
La Bodeguita del Medio, uno de los símbolos de La Habana
La vida del abuelo, se antojaba en sí misma una radionovela o al menos en cada una de sus memorias aparecía la radio por algún lado. Las ondas lo acompañaron en la fábrica de colchones donde trabajó en su juventud por unos veinte pesos. La mirada cómplice de aquella muchacha surgió al mismo instante que el primerísimo de los boleros. “Tristezas me dan tus…” y el abuelo tarareaba sin cesar aquel triste bolero, para volver con la certeza: “Tristeza ninguna, Tonito, tu santa abuela solo me dio alegrías toda la vida”.Y con la mirada perdida como quien busca a la mujer amada durante tanto tiempo, seguía contando cada detalle de su peculiar vida en aquel país extraño, que al final era el mismo, “pero sin televisión, con más ropa y más decoro”. Nunca llegaba a enterarse de todo cuánto el abuelo contaba, eran tantas que para las últimas sus párpados diminutos cedían al sueño y ahí quedaba, rendido en sus brazos.Ahora, a kilómetros de distancias de su tierra, con todo un océano de por medio entre sus recuerdos y su vida, Don Antonio sintonizaba Radio Reloj a través de Internet, para oír, no las noticias de Cuba, si no la voz de su abuelo y los buenos momentos que pasaba en su regazo. En una residencia de Madrid, esperaba ansioso cada semana el día en que su hijo traía a su nieto Tonito y él trataba, siempre con la sensación de quedarse corto, contarle su vida al ritmo del tic-tac. P.D. Este microrelato es parte de una tarea de clase de la asignatura Escritura Creativa: crear una historia sobre la radio.
