Revista Política
La revista dominical del diario El País de ayer estaba dedicada en su mayor parte a conmemorar el décimo aniversario de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York. Entre los diversos artículos que componían el especial, llama poderosamente la atención uno titulado "Las raíces del desastre", que de forma nada disimulada implica a la CIA en los atentados del 11-S. Quienes lo hacen no son trasnochados intelectuales izquierdistas, enfebrecidos partidarios de conspiranoias con o sin alienígenas de por medio, ni novelistas de imaginación desbordante y desbordada: se trata nada menos que de agentes del FBI, precisamente de aquellos que en las fechas del 11-S tenían la misión de seguir la pista al terrorismo islamista dentro y fuera de los EEUU.
El artículo, firmado por John Carlin, arranca contundente: "De acuerdo con tres antiguos miembros de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) que ocuparon puestos importantes en el equipo antiterrorista de 150 personas dirigido por (John) O'Neill, y a los que he entrevistado, existen buenos motivos para creer que si la Agencia Central de Inteligencia, el servicio de espionaje exterior de Estados Unidos, no se hubiera negado a compartir con ellos lo que sabían sobre esta pareja de Al Qaeda, la conspiración del 11 de septiembre se habría desbaratado de raíz (...)Pat D'Amuro, que era el segundo en la cadena de mando tras O'Neill y después dirigió la investigación del FBI sobre el 11-S, dice que, después de la amplia investigación oficial para saber si habría sido posible evitar los atentados, "lo que más destaca -lo único- es esta información concreta sobre esos dos terroristas que la Agencia no nos transmitió". "El pueblo estadounidense", añade D'Amuro, "no sabe lo crucial que fue aquello".
Es solo un anticipo. El frustrado D'Amuro continúa: "Después de la reunión de Malasia, la NSA descubrió que tanto Al Mindhar como Al Hazmi tenían el visado de entrada estadounidense en sus pasaportes, emitidos en Yeda (Arabia Saudí). Sus agentes informaron a la CIA de este asombroso detalle". Es decir, la CIA estaba perfectamente al corriente de que dos reputados terroristas internacionales que acabaron subiéndose al vuelo 77 de American Airlines el 11-S, tenían visados en regla para entrar en EEUU (¿cómo los consiguieron?) y los iban a utilizar, y sin embargo escondió esa información al FBI.
Otro agente del FBI remacha: "En cuanto se enteraron de que aquellos dos individuos tenían visado para entrar en Estados Unidos, era absolutamente imprescindible que transmitieran esa información al FBI", dice Mark Rossini, "temblando de indignación mientras habla" (sic). "Porque la CIA, que se mantiene en silencio sobre el caso, deliberadamente no la transmitió al FBI, cuyo terreno de operaciones es EE UU".
El artículo prosigue: "Al Mindhar y Al Hazmi (los dos terroristas con visado) entraron en Estados Unidos por el aeropuerto de Los Ángeles el 15 de enero de 2000, con tanta facilidad como cualquier otro turista. Según el informe oficial de la comisión del 11-S, un exhaustivo documento de 567 páginas que se entregó al presidente y al Congreso, "ni Hazmi ni Mindhar estaban en las listas de pasajeros sospechosos que tenían los inspectores de fronteras. Pero se sabía ya que Mindhar era un agente de Al Qaeda, y los servicios de inteligencia tenían una copia de su pasaporte". Dicho lisa y llanamente, la CIA facilitó su entrada al país.
El artículo aborda en su última parte la personalidad y el destino de John O'Neil, el hombre que tenía en el FBI la responsabilidad de perseguir el terrorismo islamista en EEUU, al que Rossini califica como "El mejor hombre que tenía Estados Unidos en la lucha contra Al Qaeda". Un tipo peculiar, osado y algo extravagante, pero terriblemente eficaz y responsable en su trabajo, aunque en malas relaciones con la CIA. Acosado por sus enemigos, O'Neil abandonó el FBI en agosto de 2001, y el día 9 de septiembre siguiente comenzó a trabajar como responsable de seguridad ¡del World Trade Center!. Los restos de John O'Neil, explica Rossini, aparecieron entre los escombros del 11-S... decapitado (identificaron su cuerpo por el traje y el anillo de graduación universitaria).
Mark Rossini concluye atribuyendo a "prejuicios personales y los delirios de autoridad y jurisdicción de unas personas concretas", es decir a la pugna entre servicios estatales de seguridad, que finalmente se produjera "el atentado terrorista más catastrófico jamás cometido en territorio estadounidense". Una "explicación" que tras lo declarado anteriormente parece más bien un modo de evitar el ser señalado como alguien que ha hablado demasiado.
Y es que pese a quien pese, la verdad comienza a abrirse paso.