Hubo unos años en que hacer autoestop era considerado poco menos que una actividad peligrosa. Los hombres que te recogían al volante de su coche, siempre pensaban que buscabas otra cosa, además de desplazarte. Lo practicábamos porque éramos jóvenes, rebeldes y nos salía muy barato. A lo sumo nos costaba un café. Pero eso sí, nunca viajábamos solas, como mínimo en parejas.“La flaca”, contraviniendo todos los principios de manual no escritos, subió ella sola, y en un gran camión. Eso estaba súper prohibido. Y además se enamoró. Larga distancia y gran amor.Desde entonces viaja en su tráiler.Texto: Magdalena Carrillo