16 de Abril del 2013 | etiquetas: Atlántida Film Fest, Festivales 2013, Manel Carrasco
TwittearDemonios. Espera un momento. ¿Tercera semana de abril? ¿Pretendes decirme que ya estamos en este punto? Parece que fue ayer cuando éramos jóvenes y felices, y de repente nos hemos plantado en los últimos días del Atlántida Film Fest. Repámpanos, habrá que ponerse al tajo si queremos ver todo lo que hay que ver. Porque hay que ver. Hay mucho que ver. Y ya no sirve aquello de que “esta noche mejor no, que me duele la cabeza”, ni el sempiterno “es que hay partido de futbol con los amigotes y voy a volver tarde”. Y lo que desde luego no viene a cuento es eso de “es que con la crisis no tengo ganas de nada”. Porque crisis, lo que se conoce como crisis, declive, fractura traumática, fin de ciclo, acabose total… todo hijo de vecino ha conocido una.
Los atlantes, sin ir más lejos, parece ser que se levantaron un día con ganas de adecentar los parterres del jardín de su segunda residencia, y en lugar de parterres (y de jardín, y de segunda residencia) se encontraron un mar de fuego y lava en un infierno de no te menees. Y por si fuera poco, ellos no tenían cine. Cuando se despertaron, ni Manoel de Oliveira estaba ahí.
Nosotros tenemos la cultura como instrumento de catarsis y de reflexión. Cada época tiene una producción que la define, la complementa o busca cómo paliarla. El Atlántida Film Fest nos ofrece hasta 35 títulos en los que encontramos de todo, pero siempre con un pie sobre el inconsciente colectivo que nos ha tocado vivir. Podemos estar de acuerdo en que algunos títulos están muy claros y otros parecen cogidos con pinzas, pero todos respiran del mismo aire, han sido creados en la misma coyuntura por un conjunto de cineastas que se amoldan a los mimbres de la sociedad como buenamente pueden. Hay para todos los públicos y todos los estados de ánimo. Y, de hecho, podemos trazar una suerte de caída y auge de nuestra sociedad renqueante en siete pasos, uno para cada día de la semana de festival que nos queda. Allá vamos.
Martes 16 de abril: Mal rollo
Algo no va como debería. Neurosis apocalíptica. Profecías a granel. Las bolsas se hunden. El papa dimite. La industria cultural toca fondo (esperemos que esto sea el fondo). Y parece como si la fiesta no hubiera hecho más que empezar. En fin, no nos preocupemos: We shall over come (someday). De peores hemos salido. Y mientras esperamos que el pedrizo amaine y que salga el sol, el cine nos proporciona ejemplos de qué, quién, cómo, cuándo, por qué y con qué consecuencias la crisis ha pasado de un plano económico a uno de anímico, interiorizado, anclado en nuestro hipotálamo como si formara parte de la naturaleza más atávica de la sociedad occidental. Como si siempre hubiera estado allí. Es un estado de ánimo impreciso y etéreo, pero que cala hasta los huesos.
De esa presencia lenta y silenciosa, que se adueña de ti y no te suelta, habla uno de los títulos más impresionantes que llegaremos a ver este año. Avalada por el circuito de festivales, jaleada en Sitges, Berberian Sound Studio (2012) acumula tantos elementos del giallo como de la distorsión alucinada de la realidad que plantea David Lynch. Un estudio de grabación setentero, un triste personaje deslocalizado, una película de terror que sólo llegamos a intuir, y ya la tenemos armada. Si el sonido puede ser un perfecto catalizador de emociones, Peter Strickland demuestra hasta qué punto se puede hilar fino en la generación de ambientes tan inquietantes que precipiten a la paranoia.También encontramos elementos de extrañeza en los frondosos parajes que enmarcan el debut de la argentina Jazmín López. Leones (2012) es una película que invita al espectador a construir lo que no se cuenta, a descubrir al monstruo que late dentro de un grupo de jóvenes que dicen ser amigos, que buscan una cabaña, pero cuyas intenciones son todo menos claras. A medida que avanza la historia y los límites de la convención se diluyen, nos damos cuenta de que aquí pasa algo que no es normal.
