No podríamos entender el género de la ciencia ficción o nuestra Historia reciente sin la supuesta existencia de visitantes de otros planetas. La fiebre de los OVNIS comenzó hace sesenta años y mantuvo un alto nivel de popularidad hasta hace unos diez, fecha que además podríamos cifrar casi de manera exacta. En estas décadas, las imágenes de platillos volantes y extraterrestres cabezones han encontrado un hueco en el imaginario colectivo asociándolos con términos como abducción, nave nodriza o las tan conocidas y hasta un poco cómicas sondas anales. Lo cierto es que no hay ni una sola prueba de que estos seres existan realmente, así que la pregunta es cómo hemos llegado a un punto en el que lo sabemos todo sobre los alienígenas si nunca nos hemos topado con alguno, o por qué prestigiosos canales de documentales orientados hacia la Historia obtienen grandes audiencias cuando dejan volar su imaginación en programas que aseguran que seres de otras galaxias moldearon nuestra especie.
Sería Michael Crichton quien en su novela “El Mundo Perdido” utilizaría por primera ve el término “Tecnomito” lanzando la idea que la sociedad había perdido a los mitos clásicos como Prometeo y habían surgido otros nuevos, sobre todo relacionados con aspectos más cotidianos para los habitantes del Siglo XX y que contaban con una base científica y tecnológica. Y es que sólo cien años nos separan del primer vuelo a motor de los hermanos Wright, y en ese tiempo los aviones han dejado de ser un misterio para nosotros, al igual que tampoco lo son los GPS, la conexión a Internet o la presencia del hombre en la Luna. Incluso, hemos construido estaciones espaciales y sondas no tripuladas que han abandonado el Sistema Solar. Pero a pesar de que cada vez tenemos más acceso a la ciencia y la tecnología, es poco lo que comprendemos de ella, y esa brecha se hace cada vez más grande debido a lo rápido que avanza el mundo en campos tan básicos y en apariencia insignificantes como la telefonía móvil.
Carl Sagan ya comentó los problemas que entrañaba depender de una tecnología sin saber comprenderla, pero también constató otro detalle fundamental: La gente quería conocer. Nacemos curiosos, pero sólo si tenemos suerte, para cuando salgamos del circuito educativo los profesores y educadores no habrán logrado extirpar nuestro interés por la investigación. El resto de la población por el contrario saldrá dispuesta a creer cualquier cosa que venga envuelta en un halo científico, como fotos de OVNIS en Internet o foros de supuestos contactados que aseguran haber estado en el planeta Marte. O historias de pactos secretos del gobierno estadounidense con seres reptilianos que controlan nuestras vidas, alienígenas vivos retenidos en el Área 51 capturados seguramente en el accidente de Roswell de 1947, y hasta la graciosa teoría de que a los alienígenas les gustan los helados de fresa. Este público fiel ha sido quien ha instaurado la figura del extraterrestre y del platillo volante como parte importante en la mitología moderna, pero si realmente hay una Verdad, no está ahí fuera, sino que deberíamos buscarla dentro de nosotros.
Antecedentes Históricos
Desde su aparición, la ciencia ficción ha utilizado a los alienígenas como instrumentos narrativos en los que personificar algunas de las inquietudes tanto de los autores como de la época en la que éstos se encontraban. De hecho, el género conoció una edad de oro en la década de los cincuenta, poco después de uno de los acontecimientos más importantes de la Historia de la humanidad y que marcaría para siempre nuestras vidas y, con ello, nuestra cultura: el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Para 1945, la Unión Soviética y los Estados Unidos llevaban al conflicto al agotamiento en el frente oriental, el único que quedaba abierto tras la caída de Adolf Hitler. Sería entonces cuando los americanos detonarían sobre la ciudad de Hiroshima el arma más destructiva jamás concebida: una bomba atómica. En este post no analizaremos las consecuencias de la detonación, pero tenemos que entender ese momento como el nacimiento de la era Atómica: el descubrimiento por parte del público de formas más refinadas y eficaces de aniquilarnos a nosotros mismos. El terror ante aquella Bomba se unió a la incapacidad de comprender su funcionamiento y la gente, al sólo ser capaz de hermanarse con la situación de miedo e indefensión que producía, se refugió en el único camino posible: el arte.
