Revista Cultura y Ocio

Al vapor

Publicado el 09 junio 2014 por Monpalentina @FFroi
Al vapor
El automóvil ha alcanzado el honor de ser el sport de moda y el más universal que se conoce desde que ha traspasado las fronteras de España.
Para ser elegante es preciso sentar plaza de automovilista; para brillar en sociedad es necesario ser miembro de algún club ciclista; para hacerse popular es indispensable haber salido victorioso en un par de carreras o haberse estrellado contra una esquina por desperfectos en el neumático.
Al vapor
Ahora no sirve tener una posición desahogada, o una carrera brillante, o una renta regular; se necesita unir a cualquiera de estas tres cosas el arte, ya sublime, de andar en automóvil.
Hermos llegado a un tiempo en que vale más un sportsman, que un abogado, o que un monistro de la corona, o que un torero.
Cuando nos gusta una joven y queremos ser novio suyo nos vemos obligados a sufrir el inquisitorial interrogatorio de la futura mamá política que nos dice, mirándonos de arriba a abajo:
-¡Mi hija tiene 17 Febreros y es pura e inocente como una gaviota!. Usted me dispensará que antes de consentir el noviazgo haga algunas averiguaciones...
-Las que usted quiera, señora -le decimos complacientes.
La mamá pregunta, averigua, olfatea y cuando el pretendiente vuelve por la contestación le dice en tono agrio:
-¡Los informes que he adquirido de usted son muy deficientes!...
¡No vuelva usted a mirar a mi hija!
-Pero, soña Acacia! -exclama el enamorado galán.- Yo quiero casarme con su hija de usted. Mi posición es sumamente desahogada...
-Pero es muy vulgar.
-Soy ingeniero de montes.
-¡Que es una carrera bastante cerril, señor mío!.
-Gano cuatro mil duros todos los años; vivo en casa propia; ¡respeto a las suegras!...
-¡Que no, y que no!... No se moleste usted.
-Soy corredor -responde el joven.
-¿Corredor?... ¡No necesito saber más! Esta noche puede usted hablar con Olegaria por el "postiguillo".
Al otro día le hacen entrar en la sala, y después de infinidad de cumplidos, lo sientan en el sofá y le preguntan sonrientes:
-¿Y ha corrido usted mucho hoy?
-Regular, señora.
-¿A qué club pertenece usted?
-A ninguno; soy vocal del Colegio de Corredores.
-¿Y porqué no viene usted a vernos en automóvil?
-Porque yo no soy sportman.
-¿Pues no dice usted que es corredor?
-¡Sí, señora, corredor de números!
La mamá protesta del engaño, el se ofende y el noviazgo termina en aquel momento, después de una bronca monumental.
Desde entonces doña Acacia escarmentada y prudente, cuando algún joven solicita su permiso para hablarle a su hija, le dice sin ninguna clase de rodeos:
-Antes de concederle mi autorización necesito que me enseñe usted tres cosas: el automóvil, el recibo de haber sido suscriptor del Cádiz Sport y el cardenal de su último batacazo!...
¡Ah, lectores...! El automóvil merece el aplauso de nuestro siglo. Atravesando a todo correr los campos, las carreteras, entra en las ciudades, pasma a los transeuntes, lisia a los sordos, atufa a los rezagados con su repugnante olor a gasolina...  ¡Es el progreso con su vertiginosa carrera y la ruina de no pocos gomosos, que antes entregaban su fortuna a una mujer a cambio de sus favores, y hoy se la entregan a un chaffeur a cambio de una carrera a todo vapor!...
¡No meditemos!
Vale más hacer la vista gorda.
Diario de Cádiz
6 de Mayo de 1908


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