
Ness fue encargado por el gobierno estadounidense para dirigir un grupo de funcionarios destinados a sentar a Al Capone en el banquillo. Lo primero que hizo fue seleccionar a un puñado de ‘intocables’, ya que el soborno de funcionarios y de políticos era lo que más fácilmente podía hacer fracasar su objetivo, puesto que las pruebas contra los criminales estaban a la vista de todos.
A diferencia del gangster estadounidense, que utilizaba intermediarios para sus negocios y actividades ilegales, sobre los cuales no se guardaban registros, Obiang ha dejado en esos años un rastro bien visible como gobernante y otro algo menos notorio como hombre de negocios. En concreto, sus actuaciones políticas por un lado, sus abultadas cuentas bancarias y sus exageradas propiedades por otro. Las pruebas aguardan encerradas en prisiones, enterradas en cementerios y depositadas en cuentas bancarias.
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