Algo parecido ocurre en la nueva película de Carlos Reygadas, uno de los cineastas más relevantes del panorama actual. Post Tenebras Lux (2012) sería una película de terror si no llevara la rúbrica de su director, parecería un drama intimista al uso si no fuera por la carga de mal rollo que arrastra. Incluso podría parecer una crónica de la colisión de dos mundos, de dos sociedades que no logran convivir en un pequeño reducto mejicano, pero ante todo el film de Reygadas es un complejo viaje a la cara oculta de su universo particular. Personal y polémica como pocas, capaz de arrancar aplausos y abucheos, así como el premio al mejor director en el Festival de Cannes. Casi nada.
Claro que para estímulos desasosegantes y polémicos tenemos The Sinkholes (2012), donde un Mathieu Amalric ausente explora unas misteriosas cuevas mientras su esposa desciende a las simas de su angustia particular, que tiene una correspondencia física igual de inquietante. A veces, en cambio, el monstruo es más cotidiano. Requiere de una historia de amor sin futuro, de un joven capaz de tensar la cuerda hasta quebrarla, y de un adulto que lucha contra pulsiones muy recónditas. Ausente (2011) nos arrastra a una forma de abuso ambigua y enrevesada, tan peligrosa y terrible como el monstruo que amenaza con despertar. Cine capaz de empujarnos contra nuestras propias cuerdas.
Miércoles 17 de abril: Bendita juventud
Dicen de ellos que son el futuro, pero uno diría que les han quemado todo el terreno bajo los pies. Se quejan de que no tienen referentes, pero la generación que les precede no hace méritos para ser un modelo de nada. Aseguran que piensan mucho en ellos, pero no parece que cuenten más allá de la mano de obra barata y el target publicitario. Eso sí, qué jaleo montan en vacaciones, los condenados. La juventud está perdida, sin referentes, alienada, cansada y desmotivada… pero sigue ahí, reivindicando su dignidad y reclamando el futuro que les han hurtado; o simplemente harta de todo, apática y nihilista. A menudo se habla más del presente colectivo que del futuro que les va a tocar. Son los principales damnificados de la situación de crisis.
Victor y Rainer encarnan el malestar de la juventud. Apáticos, cansados de todo en una época que se define por la efervescencia, concentran sus esfuerzos en exprimir de drogas, sexo y música la noche de París. L’âge Atomique (2012) supone el debut en el cine de Helena Klotz, la hija del director de (por ejemplo) La cuestión humana (2007). A juzgar por el resultado, salta a la vista que comparte algo más que el apellido de su señor padre. Y ya que hablamos de vástagos y de genes, los de Kirsten Sheridan también honran a su progenitor. La hija de Jim Sheridan firma un diagnóstico poco halagüeño del estado de la juventud en Dollhouse (2012), con cinco adolescentes enarbolando la bandera del hedonismo desesperado en una huida inútil hacia adelante. Los chicos de The We and the I (2012) también tienen motivos para el desencanto, pero sus inquietudes están más ancladas al suelo que pisan. Concretamente, a las aceras de una gran ciudad norteamericana, al pegajoso tapizado de un autobús urbano el último día de clase. El vehículo se convierte en una bomba de adolescencia cruel, hormonada, disparatada y, en ocasiones, angustiosa. Michel Gondry planta todos los elementos del relato, y el autobús se echa a rodar.
Tras la actitud de los adolescentes de Klotz, Sheridan y Gondry yace una emoción tan inherente a su momento vital como es el miedo. A veces, se vuelve pánico, desnudo y sordo, como le ocurre a la joven protagonista de Después de Lucía (2012), acosada por el bulliying, testigo exhausto de un entorno que se derrumba y de un hogar que no le sirve de cobijo. Dura, inclemente, pero también delicada y veraz, la propuesta de Michel Franco revela más flecos de la adolescencia que nos toca vivir de lo que logran muchos tratados sobre el tema. En la misma baraja que el film de Franco, pero bajo la estola de una comedia amarga, Nadia de Santiago encarna enAli (2012) a una joven reacia a asumir los riesgos más esenciales. Principalmente, el que trae consigo la posibilidad de enamorarse. Su coraza es un mundo en sí, una tierra de nadie que la aísla de toda posibilidad de salir herida, pero también de acceder a algún que otro país de las maravillas.
