Revista Cultura y Ocio

Alhambra

Publicado el 06 octubre 2012 por Diebelz

Alhambra


Fui susurro deseado del poeta muerto

 al entrar en la ciudad nevada y en cuyo nido latía
 el dorado Genil, abrigado por muros de miel. 
 Cual Boabdil, me negué a pagar el impuesto impuesto
 por este reino de pecados. 
 El semblante desgarrado, hundido en el ayeo frente al mar del cielo
 se conflagraba a tientas, en penitencia, 
 bajo el punteo claro de la lluvia. 

 Gota

                 a

                                   gota


                                              cuerpo 

                a


cuerpo

se derramaba el agua

sobre la capota del jazmín y el perfume apagado del azahar. 

Dónde quedó ese verde mar...

Donde la rosa soñaba con el canto lejano del mirlo en ausencia

no hubo más que un silencio truncado por un liviano manto de brisa, 
jondo lamento, casi quedo.

Allí me quedo.

Allí me quedo.

En un palacio de goteo

de ecos en sus entrañas,
huérfana en poetas de los Nasrí, 
arrancada de los cuentos cuya prosa regaban los jardines altos del Generalife,
lloro a lloro
ayeo en ayeo

recordando a las estrellas cuyas estelas 

se sueñan cinceladas en su tez.

Allí me quedo.

Allí me quedo.

¡Ay Alhambra!

¡Ay Alhambra!

Sé mi vera que no tengo más alegría

que tu pena en mi pena. 

Ahoguémonos como un pez milenario

en la ausencia
lloro a lloro
para convertirnos en escaleras de agua, 
en un eterno arrollo.

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