Todos, de una forma o de otra, admiramos a nuestros padres. Creemos que llegando a ser como ellos, conseguiremos alcanzar las mismas cotas y formar una familia. Resulta relativamente fácil valorar superficialmente lo que un padre hace por un hijo pero resulta muy complicado saber por todo lo que ha pasado para llegar hasta donde está.
Muchas veces, olvidamos estos hechos por puros egoísmos, por banalidades pasajeras e inocuas que no aportan nada verdaderamente importante. En la descripción sobre mí que hay en el blog, digo que estoy muy agradecido a mis padres por todo aunque aún no he sabido demostrarlo. Yo me pregunto, ¿cómo se agradece eso? ¿cómo se agradece la vida, la educación, los valores? o mejor aún, ¿es posible hacerlo verdaderamente?
Los romanos decían, “una vida por otra”. Es posible que la única forma de devolver todo lo que nuestros padres han hecho por nosotros sea dedicándoles toda una vida de atención y cariño, lo mismo que ellos han hecho por nosotros. Lo mejor de todo, es que aunque nunca seamos lo suficientemente atentos ni cariñosos, ellos no cederán ni un ápice en los esfuerzos que día a día llevan a cabo.
Os presento un caso de un padre que jamás podrá ser atendido ni cuidado por su hijo pese a lo cual, el amor del padre jamás desaparece, pase lo que pase, no se achica ni un segundo, aunque para ello deba morir en el intento.
Sobran las palabras
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