Y el que vive en un mundo de Nunca Jamás es el protagonista de Truth about men (2010), que diagnostica la flojera que nos acompaña cuando, en plena posesión de nuestras facultades, nos damos cuenta de que estamos cerrando una etapa y toca crecer. Ya no somos adolescentes, ni se nos perdonan antiguos tics de épocas más o menos superadas, es la hora de fijarnos en el recuerdo de nuestros padres cuando éramos pequeños y entender que es nuestro turno. Asusta, porque nos sentimos adolescentes impelidos a dar forma a la siguiente generación. Eso le ocurre a Mads Christiansen, un guionista en plena espantada ante el lógico ultimátum de su novia que obedece a la llamada de la especie. Una comedia sobre el miedo del adolescente que aún somos, del adulto que no sabemos si llegaremos a ser, y que quizá no queramos ni oír hablar.
Jueves 18 de abril: El declive del estado del bienestar
Y es en ese momento, cuando el malestar deviene hilo musical de nuestro día a día, cuando los jóvenes que deberían empujar a sus mayores tiran la toalla exasperados, es entonces cuando todo se empieza a torcer. Encontramos síntomas del declive en los pequeños escenarios y en los grandes relatos, en la fatiga evidente del camarero (un café con leche y un croissant, por enésima vez) y en la corrupción de un sistema que no logra ampararnos. Vamos mal, muy mal, y toca buscar remedios. Luego hablaremos de recetas, de momento centrémonos en los síntomas.
Puede que el apocalipsis empiece y acabe con nosotros, en una urbanización de clase media desnaturalizada, presa de su propia alucinación. Un ambiente paranoico, tenso como un alambre, que es el vivero perfecto para que una empresa de seguridad como la de Sonidos del Barrio (2012) despliegue una radiografía de la sociedad brasileña, cada vez más rica, más aposentada en el bienestar, más escalofriante en su muestrario de neuras, de falsedades, de dobles raseros y de vicios fácilmente reconocibles. En el reverso de la moneda, la historia de un joven colombiano desclasado que busca a su hermano sirve a La Playa DC (2012) para tomar el pulso a una urbe herida, a una ciudad colosal con pies de barro donde la vida vale bien poco pero cuyas miserias tampoco distan tanto de las que muestra Sonidos del Barrio. Si acaso, hay más hambre. Tampoco son tan diferentes de las historias de vida delos protagonistas de la contundente The House I live in (2012), un soberbio documental con el que el veterano cineasta Eugene Jarecki viaja a las tripas del sistema judicial norteamericano y a su batalla contra el tráfico de drogas.
Los usos y abusos de una guerra sucia capaz de condenar a veinte años a un pobre infeliz, en una maniobra legal que raya con el racismo, mientras expertos y profesionales se echan las manos a la cabeza al ver de qué modo tanto se ha hecho tan mal durante tanto tiempo. La presencia del gran David Simon rubrica el paralelismo (cuantitativo y cualitativo) con The Wire y su dibujo desesperanzado de un problema del que el poder no parece tener un interés sincero en que se solucione. Pero no sólo las parias de la tierra están en la diana de la crisis actual. Cualquiera que necesite vivir de su trabajo es un damnificado potencial y más o menos colateral de la situación que vivimos. Por ello, a nadie debe extrañar la proliferación de estados de estrés en un ambiente laboral cada vez más inestable y enrarecido.
Pocos casos hay tan extremos como el que presenta Compliance (2012), donde la sempiterna consigna que anuncia “basado en un caso real” se convierte en un valor añadido para una historia que se intrinca a medida que corren los minutos en un claustrofóbico puesto de comida rápida. Uno de los grandes títulos del cine indie más actual que traza una quebradiza línea de protección entre una situación relativamente común (incluso anodina) y los márgenes de un equilibrio mental puesto brutalmente a prueba. Da miedo. Casi es preferible la premisa dePerfect Sense (2011), aunque sólo sea porque sus protagonistas buscan espacios para las relaciones afectivas en medio de una inquietante pandemia. Cuando la humanidad empieza a perder los sentidos, en una suerte de implacable enfermedad degenerativa, una epidemióloga y un cocinero buscan un asidero que palie su dolencia a través del más abstracto y poderoso de los sentidos: el amor. Ya volveremos sobre este tema.
Viernes 19 de abril: Recetas contra la crisis (las malas)
Toca buscarse la vida. Aquí el que no llora no mama. Peor aún, aquí el que no es capaz de pisar a su vecino y amigo, no rasca nada. Si el bosque se llena de lobos hay que mudar de piel, olvidar la catequesis y morder al que se te acerque. Al final, en un ejercicio de teoría darwinista leída en un bote de champú, el más fuerte sobrevive, y el resto se chincha. Lo de la cooperación y la solidaridad queda muy bien en las películas, pero es poco práctico cuando en la cola del INEM tienes a cuatro millones y medio de personas delante de ti. ¿Y en las películas realmente luce tan bien lo del buen samaritano? Según y cómo. Lo que está claro es que hay una vía para salir de la crisis que, como poco, es una muy mala idea.
