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American Psycho: crítica disfrazada de gore

Publicado el 18 enero 2013 por El Ninho Naranja @NinhoNaranja
American Psycho: crítica disfrazada de gore18 ene 2013   American Psycho: crítica disfrazada de goreTahúr Manco
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American Psycho: crítica disfrazada de gore

En 1991, el novelista Brett Easton Ellis (Los Ángeles, 1961) publicó ‘American Psycho’, su obra más controvertida. La historia de un yuppie de finales de los 80 que albergaba la personalidad de un psicópata asesino en serie le valió a su autor numerosas amenazas de muerte por sus escenas explícitas de sexo y violencia. La venta del libro se hizo bajo varios tipos de restricciones a lo largo del mundo; las más comunes eran tener los ejemplares plastificados para que no se hojeasen en las librerías, o prohibir su venta a menores de 18 años. Sin embargo, tras las escenas macabras se esconde una feroz crítica a la sociedad materialista, obsesionada e impersonal de la Norteamérica contemporánea.

La novela está protagonizada por Patrick Bateman, un hombre de negocios que trabaja en banca de inversión. Vive en Manhattan (en el mismo edificio que Tom Cruise) en un piso amueblado con lo último en tecnología. Cuida su físico y su imagen, asiste con regularidad a clubes selectos con sus compañeros de trabajo y tiene una novia, Evelyn, de la que no está enamorado. Su lado oscuro es el de un psicópata sin un atisbo de humanidad que comete asesinatos y tortura a mujeres de forma cada vez más violenta.

El gran acierto de ‘American Psycho’ es su narración en primera persona. Bateman es el encargado de describir en tiempo presente los acontecimientos de la historia. Asistimos al monólogo interior de un ser a todas luces desequilibrado. Su obsesión por la tecnología, la moda, las marcas, el sexo y la violencia se plasman en un torrente de párrafos interminables y unas descripciones metódicas a su manera.

Así, Bateman enumera todos y cada uno de los muebles de su casa, indicando la marca, el precio, el sitio donde los ha comprado, y si se trata de aparatos tecnológicos, también señala algunas de su características. Lo mismo ocurre con los personajes. Cada vez que interactúa con alguien menciona cómo va vestido (prendas, marcas, tejidos, precio), qué peinado lleva, o los complementos que usa (gafas, reloj). Sin embargo, no dice nada del personaje en sí. Cuando leí el libro, fui incapaz de distinguir a los diferentes compañeros de trabajo del protagonista. De hecho, son habituales los momentos en los que varios compañeros están cotilleando, y no sepan exactamente quién es el que hizo tal o cual cosa o el que iba vestido de cierta manera.

Esta obsesión por el detalle se transmite a todos los aspectos, ya sean las veladas que pasa en locales nocturnos con sus “amigos” esnifando coca, los monólogos intercalados en los que analiza el trabajo de algún grupo de pop de los 80, o las escenas de sexo y violencia.

La técnica narrativa es, como decía, la clave de esta novela. A través de ese monólogo interior incontenible observamos no sólo la personalidad perturbada del protagonista sino también la crítica que realiza el autor hacia una sociedad vacía, impersonal y materialista. El punto de vista subjetivo ofrece además una ventana al lector para dudar de la narración, llegando a cuestionar la veracidad de los hechos que nos cuenta la novela.

American Psycho: crítica disfrazada de gore

En ese sentido, la adaptación al cine que se estrenó en 2000 protagonizada por Christian Bale traslada a la pantalla muchas de las escenas de la novela (por razones de extensión otras no aparecen) con gran fidelidad, y cuenta con secuencias memorables. Sin embargo, el lenguaje fílmico no logra con tanta eficacia ese halo de duda e irrealidad que tiene la narración literaria.


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