Revista Expatriados
En 1934 regresó a la India y se instaló en la casa veraniega que su padre tenía en Shimla. Allí comenzó a estudiar las tradiciones artísticas del país: las miniaturas mogoles,la pintura Paharide la región pre-Himaláyica, las pinturas de las cuevas de Ajanta, de las que dirá que una sola de ellas vale por todo el Renacimiento, los frescos del Palacio Mattancheri, las pinturas del templo de Padmanabhapuram… y a esas influencias sumó la del paisaje y las gentes dela India. Suprimera visión del país fue la romántica, que fascina (o fascinaba, que ahora con la contaminación y la superpoblación es más difícil) a tantos extranjeros: “voluptuosa, colorida, soleada”.Más tarde vendrían los matices y la constatación de que la India puede ser más áspera: “La visión del invierno en la India, desolado, pero extrañamente bello, los caminos infinitos de tierra luminosa de un gris amarillento, los cuerpos oscuros, las caras tristes de los hombres y mujeres increíblemente delgados que se mueven silenciosos, que casi parecen siluetas sobre las que reina una melancolía indefinible.”
Tal vez apreciase la pintura clásica de la India, pero su opinion sobre el arte académico que entonces practicaban muchos artistas indios no podia ser más descriptivo: “especímenes pútridos de la pintura académica occidental de quinta categoría.”No entendía que coleccionistas indios pudieran lanzarse a por esas pinturas cuando existían Gauguin y Cezanne.
Amrita era un nervio de vida. Se la bebía a sorbetones y no dejaba que nadie la dirigiese. Cuandola quisieron casar con un pretendiente llamado Yusuf en 1931, su respuesta a su madre fue terminante: “Déjame a mí el asunto Yusuf. Después de todo yo voy a decidir si quiero casarme con él o no y soy yo quien diré la última palabra en octubre.” En 1938 viajaría a Hungría para casarse con su primo, el doctor Victor Egan.
Por cierto que su vida romántica fue bastante movida. Sus amantes de ambos sexos fueron numerosos e incluso se especula si tuvo un lío con Nehru. Pero debía de ser una amante peligrosa; como ella misma escribió: “Siempre estoy enamorada, pero afortunadamente para mí y desafortunadamente para la otra parte, me desenamoro o más bien me enamoro de otra persona, antes de que se haya hecho ningún daño.”
Para 1941, Amrita sentía que “otro período de transición se está acercando, uno de mayor reflexión, de pintura más consciente, de más observación y más estilización en el sentimiento de la naturaleza.” En septiembre de ese año se desplazó a Lahore, donde su marido había abierto una consulta. Allí descubriría que el período de transición que se estaba acercando era la muerte.
Murió el 5 de diciembre de aquel año, antes de haber cumplido los 29. Unos dicen que murió de una disentería, otros que de una peritonitis y unos terceros que de un aborto que le practicaron.