Kirsten Sheridan define Dollhouse como la caída libre de una montaña rusa. Un recorrido por los excesos y la progresiva pérdida de identidad de una adolescencia ahogada por el mar tecnológico que nos rodea. Desafectivos, violentos y sin un rumbo fijo, lo único que temen es la muerte (y a un corazón roto). A pesar de este miedo, a los protagonistas de esta película no les importa caminar por el borde del acantilado de la vida, quizá porque es la única manera que encuentran de sentir alguna emoción verdadera. La diversión que buscan es una diversión vacía, que tienen que llenar con todo tipo de drogas que lo único que les ofrecen es una una falsa felicidad momentánea. Como dicen los personajes, ¿por qué no podemos sentarnos y tan solo hablar?
¿De qué va?
¿Qué pasaría si Daniel Brühl y sus Edukadores se hubiesen tomado un par de vodkas de más? ¿Y si tras sus acciones no se escondiese ninguna voluntad de denuncia sino sólo de placer? La respuesta se encuentra en esta Casa de Muñecas rota en mil pedazos por cinco adolescentes que no tienen nada que perder pues nada nunca han ganado. Se cuelan en una lujosa casa con una única intención en mente: divertirse. Dejando una oleada de destrucción, tanto física como corporal, al final de la noche descubrirán que uno de ellos guarda un secreto.
¿Quién está detrás?
Kirsten Sheridan estrena su tercera película en España avalada con una mención especial en la sección Panorama de la Berlinale. La hija de Jim Sheridan (“En el nombre del padre”) vuelve a demostrar que lo suyo es más que un apellido y que se ha ganado su hueco en el séptimo arte.
¿Quién sale?
Al igual que “The We and The I”, “Dollhouse” parte de un elenco puramente amateur para conseguir transmitir esa sensación de autenticidad adolescente. Según la propia directora, la improvisación impera en la gran mayoría del metraje, ayudando así al espectador a creerse a los personajes y entrar en el juego. Una de la actrices a destacar es Seána Kerslake, nominada a mejor actriz en los Irish Films Awards. Su apariencia frágil hace que nos recuerde a Cassie, de la primera temporada de Skins, incluso se podría decir que sus personajes guardan más que similitudes físicas. La otra futura estrella es Jack Reynor, quien debuta en el cine con "Dollhouse" previo paso a hacerlo en Hollywood protagonizando "Transformers 4".
¿Qué es?
Podría ser un Skins irlandés llevado al cine o "Los Edukadores", nunca mejor dicho, pasados de la raya.
¿Qué ofrece?
Un fiel retrato de un segmento de jóvenes que se encuentran perdidos sin ni tan siquiera saberlo. Tan solo en los momentos de sinceridad etílica son capaces de reconocerlo y asustarse. Dollhouse ofrece todo un torrente de emociones: mezcladas, revueltas, confusas, como la adolescencia misma, y como los propios personajes, que vagan en un mundo donde su realidad está continuamente alterada. Esta sensación viene reforzada con un potente apartado visual que mezcla momentos esquizofrénicos con momentos más pausados ofreciendo cierto equilibrio dentro del descontrol que se plantea.
Pero a pesar de la deriva en la que viven y ese entorno destructivo, el mensaje de la película está lleno de optimismo. Siempre hay un amanecer al final de la noche, y los “errores” adolescentes pueden ser perdonados, porque no son más que eso, errores dentro del mar de posibilidades que conforma esta etapa, donde todos y cada uno de ellos tiene aún toda la vida por delante.
Para acabar os recomendamos que no os perdáis la banda sonora, que incluye canciones del grupo de música de otro de los protagonistas del Atlántida, Ryan Gosling.