La ciencia ficción se llenó de seres que surgían debido a las radiaciones o a los proyectos con bombas atómicas. Muchos de ellos no eran alienígenas (por aquel entonces se los conocía como “mutantes”), pero su aspecto era estrafalario y de una imaginación, he de añadir, bastante limitada a su entorno. Como no podían representar la radiación, los cineastas jugaban con elementos conocidos: monstruos de laboratorio, dinosaurios que despertaban de su sueño milenario por las vibraciones de las explosiones atómicas, hombres menguantes, arañas gigantes, saltamontes gigantes, ¡hormigas gigantes! Los japoneses por otra parte tampoco podían describir el horror que habían sufrido y necesitaban una forma de representarlo. Godzilla, Japón bajo el terror del monstruo, fue su forma de plasmar en la pantalla su sufrimiento ante una fuerza que no podían detener. No es casualidad que el teaser tráiler de la nueva película de Godzilla tenga en off la voz de Robert Oppenheimer, director del proyecto Manhattan. Y hasta encontraréis algo de ironía en que sean los estadounidenses quienes financien el proyecto.
Un mundo herido, pues, que había luchado durante seis años contra los nazis y que había dejado millones de muertos, se encontraba con el final de las hostilidades. El “Mundo Libre” había triunfado, pero la paz estaba lejos de llegar. En realidad, el fin de la Segunda Guerra Mundial dio origen a la Guerra Fría, un enfrentamiento desarmado entre EEUU y la URSS, quienes secretamente, se apropiaron de las ruinas del imperio alemán en la Operación Pisapapeles. Científicos que habían trabajado para Hitler o para los Japoneses entregaron sus descubrimientos y servicios (algunos de naturaleza aberrante) a las dos superpotencias, y eso serviría para perpetuar la imagen del científico loco en la ciencia ficción que trabajaba sólo movido por su afán personal sin pensar en las consecuencias. Éstos se convertirían en los nuevos soldados del mundo, tanto en la carrera científica como militar y espacial, haciendo cada vez pruebas y experimentos más grandes que en ocasiones llegaron a poner en peligro nuestra existencia como especie. Sería en 1951 cuando obtendríamos el ejemplo más claro de la opinión general sobre el tema en la película de Robert Wise “Ultimátum a la Tierra”, donde nos presentan a unos alienígenas que vienen a advertirnos de que nuestra ola de destrucción no puede continuar, y que si insistimos en usar las bombas atómicas, nuestro planeta sería destruido para no resultar una amenaza a las demás civilizaciones.
En otras palabras, lo que el público de aquella época intentaba hacer era poner un poco de sensatez en aquel mundo que iba cuesta abajo y sin frenos, y dejar claro que si nuestros gobernantes eran incapaces de encontrar una forma de vivir en paz algo (o alguien) debería impedirlo. Y sería en ese escenario en el que los platillos volantes y los alienígenas empezarían a cobrar fama transformándose en lo que conocemos hoy, y donde podríamos darnos cuenta de cómo nuestras propias películas, novelas y cómics han creado el concepto por sí solas. Porque, ¿Cómo es que si nadie ha visto jamás un extraterrestre, sepamos en seguida identificar a uno de ellos y relatar con exactitud cómo sería una abducción? Sabemos que empezaría en dos emplazamientos clásicos que son o una carretera secundaria o nuestra propia habitación. Por regla general, el inminente abducido se encuentra solo y no hay ni cámaras fotográficas ni nadie que pueda corroborar su testimonio. Si está en la cama, acaba de despertarse y nota una pesadez en los miembros seguida de una parálisis y una ingravidez que le lleva a ser transportado a una nave espacial a través del habitual método (aunque ya en desuso) del rayo tractor. Pero si está al volante de tu coche, éste siempre se detiene por alguna razón inexplicable y ahí sí hay posibilidades de que los “contactados” describan una nave posada en mitad de la carretera.
Y en la mayoría de los casos, la nave espacial es redonda, indetectable, futurista y tripulada por seres bajitos, grises y armados con instrumental médico de sospechoso aspecto sexual con el que experimentarán con el pobre desgraciado para después borrarle la memoria y depositarle sano y salvo en el mismo lugar en el que se encontraron.
