Lo prometido es deuda y como bloguera vuestra que soy un post os debo y ese post os lo voy a dar. Hablemos de mi madre y su uso del móvil. Ya adelanté que ella utiliza el móvil de manera incomprensible, errática y desesperante. A veces creo que lo usa para torturarme a distancia.
Para empezar mi madre y su móvil tienen una relación a distancia, fría. Su frase más utilizada para referirse a él es: «llamadme que no sé dónde lo tengo». Llamas y las posibilidades son infinitas:
—«El móvil al que llama está apagado o sin cobertura» —Lo tiene en silencio porque «mira, de verdad, yo no sé que le pasa a esto porque yo no lo he puesto así».—Da señal, suena un tono de llamada y ella dice muy seria «ese no es el mío, no es mi tono» «Sí es, mamá, es la Cabalgata de las Valquirias, lo elegiste tú» «¿Eso que suena es la Cabalgata de las Valquirias? tengo que ponerlo más alto» Por supuesto a estas alturas el sonido ha cesado y, entretenidas en la discusión, no hemos localizado el móvil. «Llámame otra vez» «El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura» —«Uy, ya está, lo estoy notando vibrar en el bolsillo».
Dada la naturaleza distante de la relación entre ambos, mi madre y su móvil, llevan vidas separadas que hacen imposible localizarla cuando la llamas. Las posibilidades son, también, infinitas:
—El clásico «El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura». Imagino el móvil, tranquilamente tumbado en una mesa con vistas al jardín, escuchando los pajaritos o viendo llover diciendo «esto es vida, no doy ni golpe».—Escuchas dos mil trescientos tonos de llamada porque «a mí quitadme lo del buzón porque luego no sé escuchar los mensajes» mientras imaginas como la Cabalgata de las Valquirias suena en el vacío. —Un desconocido coge el teléfono. «Hola Ana, tu madre no está... se ha dejado el móvil aquí» siendo «aquí» cualquier sitio.
Si, por casualidad, mi madre y su móvil están pasando un ratito juntos, la respuesta más común es «Luego te llamo que me están llamando al fijo». Obviamente hay alguien más espabilado que yo o ese alguien se me ha adelantado agotando previamente la vía de llamar al móvil.
Con todo, lo peor de mi madre y su uso del móvil es cuando ella llama. Si se le ocurre decirte algo, si un pensamiento, el que sea, cruza su mente y su mente y ella deciden que es el momento de comunicártelo da igual todo lo demás. Mi madre y su móvil se funden en una misión común y atacan.
Me suena el móvil en un momento en el que no puedo cogerlo. (Puedo estar en cualquier sitio: en el dentista, el médico, el fisio, en medio de una reunión, conduciendo, haciendo pis....) Cuelgo. Vuelve a llamar. Cuelgo. Vuelve a llamar. Cuelgo. Vuelve a llamar, hasta que por enésima vez vuelvo a caer en la trampa de pensar que «pasará algo»
—Dime.—¿Dónde estás? —Son las doce de la mañana un martes, en Acapulco tomando un mojito. —Muy graciosa. ¿Dónde estás?—Trabajando, mamá. Trabajando y bastante ocupada por eso te he colgado. ¿Es urgente?—Sí.—Dime, ¿qué pasa?—Tú tienes Amazon Prime, ¿no?—Sí.- nunca lo veo venir suficientemente deprisa. —Pues es que estoy aquí sentada en el salón y el sofá que usan tus sobrinos está muy gastado (el sofá tiene sesenta años, pero ese es otro tema) y he mirado en Amazon y hay unas fundas ideales. Quiero que me pidas una beige, no blanca ni marfil, beige. —Te cuelgo. —Bueno hija... no te pongas así. No pasa nada, tampoco te lleva tanto rato.
Este esquema de llamada se repite cada dos o tres días y contiene siempre los mismos elementos «¿Dónde estás?» porque por lo visto mi madre cree que mi trabajo es una tapadera y en realidad me paso el día en sitios terriblemente emocionantes y «No te pongas así» siendo «así» cualquier respuesta por mi parte que no sea «Sí señora».
Entre todos los momentos de comunicación imposible con mi madre está el momento en el que salta la alarma de su casa y yo recibo la llamada. Aclaro que ella me ha puesto de persona de contacto SIN COMUNICÁRMELO.
Suena mi teléfono. Lo cojo. —¿Sí?—¿Es usted Ana?—Si.—Le llamo porque ha saltado la alarma de la vivienda tal y es usted la persona de contacto. —¿Perdón?—¿Me dice la palabra clave?—¿Qué palabra clave? ¡Qué alarma?—¿Conoce a Dña. Fulanita de tal? —Vagamente... —Pues es que ha saltado su alarma, usted es el contacto y —Pero ¿le ha pasado algo?—Eso no se lo puedo decir.
Me acojono.
La llamo al fijo. Nada.La llamo al móvil: tres mil quinientos tonos de llamada. Imagino la cabalgata sonando en el vacío. Llamo a una de sus amigas. «Hola Ana, sí tu madre está aquí, no, el móvil se lo ha dejado en una tienda. Luego vamos a buscarlo. Dice que qué pasa».
Casi olvido mencionar las trescientas veinticinco mil llamadas que mi madre me hace «sin querer» tras haber hablado conmigo porque «hija, mi móvil está tonto y rellama sin que yo haga nada». Que a lo mejor estoy siendo injusta y mi madre tiene criterio y el que va por libre es su móvil... A lo mejor.