Cada cierto tiempo la ciencia ficción nos ofrece una película independiente que provoca amor y odio a partes desiguales. "The Sinkholes" también pertence al club de "Primer" y "Pi", aunque pasado por el filtro de una peculiar nouvelle vague sobrada de misterio...¿y pasada de vueltas?
¿De qué va?
Un grupo de expertos inician la exploración de cinco enormes cuevas recientemente descubiertas en difrentes partes del mundo. ¿Qué se esconde en ellas?
¿Quién está detrás?
Antoine Barraud debutaba en el largo con "Song", antes de realizar una serie de retratos experimentales de cineastas como Kenneth Anger, Shuji Terayama y Koji Wakamatsu. Con la arriesgada "The Sinkholes" deja claro que no es un cineasta para todos los gustos, así como que tampoco pretende serlo. Una nueva dimensión en la que incurrir, una nueva pista a seguir, y según para quien, como es nuestro caso, muy de cerca.
¿Quién sale?
La estrella del indie francés (y no tan indie del panorama internacional), Mathieu Amalric, lidera una expedición cuyo fuera de campo ilumina Nathalie Boutefeu a su particular y perturbadora manera, en la piel de una esposa inestable que, literlamente, decide sumergirse en el agujero negro existencial que supone el pie de su propia cama. Suena tan raro como extravagantemente real.
¿Qué es?
Un peculiar "Promethus" pasado por el filtro de una particular nouvelle vague contundentemente rodada al estilo Grandrieux.
¿Qué ofrece?
Una penetrante muestra de psicodrama que coquetea con la ciencia ficción de forma ambiciosamente radical y que no tiene más (bendito) remedio que admitir varias posibles lecturas sobre su propósito real. Puede esgrimirse como una tenebrosa e intensa inmersión metafórica en la creación del arte y la esquizofrenia que lo acecha, que tiene en la más inclasificable fantasía, el más sombrío onirismo y el más aterrador surrealismo, como principales armas de una arrojada mirada eminentemente sensorial, formalmente portentosa, destinada a ponerte los pelos de punta y dejarte absorto de sensaciones perplejas tras experimentar tan siniestra y visceral locura. Una obra oscuramente rodada a flor de piel, un agujero negro rebosante de arte que, con tan solo 65 minutos de metraje, está destinado a causar de todo, menos indiferencia. Y en caso de que ese 'todo' signifique el más absoluto tedio, o la más desoladora incomprensión, no te habrá costado más de una hora de tu preciado tiempo. En caso contrario, estás ante todo un descubrimiento. ¿A la cueva?
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