Los defensores de la Ufología insisten en que tanta similitud entre todos los casos de abducción deben significar que al menos existe una base para estas experiencias, ya que los “contactados” no tienen ningún rasgo en común y en ocasiones ni siquiera han vivido en la misma época o situación geográfica. Pero la respuesta más obvia es que estamos tan acostumbrados a oír estos relatos que no necesitamos haber sido secuestrados por E.T. o sus parientes para hacer una descripción general. Todo tiene que venir del mismo sitio, y es de nuestra propia cultura, ya que los extraterrestres que nos visiten dudo que fuesen alguna vez bajitos, grises o pilotasen platillos volantes. Porque para empezar, ni siquiera los relatos de OVNIS son tan coherentes. Cada pueblo, país o momento histórico tiene su propia visión, y la descripción de los tripulantes es muy diferente teniendo en cuenta de dónde provengan los contactados. Pero para estudiarlo deberíamos diferenciar las dos partes de la ufología. La primera de ellas sería el estudio de los OVNIS, y luego, al margen de eso, la de vida extraterrestre. Y es que ambas cosas son muy diferentes y sólo la cultura y las revistas pulp empezaron a juntarlas con el paso de los años.
Los OVNIS.
Probablemente, la película que mejor ha retratado el interés por encontrar respuestas al tema de los OVNIS sea “Encuentros en la tercera fase”, dirigida por Steven Spielberg. Pocas películas se han centrado en la obsesión por los platillos volantes y sobre personas que se pasan las noches en vela con cámaras de vídeo apuntando hacia las estrellas, como los ya conocidos “cazadores de OVNIS” que cada noche se reúnen en el famoso buzón de correos situado al límite del Área 51 en Nevada con la esperanza de vislumbrar luces en el cielo nocturno. Al principio no se especulaba demasiado con el tema, simplemente se veían sucesos extraños que no tenían una explicación, sobre todo en el Sur de los Estados Unidos, y a partir de ahí empezaron las historias de aviones experimentales secretos, sondas enviadas por los comunistas o, y esto es interesante, visitantes curiosos de otros planetas. Lo más intrigante es que no empezamos a ver extraterrestres en el cielo hasta que el cine y los cómics nos los presentaron como tales, y muchos de los sucesos que ahora se conocen como “avistamientos” en otra época hubiesen pasado por apariciones marianas, demonios juguetones o cualquier otro elemento de la mitología religiosa del lugar. Sólo ven OVNIS los que creen en ellos, de la misma forma que la cara de Jesucristo jamás se ha aparecido en una tostada a punto de ser devorada por un ateo.
El desconocimiento se sumó a la enorme paranoia típica de la época. Como dijo una vez Ridley Scott, el enemigo había estado muy claro en años anteriores y era fácilmente identificable, pero en la Guerra Fría la cosa no estaba tan clara. No eran nazis de uniforme negro y marcado acento, sino que un comunista (o peor aún, un alienígena, que es un término inglés para referirse a alguien extranjero), el mayor enemigo del país americano y de tu forma de vida, podía ser cualquiera. Tu vecino, sin ir más lejos. Lo mismo ocurría con los objetos del cielo. Pronto se divisaron objetos claramente artificiales que maniobraban de forma inexplicable, y cuya tecnología no se podía atribuir a ningún ingenio terrestre y surgía la teoría de que se trataba de extraterrestres quienes tripulaban esos extraños objetos. Hasta qué punto la propaganda cultural y la campaña de desinformación del gobierno americano ayudaron a la propagación del mito alienígena no está claro. Lo que sí se sabe es que esas luces parpadeantes no cobraron una forma definida hasta 1947, cuando se atribuyese por primera vez el término “platillo volante”.
Un día de Junio, el piloto Kenneth Arnold se encontraba efectuando un vuelo cuando divisó lo que el creyó que eran nueve objetos volando en formación y cuyo origen no llegó a identificar. Cuando contó la historia, su forma de explicarse fue la que propició un error que hace sonreír a los expertos en el tema, ya que gracias a su poca facilidad para la palabra, el mito pegó un salto hacia delante. Arnold describió a las naves no identificadas (OVNIS en su expresión más literal) de una forma confusa y muy poco gráfica, pero al parecer tendrían forma de boomerang. Su movimiento, también descrito de manera enrevesada, era similar a la de “ondas en un platillo”, lo que quiere decir que tal vez ascendían y descendían cada pocos metros. El periodista que recogió su informe, no obstante, escribió que los objetos eran “platillos que volaban”, lo que dio origen al famoso término “platillo volante”. Desde entonces, cientos, miles de avistamientos, han sido protagonizados por naves en forma de platillo volante, perfectamente redondos. Series como V, los Visitantes, o películas como Independence Day, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de cristal, Mars Attacks, Ultimátum a la Tierra, la Tierra contra los Platillos Volantes, La Cosa: El Enigma de Otro Mundo o incluso títulos tan delirantes como ‘Plan 9 from Outer Space’ junto con la amplia totalidad de películas de ciencia ficción de los cincuenta, han jugado con ese diseño presentándolo a un público que rápidamente lo aceptó como posible, pero nunca jamás ha habido una foto real de una nave alienígena con esa forma.