Es mejor pisar a que te pisen. Antes un yuppie a la vieja usanza con la cara de RyanGosling que el portero de un edificio de la calle Recoletos. O quizá no. EnTodas las cosas buenas (2010), Gosling encarna a una figura real: la de un joven ejecutivo de la América de Reagan presuntamente implicado en la desaparición de su esposa. Un caso por resolver al que este thriller de Andrew Jarecki aporta la luz de nuevas pruebas y un reparto con nombres de empaque. En la misma línea, Recoletos arriba y abajo (2012) viste de clase alta y barrio de postín las tribulaciones de su protagonista. Mediana edad, clase alta, vida agradable, todo sacudido y saqueado con la llegada del portero de su edificio, alguien capaz de poner del revés todo su mundo y dar testimonio de que la podredumbre no distingue de ambientes exquisitos. Otra que trabaja sobre la misma premisa es la polémicaCall Girl (2012).Ciento cuarenta contundentes minutos de una ópera prima de las que quitan el hipo y sacan los colores a la sociedad más biempensante. En este caso, la sueca, a través de una adolescente que cae en las redes de una trama de prostitución que llega a las más altas esferas. El film levanta ampollas, las suficientes para ganarse un pleito por sugerir que hasta Olof Palme disfrutó de los servicios de la trata de blancas. No se la pierdan.
Claro que a veces la corrupción y el latrocinio no son tan glamurosos, sino más bien el último asidero disponible para una banda de pobres diablos. En A Somewhat Gentle Man (2010) StellanSkarsgard es un ex convicto que ha perdido su vida, parte de su juventud, a su familia… y cada vez más pelo. Pero todo puede empeorar en esta vida, especialmente si se mezclan en tu reinserción social tus antiguos compañeros de parranda. La cosa puede acabar fatal, pero al menos te sirve para una comedia de humor bien negro. En cambio, los jóvenes de Brotherhood (2009) no pueden ni reírse. Ellos son los representantes de una de las sintomatologías más preocupantes de la crisis, la de los que no tienen nada que perder y se alistan en movimientos de dudosa índole que les prometen lo que necesite ser prometido, y más. Pero en el caso de Lars, unirse a un grupo de neonazis le permite conocer y enamorarse de Jimmy, en un arriesgado giro de los acontecimientos que los puede enemistar de la peor manera posible con un entorno gregario y alimentado por el odio. Y de los cachorros a sus progenitores, de esos polvos estos lodos, el protagonista de Carne de Perro (2011) huye de un pasado tenebroso de salas de tortura mientras intenta construirse una identidad que lo incomode menos, cercano ya el otoño de su vida.
Sábado 20 de abril: Recetas contra la crisis (las buenas)
Hay que derrotar a la reacción. Poner buena cara al mal tiempo. Hacer de la necesidad virtud. Lo que sea, pero no dejarse amilanar, ni abandonarse a un fato implacable. Ya sabemos que la cosa está mal, y también hemos visto cómo no hay que hacer las cosas. Pues bien, hay muchas maneras de encarar la crisis de manera constructiva, aunque sólo sea para demostrar que la imaginación es un recurso a prueba de recortes, o que la solidaridad bien entendida aún es un valor en alza. Una voz personal, imaginativa, capaz de crear un nuevo paradigma que nos saque de la situación en la que estamos por medios aún no sobreexplotados.
Cuatro cuartos y una buena idea. Ya está. Con eso basta y sobra para irrumpir por todo lo alto en el panorama cinematográfico. Carlo Padial y Los Pioneros del siglo XXI presentan el documental del año. Dídac Alcaraz se aplica a una metódica investigación sobre el paso de los estudiantes extranjeros que están de Erasmus en Barcelona. De ahí al cielo, un paso. Descacharrante y tierna como pocas, Mi Loco Erasmus (2012) lo tiene casi todo: humor, drama, garra, camisetas y a la abuela de Alcaraz. Y todo ello al margen de una industria que se cae a pedazos, como alternativa de futuro.
