21 de Abril del 2013 | etiquetas: Atlántida Film Fest
TwittearSignifica el inmejorable colofón final para el mayor festival online, así como para toda la comunidad cinéfila española. "Los Ilusos" de Jonás Trueba clausuran el Atlántida Film Fest con un sentido canto a la creación ¿y muerte? del séptimo arte. A mala crisis, buen cine.
¿De qué va?
"Los Ilusos" es una película sobre el deseo de hacer cine, o sobre lo que hacen algunos cineastas cuando no hacen cine; sobre perder el tiempo y el tiempo perdido; sobre conversaciones, borracheras, comidas y rutinas; sobre los paseos al salir del cine; sobre estar enamorado; sobre estar solo y estar con amigos, construyendo futuros recuerdos para una película futura.
¿Quién está detrás?
Jonás Trueba se autorretrata en los tiempos muertos "entre película y película".
¿Quién sale?
Un Francisco Carril cuyo alter ego bien podría ser Antoine Doinel, o más bien, el propio Jonás Trueba. Entre los ilusos que lo acompañan, ni más ni menos que la bella emergente, Aura Garrido y sus amigos, Vito Sanz, Mikele Urroz, Isabelle Stoffel y Luis Miguel Madrid.
¿Qué es?
Una obra extraordinariamente cinéfila que bebe de la nouvelle vague para hablar sobre la ilusión de "Vivir Rodando" y tener "La Vida Útil" hasta llegar a "La Última Película" sin salirse del "Mapa".
¿Qué ofrece?
El diario filmíco de un estimulante pasatiempo, el de unos 'ilusos' que tienen la reveladora ocurrencia de rodar aquello que no pueden rodar. Que responden con un cine sensible y sincero ante la (supuesta) imposibilidad de rodar cualquier tipo de cine. Que no necesitan de mover masas, ni tirar de cartera, para luchar por el cine, rodando buen cine. Y sí, aquí todo es cuestión de cine, de crear cine...y de la muerte del cine.
"Los Ilusos" se siente urgente, imprevista, hermosa y sincera. Posee espíritu, contagia pasión, provoca nostalgia, emana belleza. Una emotiva reflexión cinéfila, un fresco espontáneo sobre el deseo de crear en tiempos de muerte, a través de una mirada desnuda, cuya profundidad filósofica a corazón abierto, exige el bagaje cinéfilo y el arrojo personal de alguien que no teme al más honesto autorretrato. Que no pestañea al desnudarse ante el espejo para reflejar la esencia de Truffaut o el entusiasmo de Bogdanovich, el espíritu de Assayas o la osadía de Siminiani, mostrándose a si mismo tal y como es, tal y como siente, y piensa. Precisamente Siminiani, saco el nombre de León Siminiani a escena, cuando es el de Javier Rebollo el que aparece (y escapa) en ella, mientras Jonás Trueba rueda. Uno 'huye' a la India, el otro a Uruguay, pero el tercero se queda en tierra, para retratar una experiencia digna de clausurar el Atlántida, pero ante todo, de ser vista (y reflexionada) por España entera. Todo es cuestión de CINE, CINE, un sentido canto a la creación ¿y muerte? del CINE.