Incluso, una variación típica en el formato es la del OVNI triangular, que muchas otras películas como Expediente X utilizarían, tal vez porque la idea del platillo era demasiado obvia y así buscaban diferenciarse un poco del tópico, y que se debe al supuesto OVNI que creó una oleada de avistamientos en Bélgica en la década de los noventa. Su forma era interesante porque no se pudo confirmar durante un tiempo que era un montaje (cosa que acabó siendo, por supuesto). La idea era que como era diferente, podía quedar muy bien en la ficción.
Más aún, podemos saber que las fotografías tomadas de ese tipo de naves son creadas por el ser humano porque todas tienen la misma característica: la de representar estilos propios de la época en la que fueron fotografiados. George Adamsky, un supuesto “contactado” con seres del planeta Venus, ofreció como prueba las fotografías que hizo a la nave de su amigo venusiano, Orthon, y que podéis ver más arriba. La imagen de Adamsky fue tomada alrededor de 1952 y se corresponde por supuesto con muchos ejemplos similares que podríamos encontrar en películas de ciencia ficción de serie B. La forma en que Adamsky “recibió” las fotos también denota su anclaje en la época en la que se encontraba, ya que parece ser que Orthon le lanzó el carrete de la cámara desde una ventana de su nave espacial hasta el jardín de su casa.
V, por ejemplo, la serie protagonizada por los lagartos alienígenas, mostraría un aspecto mucho más refinado y propio de la década de los ochenta, con grandes botones y demás, y luces brillantes que se corresponden con los modelos de aviones de la época, lo mismo que la nave de Encuentros en la Tercera Fase y que también hace referencia a otro tipo de OVNI conocido como Foo Fighters, al ser solamente visibles luces brillantes como “bolas de fuego”.
En ocasiones, hasta el propio gobierno americano se tomó en serio la amenaza alienígena y elaboró un informe en el que analizaban los casos de avistamientos a lo largo de todo el país. Carl Sagan habló de ello en su libro “El Mundo y sus Demonios” y tras estudiar los resultados del famoso “Proyecto Libro Azul” dejaba claro que allí no había nada relevante. En la mayoría de los casos eran aviones mal identificados, meteoros que entraban en la atmósfera produciendo un destello, nubes lenticulares, y en ocasiones, proyectos militares de alto secreto que tenían forma de ¡platillo volante!
Hasta qué punto la ficción influyó en los diseños de aviones experimentales no se puede saber. Tal vez algunos creyeron que el círculo era la forma perfecta, aunque no la más aerodinámica, pero resulta muy curioso pensar que hasta la invención del Platillo Volante, las naves espaciales de la ficción se hubiesen acercado más a la forma lógica de proyectil, que Julio Verne desarrolló para su novela “Viaje a la Luna” y que era la misma que H.G. Wells utilizó en “La Guerra de los Mundos”, la primera que narró una invasión extraterrestres a nuestro planeta y que comenzaba con grandes proyectiles disparados desde Marte contra la Tierra. Años más tarde, los tripulantes del Apollo XI utilizarían el mismo método de despegue que el sugerido por Verne en vez de un disco volador como los que los militares desarrollaron y que, por cierto, jamás llegó a levantarse del suelo más de un metro.
La línea entre lo que es científicamente viable y lo que inspira la ficción también salpica hechos reales que han servido para inspirar cientos de novelas. Así, en la época de la Gran Paranoia se comentaba que los militares no sólo conocían de sobra que los OVNIS existían y tenían un origen extraterrestre, sino que estaban convencidos de que el ejército había recuperado algunos de estos vehículos y los estaba estudiando. Eso justificaría el increíble salto tecnológico de los últimos años, y también daría a entender que los humanos (y el Canal Historia) preferimos pensar que le debemos la fibra óptima a los alienígenas que a esforzados ingenieros con talento.
Así, una de las historias más famosas del siglo XX es el supuesto accidente de un OVNI en Roswell, Nuevo México, curiosamente en 1947, el mismo año que Kenneth Arnold vio los objetos que despertaron la fiebre por los Platillos. La leyenda nos cuenta que una nave espacial se estrelló en un rancho de los alrededores y los militares se llevaron en seguida los restos para analizarlos, incluyendo tres pequeños tripulantes, uno de los cuales aún estaba vivo. Roswell es sinónimo de conspiración y alienígenas, y muchos de sus habitantes creen en el famoso accidente. Incluso una de las lectoras de este blog me envió la foto de su viaje al pueblo que tenéis aquí y donde podemos ver que tal vez esa creencia se deba a que gran parte de la economía de Roswell proviene del merchandising intergaláctico.
