Revista Cultura y Ocio

An Ocean In Between The Waves – The War On Drugs

Publicado el 12 mayo 2014 por Srhelvetica
Lo ha vuelto a hacer Home

Juro que hasta hace muy poco estaba absolutamente convencido de detestar con todas mis fuerzas a los Dire Straits. Algo más que una convicción, era todo un ejercicio de militancia en forma de odio destilado hacia ese tipo con la absurda cinta en el pelo, que a mi juicio encarnaba la antítesis de lo que se supone que debería ser el rock: aquello era música para informáticos y/o jugadores de rol, la esencia abyecta del más absoluto aburrimiento. Y he aquí que después de un montón de años de feliz conviviencia con mis más inamovibles principios, aquellos han demostrado tener unos cimientos más bien endebles frente a la sacudida emocional de lo nuevo de The War On Drugs.

Lo que estoy tratando de NO escribir, de todos los modos posibles, es que creo que me estoy haciendo mayor. Aquella música contra la que tanto luché es justamente la que aparece citada, una y otra vez -y con toda la razón del mundo- en todas las críticas que van a apareciendo a propósito de la última maravilla salida de la mano de Adam Granduciel. Aquellos nombres, aquellos grupos contra los que blandí mi probadísima capacidad para sentenciar, mi habilidad para la descalificación, se aparecen ahora en mis peores pesadillas en la forma de terribles remordimientos, embozados en una oscura capa de dudas y arrepentimientos: espera, un momento ¿no había producido Mark Knopfler el “Infidels” de Dylan?… ¿A lo mejor me precipité al regalar el CD de “Making Movies” que mi padre me dio, porque a él a su vez  se lo había regalado no se quién?… ¿Soy yo el que está moviendo el pie al ritmo de “Walk Of Life“? Me resisto a creerlo, pero demonios, si aquella música  de la que tanto despotriqué en su momento, me entusiasma ahora del modo en que lo hacen las canciones del ex-compañero de Kurt Vile, entonces debería empezar a considerar la idea de empezar a darme cabezazos, por burro, contras las esquinas, o admitir el doloroso hecho de que me hago mayor más deprisa de lo que esperaba: no sé qué es peor.

Poco puede añadirse a lo que se ha dicho ya sobre el excelso “Lost In The Dream“. Que es uno de los mejores discos que vamos a escuchar en este 2014 es algo que está fuera de toda duda. Que la trayectoria de la banda de Filadelfia es algo que roza lo paranormal, un punto sobre el que existe un cierto consenso entre la crítica seria; que es uno de mis grupos en activo favoritos, quizá una cuestión más personal, pero de cualquier forma, una absoluta certeza. Así que si no queréis perder mucho el tiempo, iros directamente al final del post:  os ahorráis así el despliegue de adjetivos laudatorios y parabienes, y directamente le dais al botón de reproducción. Si pese a la advertencia, aún estáis dispuestos a seguir leyendo, entonces tendréis que empezar por hacerlo con cosas como que no tengo tan claro que prefiera este disco al anterior “Slave Ambient“, como mucho se ha repetido por ahí: los dos álbumes son soberbios, aunque quizás en el proceso de depuración de la fórmula que ha ocurrido entre un disco y otro, todo lo que se ha ganado en punch se ha perdido en cohesión. Lo que quiero decir es que los singles de The War On Drugs nunca me han parecido tan claros como los que despuntan en este último largo, pero sin embargo me sigue fascinando la estructura unitaria de aquel disco de 2011, con todas aquellas canciones fluyendo como un río de lava entre vapores sulfúricos. No es que el estilo haya cambiado tanto de uno a otro, al fin y al cabo, pero alguna diferencia sí que hay.

