Revista Deportes

Ajó

Publicado el 16 agosto 2014 por D10
El hecho de que la mentira implica la obtención o la defensa de una mercancía regocija a las víctimas, genera en ellas el sentimiento de protagonismo en la existencia del mentiroso. Entre numerosos puntos factibles de someter a análisis, el protagonismo que no puede adquirir mediante caminos más sanos, explica que el público futbolero no solamente soportara la farsa que con periodicidad recibe de parte de dirigentes, jugadores, y entrenadores, farsa sostenida por el aval mediático, sino que además hiciera esfuerzos por generarla.
Cualquiera puede, si no saber, calcular que un futbolista deberá adquirir nuevos y desechar obsoletos procedimientos a los efectos de superar las restricciones que el paso del tiempo implica. Un reordenamiento tanto de percepción como de aspiración y de intensidad, por lo que procederá a transformarse en un futbolista diferente, cuyo rendimiento deberá ser sometido a un juicio también sujeto a similar transformación. Sin embargo, frases fáciles que conquistan pero que no explican ni describen, como "esto es fútbol", "si no corrés no podés jugar", utilizadas, en gran medida, con la intención de adiestrar en la negación de la dificultad, anulan cualquier intento de transformación operando en favor de la aniquilación de básicas interpretaciones de la realidad como lo es el transcurrir del tiempo. Así el hincha exigirá a un futbolista entrenar a los cuarenta años del mismo modo que a los veinte, y jugar con la misma percepción, aspiración, e intensidad.
Según especulaciones personales, tal exigencia también incide perjudicialmente en la evolución y en la longevidad en la carrera de un jugador puesto que, si bien la sola percepción no modifica, la percepción y la capacidad de acción sobre la realidad exigen mayor volumen de análisis por lo que derivará en la autosuperación.
La exigencia equivocada del público futbolero sumada a la negación de la dificultad, condenan al futbolista a la mentira permanente ya que, cuando debiera tomarse con normalidad que un jugador de años hiciera un entrenamiento distinto al que realiza un jugador joven, suele tildárselo de holgazán o de fundir al club generando la invención de toda clase de lesiones expiatorias, algunas de las que siquiera han sido clasificadas académicamente, siendo la trampa más utilizada luego por los detractores.
La perdida identificación de la influencia del tiempo ha hecho estragos en nuestro fútbol, nos ha impedido disfrutar de grandes futbolistas al negar la posibilidad de que veinte minutos bien jugados por un veterano tuvieran alguna utilidad. Tenemos un sobredimensionado fútbol bidimensional que, por supuesto, conduce a la eterna juventud del público futbolero dando lugar a pensar que no estamos lejos de que las tribunas fuesen vigiladas por personal de nursery.

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