¿Qué más queremos? Pues a Shakespeare, por ejemplo. Y con el bardo nos hemos topado:concretamente, con una representación de Otelo orquestada por un director más taimado que el propio Yago de la obra. Hammudi Al-Rahmoun dibuja en Otelo (2012) un retrato inmisericorde del oficio de la creación y la representación escénica, donde Maquiavelo campa a sus anchas y todo medio parece justificarse por un fin común. El problema es que los límites de la realidad se desdibujan hasta extremos que no permiten vuelta atrás. Algo parecido ocurre con las imágenes de la memoria y del recuerdo que atesora Rubén, el protagonista del documental Your lost memories (2012). A través de su proyecto, consistente en rescatar viejas películas en 8 mm.y devolverlas a sus propietarios, Rubén teje un mapa de la memoria común que se va fundiendo de manera progresiva y peligrosa con su propia galería de recuerdos personales.
Si los creadores actúan contra lo que está ocurriendo, ¿qué hace la sociedad en general? Porque la cultura no es el terreno exclusivo de la crisis, eso es evidente. Por eso la gente sale a la calle y acampa en las plazas el 15-M del 2011, detonando un movimiento que se extiende por toda Europa y cruza el Atlántico. Pero han pasado dos años y ¿qué queda de ese impulso? Falsos horizontes (2012) busca a los protagonistas de ese día y de los siguientes para rastrear el eco del primer estallido de protesta, el más espontáneo y el menos organizado. El resultado, preguntas y respuestas de un movimiento cuyo alcance aún está por definir, pero que es inalienable del momento en el que nos encontramos. También lo son las pequeñas historias de superación, las heroicidades de estar por casa que funcionan como termómetro de la dignidad del conjunto de la sociedad en la que vivimos. Los increíbles (2012) documenta el día a día de tres de estos héroes, confrontados a los grandes males de la humanidad con el coraje de los que las han visto venir de todos los colores y siguen ahí, batallando. No llevan trajes de licra ni les ha picado un zahorí radiactivo, pero no les falta ni fuerza, ni arrestos.
Domingo 21 de abril: ¿Crisis? ¿Qué crisis?
Del griego κρίσις, la palabra “crisis” significa (según la Real Academia de la Lengua) “escasez, carestía” y “situación dificultosa o complicada”. Eso, y cinco significados más, poco agradables en general. Un vocablo griego que ha sacudido con fuerza la tierra que le sirvió de cuna, que se ha cebado en las raíces de Europa con tal saña que uno podría pensar que toda la crisis es un montaje para desmantelar las estructuras del viejo continente atacando, de entrada, su centro histórico. Pues bien, al cuerno, no lo van a lograr. Un signo de esperanza: en Grecia se hace buen cine, por su cuenta o en simbiosis con el continente.
¿Por su cuenta? Boy eating the bird’s food (2012) cuenta el proceso de aislamiento (físico y mental) al que se somete un joven contratenor que se ha quedado sin empleo. El lento deslizar hacia la locura del personaje lo conduce a estados de euforia y de agresividad bruscos y deslavazados, propios de una situación en franco deterioro. Podemos encontrar paralelismos con lo que ocurre en el país heleno, con el brote psicótico común al que nos precipita la situación de alienación creciente que se deriva de la crisis.
¿En simbiosis con el continente? Dos (2012) cuenta dos historias de (des)amor ubicadas en Barcelona. Los personajes entretejen sus vidas, se (des)encuentran en espacios de tiempo fragmentado y discontinuo. Las relaciones sentimentales, la construcción de una identidad de pareja y la necesidad de reafirmar la individual en un entorno urbano que tiende puentes entre los dos extremos del continente europeo, ahora que son más necesarios que nunca.
Lunes 22 de abril: All we need is love
Remate final. Despedida de traca. Estamos en el último día del festival y hay que irse a lo grande, haciendo mucho ruido y con una buena sonrisa. Hemos hecho todo el proceso: de la inquietud inicial que se nos pega al paladar al desencanto de la juventud; del deterioro (moral y físico) de nuestro sistema de vida a las malas soluciones y sobre todo a las buenas. Hasta de Grecia hemos hablado. ¿Qué queda por explorar? La última línea de defensa, frágil y almibarada, incierta y buenista, pero que nos brinda una bocanada de aire cuando más faltahace: la posibilidad de sentirnos menos solos. Y ¿por qué no lo llamamos por su nombre? Porque eso del amor (pasional, filial, fraternal) está muy manido, básicamente, aunque al cabo vendría a ser lo mismo. Si tu realidad se va al cuerno, al menos que te pille con alguien al lado que valga la pena. Y a poder ser, con una buena película, un cuenco de comida y una manta.