Aun así, la ficción ha elegido ese suceso ufológico por su fama mundial, creando una idea que se ha ido repitiendo en muchísimas películas y series de televisión: El gobierno (nos referimos por supuesto al americano) sabe que los alienígenas están aquí, los estudian e incluso, ocultan la verdad a la población. Las razones que los ufólogos esgrimen son que desvelar la existencia de vida extraterrestre podría desatar el pánico y acabar con nuestra sociedad. No sólo en el ámbito económico, sino también en el religioso. Según Expediente X, el accidente de Roswell le da efectivamente al gobierno la posibilidad de hacerse con tecnología alienígena y uno de sus tripulantes que, antes de ser asesinado, reveló a los humanos los planes de su especie para invadir la Tierra.
La serie de Mulder y Scully le otorga gran seriedad a esta teoría, si bien los alienígenas del FBI no son más que una excusa para explorar esos antecedentes históricos que describía al principio del post. Los alienígenas no son seres verdes armados con rayos láser, sino oscuras inteligencias implacables a las que vemos en pocas ocasiones. Incluso, juegan al presentar una resolución Ficticia de las Naciones Unidas en las que las principales potencias mundiales acordarían ser responsables de la eliminación de cualquier ser que accidentalmente cayese a la Tierra. Roswell es también el lugar donde los personajes de Independence Day consiguen el OVNI que Will Smith y Jeff Goldblum pilotarían más tarde para librarse de la invasión, o el lugar en el que Fry, Bender y Leelaa se estrellan tras viajar al pasado, haciendo que el célebre alienígena capturado sea el Doctor Zoiberg. Pero es que la idea de Futurama es una copia de un episodio de Star Trek en el que unos personajes regulares de la serie también viajan al pasado para estrellarse en el célebre emplazamiento. Hasta el simpático videojuego ‘Destroy All Humans’ jugaría con eso, siendo además un homenaje a la ciencia ficción y estética de los años cincuenta, con la paranoia del comunismo y la primera aparición de Los Hombres de Negro.
En realidad, lo que se estrelló en Roswell fue un globo del proyecto Mogul que buscaba medir los niveles de radiaciones emitidos por las pruebas nucleares soviéticas. Esta gran estructura estaba compuesta de materiales como cinta aislante o papel de aluminio, y que concuerda con las fotografias reales tomadas del supuesto “accidente”. En las imágenes difundidas a lo largo de los años jamás se ha visto nada que se parezca a un avión siniestrado ni ninguna forma reconocible, y hasta una banda de color con supuesta “escritura alienígena” resultó ser el patrón de dibujos de la cinta adhesiva. A pesar de que algunos de estos símbolos son claramente identificables como flores, hay quien sigue negando la evidencia. Tampoco hay explicación para los cuerpos alienígenas encontrados al margen de la ficción que se ha ido formando sobre el caso con el paso del tiempo y que inspiraría la creación de la serie Roswell.
Los hombres de negro, conocidos sobre todo por la película de Will Smith, son un invento mucho más reciente que los extraterrestres y que suponen la personificación de la idea de que los alienígenas trabajan con el gobierno americano. El la película, Smith y Jones son en realidad una mezcla entre protectores de la galaxia y departamento de inmigración intergaláctica, ayudando a que visitantes de otros planetas puedan establecerse entre nosotros. La primera película fue la que mejor definió este trabajo, y los americanos han utilizado algunas formas realmente cómicas de engarzar a los Men in Black en la realidad. De ahí viene la famosa leyenda urbana de que los extraterrestres ya están entre nosotros y trabajando, cómo no, como taxistas en la gran Manzana, tal vez a cambio del derecho de los militares para estudiar su tecnología. Pero quizá, el Hombre de Negro más famoso de la televisión sea el mítico fumador de Expediente X, el rostro de todos los hombres oscuros del gobierno que saben la Verdad, y que harían cualquier cosa por protegerla. Ellos serían quienes hicieron un pacto con los alienígenas, y también, quienes conocen el destino final de todos los OVNIS siniestrados: la famosa Área 51.
