Mi hija va a cumplir 13 años en apenas un mes. Mi hermana, mis amigas, muchas de mis alumnas, rondan mi edad pero tienen hijos pequeños, están embarazadas o acaban de parir. Me hablan con felicidad y ternura de sus niños y resulta que me siento identificada con ellas, yo siento lo mismo por mi hija.
Por suerte y hasta ahora, he disfrutado de cada momento vital de Ana. No echo en falta otras épocas, aunque las recuerdo con amor. La adolescencia asusta especialmente, pero tras el brusco cambio con el que te encuentras un día en que tu hija te da una contestación seca o te habla con monosílabos sin mirarte a la cara, comienza la adaptación. Porque somos los padres los que nos adaptamos a los hijos.
La rebeldía, el cuestionarse todo y la independencia personal de los padres son necesarios. No quiero una marioneta, quiero una hija con personalidad, opiniones y sentimientos propios. Seguimos educándole para que sea una buena persona, tenga curiosidad y respete y valore las cosas. Pero las decisiones han de ser suyas.
En cuanto a las hormonas, ¡ay!: cambios de humor, cabezonería, pasividad, inseguridades,... Hay que tener paciencia y tratar de ponerlo en perspectiva, aunque a veces es difícil y otras querrías quitarle el mal trago que está pasando y que recuerdas tan bien, porque tu adolescencia fue como la de ella y sabes lo que se sufre.
Y lo mejor, disfrutar de conversaciones interesantes, de su madurez y las nuevas cosas que le permite hacer, de compartir nuevas preocupaciones e intereses (en mi caso como es chica mucho más) y de las primeras veces que adopta la postura de protegerte y cuidarte. ¡Muy emocionante!
Este anuncio de Dove me ayudó a comprender que estas cosas son ley de vida. Por esto hemos pasado todos y no es justo pedirle que ella sea diferente. Por eso cada día le quiero más.