Empezamos con un nombre de altura y con un triángulo: Abbas Kiarostamiviaja a Tokio para presentarnos enLike Someone in love (2012) a una joven prostituta entre dos hombres: su proyecto de novio (por llamarlo de algún modo) y un anciano profesor que no se resiste a los placeres físicos y afectivos que conlleva una relación pese a su avanzada edad. Entre la joven y el anciano se forja una relación de afectos y silencios narrada con la delicadeza habitual del cineasta, que se atreve a tomar el pulso a la gran urbe nipona con el mismo gusto por el detalle con el que hilvana las vidas de sus protagonistas.
También hay delicadeza, por muy gamberra e inclasificable que sea, en la nueva propuesta de Quentin Dupieux. Tras el aldabonazo que supuso Rubber (2010), el inclasificable cineasta francés vuelve a la carga con la historia de un cuarentón que una mañana descubre horrorizado que su perro ha desaparecido. Si para el común de los mortales ya sería un auténtico drama, para nuestro hombre la tragedia es mayúscula: Paul (el perro) es el gran amor de su vida, y su propietario hará lo que haga falta para recuperarlo, cambiando de paso la vida de todos aquellos que encuentre. Wrong (2012) es una nueva carga de profundidad a las convenciones del cine tradicional, pero también una muestra de que el amor mueve montañas… o algo parecido.
Más descarnado resulta, en cambio, el drama de dos treintañeros enamorados en Keep The Lights On (2012). El amor, ya se sabe, es una cosa complicada y cambiante, difícil de aprehender. Narrada sin concesiones ni alharacas, seca y contundente, la película de Ira Sachs retrata con pulso de entomólogo los vaivenes de una relación complicada (como todas) que debe lidiar con los problemas de las partes (insistimos, como todas) y cuyo destino, prolongado en el tiempo, es cuanto menos incierto (y una vez más, como todas). Vale la pena echarle un vistazo, no importa de dónde vengamos, porque pocas veces este año veremos una relación sentimental tan bien plasmada en pantalla, tan complicada, tan necesaria.
A veces, el amor es algo más que miradas de caramelo, risitas tontas de “cuelga-tú-no-tú-primero” y platos que vuelan en ambas direcciones cuando descubrimos exactamente cómo es el otro. En ocasiones también hay pistolas, robos, y otras maneras de matar el tiempo. Es el caso de la pareja de Crawl (2012), que vive entre la calma del mar (el escenario natural de ella) y los estallidos de adrenalina connaturales a una situación de robo (el escenario de él). Un frágil equilibrio condenado a romperse cuando las vidas de ambos sufren sendos giros que deben afrontar juntos y por separado. Más seguros de sí mismos parecen los protagonistas de Stealing Summers (2011), un triángulo amoroso de norteamericanos afincados en Buenos Aires que deciden saquear a un empresario argentino durante un partido de fútbol. Podría sonar a La carnaza (1995) de Bertrand Tavernier, o a Éxtasis (1996) de Mariano Barroso, pero en manos del español David Martín Porras se convierte en un debut contundente, en una historia condenada a complicarse y arrojar a sus protagonistas a un punto de no retorno.
Y para acabar, ahora sí, el triunfo del amor. Y no uno cualquiera. Hay relaciones que toca sudarlas, que se mueven por impulsos que nos singularizan y deberían ayudarnos a ser felices. Pero el siglo XX ha sido poco clemente con los homosexuales, como tampoco lo fueron épocas pretéritas. De ello (de ellos) habla el maravilloso documental Los Invisibles (2012), de un grupo de hombres y mujeres que decidieron reivindicar su sexualidad de la mejor manera imaginable: viviéndola abiertamente en una época en la que estaba mal vista. Un puñado de valientes, enfrentados a todo un sistema de valores cerrado y pacato, que tuvieron que aguantar de todo para encontrarse, al final del camino, con la satisfacción de haberse atrevido a vivir conformes a lo que sentían. Y se nota, por el sosiego, por la falta de afectación con la que desgranan sus vivencias en un documental sin concesiones a la galería, desnudo de efectismos de todo tipo. Ellos sí afrontaron una crisis que parecía no acabar, y que atacaba lo más íntimo de todos y cada uno de ellos. Y la superaron con penas y trabajos, pero con la cabeza bien alta. Feliz semana de festival a todos.