El último lugar a analizar para comprender la mitología de los OVNIS es la base aérea situada en Groomlake, Nevada, quizá uno de los lugares mejor protegidos del planeta y, se dice, el almacén donde los militares experimentan con estos vehículos recuperados. El Área 51 atrae mucha atención por parte de los Cazadores de Ovnis y los fanáticos de la teoría de la conspiración, hasta el punto que de forma diaria hay un grupo de militares que se encargan de registrar a los curiosos que se presentan en el límite de las instalaciones armados con cámaras buscando registrar un OVNI sobrevolando las montañas. Pero es que el lugar tiene un montón de historia detrás, ya que durante años el gobierno negó su existencia, algo que era absurdo porque el terreno estaba vallado, se autoriza el uso de fuego real sobre los intrusos o se obligaba a las sondas espaciales a fotografiar todo el planeta a excepción de la base, y además, a día de hoy un vistazo con Google Earth nos deja ver las enormes pistas de despegue, algunas de las más grandes del mundo superando los tres kilómetros de longitud y que se sitúan en el interior de las montañas. Esta prueba circunstancial da alas a los que opinan que allí se trabaja con naves especiales, pero lo cierto es que allí se han desarrollado algunos de los más modernos aviones de combate, incluyendo tal vez los famosos Drones del gobierno de Barack Obama. El hermetismo que rodea a la base ha permitido que se creen leyendas o que se busquen artimañas legales para obligar al gobierno a reconocer su existencia, pensando que al menos es una pequeña victoria para los ufólogos. Una vez más, Independence Day ha utilizado la base aérea, sumándolo a la teoría de los tres cadáveres custodiados por el gobierno. El mismo emplazamiento que custodia el cadáver del primer personaje del Destroy All Humans o que, en su extensión más amplia, guarda objetos desconocidos y misteriosos que han caído en manos de los americanos como más alienígenas que se guardan a pocos metros del famoso Arca de la Alianza que el Doctor Jones recuperó de los nazis. Es un emplazamiento perfecto para el misterio y la especulación, porque el propio gobierno está interesado en lanzar una campaña de desinformación al respecto. Incluso se dice que ellos mismos iniciaron la rumorología OVNI sobre la experimentación con naves alienígenas para poner a prueba a la inteligencia Soviética y asustarles haciéndoles creer que contaban con una tecnología secreta que les ponía por encima en la carrera armamentística.
El Área 51 crecería en importancia cultural mientras videojuegos como Half Life jugaban con las instalaciones otorgándole el nombre de Black Mesa, y Bob Lazar aparecía en televisiones de todo el mundo asegurando que en la base sí que se guardan naves extraterrestres y se experimenta con ellas. Según él, trabajó en “retroingeniería” intentando averiguar cómo funcionaban, dando más fuerza a los rumores de todos los militares retirados y ancianos que aseguran que allí hay algo. No es mi intención tirar por tierra sus testimonios, pero da la sensación de que la base militar más segura del mundo tiene una gran brecha en la seguridad porque todo el mundo ha visto los OVNIS siniestrados. De Lazar hablé más a fondo en el especial de Expediente X, así que no me extenderé mucho más sobre el tema, pero esto sirve para dejar claro que los OVNIS han pasado de ser luces en el cielo a tener una imagen definida que ha calado muy hondo en nuestra cultura. Nosotros hemos creado los platillos volantes, y cada vez que alguien dice que ha visto uno siempre tenemos que regresar a Kenneth Arnold y aquel periodista que malinterpretó su descripción. Desde entonces, ha habido cientos de avistamientos pero ninguno concluyente, y teniendo en cuenta que un acontecimiento astronómico como el meteorito que cayó en Rusia este año fue grabado por varias personas, nos preguntamos por qué nadie es capaz de fotografiar un OVNI con claridad, o aportar pruebas de su existencia que no sean tan circunstanciales y hasta patéticas. Con tantos supuestos encuentros se hizo necesaria una forma de catalogarlos, y eso es lo que hizo el ufólogo Josef Hynek proponiendo el término “Encuentro cercano”, en la que dividía el contacto con platillos volantes o cualquier tipo de nave en tres fases, que es de donde toma nombre la famosa película de Spielberg. La primera fase consistiría en contacto visual con el objeto. La segunda se referiría a la constatación de pruebas físicas de su existencia como restos o marcas en el terreno, y la tercera y más importante, que nos llevará a analizar la segunda parte de este fenómeno mitológico, sería el contacto directo con los tripulantes de esos OVNIS.