Aunque dos jueces franceses, émulos de Eliot Ness, han dado con una buena forma para intentar acabar con la dictadura que padecen los habitantes de Guinea Ecuatorial con el Presidente Teodoro Obiang Nguema a la cabeza, no hay mucho margen para pensar que la situación en ese país africano no vaya a seguir como en los más de 30 años que dura su gobierno.
Al Capone, que no alcanzó a tener un currículum tan abultado como el de Obiang, centrado como estaba en eliminar a otros mafiosos en Chicago y amasar unos cuantos millones de dólares, pero sí méritos sobrados para merecer la pena que se aplica en Estados Unidos a los autores de los mayores crímenes, ingresó en la cárcel por un asunto menor: evasión de impuestos.
Ness fue encargado por el gobierno estadounidense para dirigir un grupo de funcionarios destinados a sentar a Al Capone en el banquillo. Lo primero que hizo fue seleccionar a un puñado de ‘intocables’, ya que el soborno de funcionarios y de políticos era lo que más fácilmente podía hacer fracasar su objetivo, puesto que las pruebas contra los criminales estaban a la vista de todos.
A diferencia del gangster estadounidense, que utilizaba intermediarios para sus negocios y actividades ilegales, sobre los cuales no se guardaban registros, Obiang ha dejado en esos años un rastro bien visible como gobernante y otro algo menos notorio como hombre de negocios. En concreto, sus actuaciones políticas por un lado, sus abultadas cuentas bancarias y sus exageradas propiedades por otro. Las pruebas aguardan encerradas en prisiones, enterradas en cementerios y depositadas en cuentas bancarias.
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