Veamos: Granduciel empieza vistiéndose por los pies. “Under The Pressure” se alarga en su final con un epílogo ambiental que convertiría al tema en perfecto cierre del disco (Paradójicamente, a la última de las 10 canciones que lo conforman casi podría decirse que le ocurre justamente lo contrario), y, sinceramente, con esto se acaba el capítulo de ¿objeciones?. Más bien, diría que son ganas de buscarle fallas a algo que es fastidiosamente redondo, me temo, y es que lo sucedido entre una y otra pista (pero qué mal acostumbrados nos tiene este chico a la excelencia) sólo puede calificarse como extraordinario.

De “Red Eyes” ya hemos hablado, y muy bien, en estas páginas: quizá ha llegado el momento de reconocer que ese puesto 17 en mi lista de canciones favoritas del año (justo a las puertas de la entrada del Olimpo) vino refrendado por la certeza de que este disco de 2014 nos había de deparar aún muchas alegrías, tal vez mayores aún que la de aquel primer sencillo de avance. No estaba equivocado, y de hecho sólo voy a referirme a las que considero cumbres de este álbum: de atrás hacia adelante, nos encontramos con “Burning“, la perfecta canción rock que Bruce Springsteen lleva años buscando, al menos desde “Dancing In The Dark“. La referencia al boss is ineludible, y quizás en este disco sea en el que aprecio un mayor desequilibrio (a favor del de New Jersey) en la receta que  Granduciel lleva años perfeccionando, y cuyo otro ingrediente principal era Dylan. Esto se compensa puntualmente en otro de los temas sobresalientes del disco, ese mayúsculo  “Eyes To The Wind” que sencillamente resultaría inconcebible sin las enseñanzas del genio de Duluth: probablemente, no excesivamente original, pero bonita es decir poco.

Y acabo ya, como alguno habrá deducido, con la que a día de hoy (insisto: a día de hoy, ya se sabe lo que pasa con los discos gigantes) es mi tema favorito del álbum. “An Ocean In Between The Waves” guarda más de una semejanza con la mencionada “Walk Of Life“, y es uno de los temas en los que más le luce al de Filadelfia la exposición al rock de radiofórmula de los ochenta, quizá el aspecto que más se ha perfilado con respecto al material anterior. Lo que en otras manos hubiera resultado indigesto, aquí resulta excelso: Granduciel tiene la capacidad de superar la referencia a un sonido no siempre apreciado, para mostrar la enormidad de las buenas canciones. En fin, dejo para vosotros el descubrimiento de temas increíbles como la pista titular o (lagrimilla) ese baladón llamado  “In Reverse“, pero dejadme que os diga que ahora se os vienen encima -como si no lo supierais ya- algunos de los minutos musicales más excitantes (ese es el término preciso) que vais a escuchar este año. ¿Knopfler y “excitante” en una misma frase? Pues, yo soy el primer sorprendido, sí: siete minutos y once segundos en los que las guitarras horizontales de Dire Straits parecen sacudirse, electrizadas sobre una galopante línea de bajo; siete minutos y once segundos de maravillosa nostalgia, un verdadero relámpago en sepia que se remata con la épica de unos teclados asombrosos y la sensación agridulce de que, después de esto, muy, muy difícil lo van a tener The War On Drugs para gustarnos más.

Run away, I’m a travellin’ man
Been working every day
I watch you as you hesitate
Walking through the rain

I bet against the company again
They tried to redefine
Everything that I know and love
Gotta know you’re mine

Feel the way that the wild wind blows through the room
Like a nail down through the heart
That just don’t beat the same anymore
That might as well be gone

I’m in my finest hour
Can I be more than just a fool?
It always gets so hard to seem bright
Before the moon

Far away ma, there’s a black sun risin’ overhead
There’s a moon through the midnight rain
How can I surround myself in time and time again?
How can I be free?

Just wanna lay in the moonlight
See the light shine in, see you in the outline
It never gets too dark to find
Anybody at anytime

I’m at the darkened hillside
And there’s a haze right between the trees
And I can barely see you
You’re like an ocean in between the waves

Publicado en: RevelacionesEtiquetado: 2014, Bruce Springsteen, Dire Straits, Lost In The Dream, Rock, Secretly Canadian, The War On DrugsEnlace permanente5 comentarios

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