentido a seguir vestida de primera dama y a seguir el protocolo solo porque cuatro trajeados se lo dicen. Quiere llorar a su hijo, quiere revolcarse en el dolor -y la tumba- y lo hace de la mejor manera que podría, convirtiéndose en Smelly Mellie, quitándose los filtros que la han atado durante muchos años y regalándonos frases y momentos imperdibles durante estos episodios.
Pero sin duda el momento más “pobrecilla, quiero adoptarla” fue aquél en el que descubre a Fitz besando a Olivia en un ascensor, le pide perdón por el comportamiento de su marido y le ruega que no abandone la campaña. ¡Claro que sí! Eso es Shonda tocando las narices en estado puro. Si después de esto no entendéis mi point, me doy por vencida