Revista Cine

Análisis de "Bus Palladium" (el film rock francés de 2010)

Publicado el 25 enero 2011 por Fimin

Lucas, Manu, Philippe, Jacob y Mario son grandes amigos desde la infancia. Tienen talento y esperanza. Sueñan con la música y con la gloria. El éxito de su grupo de rock, Lust, es cada vez mayor, pero las aspiraciones de sus miembros ponen en peligro su futuro en común. La llegada de Laura a sus vidas amenazará un poco más este frágil equilibrio.

Esta es la historia de un director de cine que hizo una película que no dice nada. Porque a veces pasa que quien tiene la idea, no tiene los medios, y quien tiene los medios, no tiene las ideas. El caso de Christopher Thompson parece más próximo a la segunda opción. Porque Christopher Thompson también quería tener su película sobre la música, la juventud y los sueños rotos ¿Y quién no quiere tener bajo su firma una película de esas?

Lo que Christopher Thompson nos cuenta en esta película ya lo había dicho Elia Kazan en su Esplendor en la hierba(1951), lo dijo J. L. Godard en su Simpathy for the devil(1968), Dennis Hopper en “Easy Rider” (1969), Oliver Stone con The Doors (1991), B. Bertolucci con “Soñadores” (2003), Gus Van Sant en Last Days (2005) y de los locales tenemos a J. M. Nunes con Gritos a ritmo fuerte (1984) entre otras, y vaya si existen diferencias entre Bus Palladium y todos sus posibles antecedentes.

Y es que ya no sentimos nada con la vida de un grupo de jóvenes que vive la vida loca, no envidiamos su música ni sus teatrales borracheras, ya no nos importan sus furgonetas y sus experiencias sexuales, nos importa muy poco sus problemas amorosos repletos de combinaciones predecibles y desenlaces de manual, y tampoco sus baratas reflexiones sobre la vida, porque ¿Qué vida es esa? ¿Dónde vemos en esta película un libro? ¿Dónde una experiencia real y duradera de lo que es la juventud? ¿Dónde la experiencia estética cuando lo que quieres gritar lo haces a través de un instrumento? ¿Dónde oímos realmente, en esta película, una canción?  

Análisis de

Y Christopher Thompson quería tener una película de esas, entonces pidió dinero en casa y se fue corriendo a comprar uno de esos libros que se suelen llamar “Como hacer cine” o “Escribe tu propio guión”, uno de esos libros de 200 o 300 páginas que hablan de todo menos de cine, y también una plantilla temática, una plantilla funcional que te dice como hacer tu película si tu película va de jóvenes o de música o del amor. Y entonces fue y la hizo. Buscó a los actores cuidadosamente, encontró las localizaciones que imaginó y contrató el mejor equipo material pero, ¿Qué se olvidó Christopher Thompson? ¿Por qué su película no dice nada si es del palo “24 hour party people” (Michael Winterbottom, 2002) o “Nine songs” (Michael Winterbottom, 2004) Pues yo creo que en “24 hour party people”, más allá de la música todavía nos queda el humor a falta de una época, y en “Nine song” el sexo explicito y la Antártida, pero en “Bus Palladium” no tenemos eso, no se ofrece nada más allá, no existe una temática periférica y constante que enriquezca una historia contada mil veces. Aquí el servicio militar es una anécdota, las familias desestructuradas un decorado, aquí los deseos de comerte el mundo son el juego etílico de una noche, las mujeres son floreros, la droga es ociosa e incluso la muerte, la experiencia de la muerte en la juventud, es sólo una línea en el guión. En “Esplendor en la hierba” tenemos a W. Wordworth además de la juventud, en “Simpathy for the devil” lo documental además de la ficción, en “Easy rider” el viaje además de la droga, con “The Doors” todavía la curiosidad, en “Soñadores” lo político de un sueño, en “Last days” el silencio además de mito y en “Gritos a ritmo fuerte” la proximidad además del ruido, ¿Pero aquí? ¿Qué tenemos en “Bus Palladium” además de los instrumentos, además de la edad y las mujeres?

Pero si todavía buscamos algún motivo para vernos realizados, de alguna manera, en la hora y media que dura la película de Christopher Thompson, siempre podemos recordar lo que dijo el escritor Thomas Bernhard en su novela “El malogrado”; “Todavía hoy siguen existiendo profesores igualmente buenos e igualmente malos, sólo de los alumnos depende aprovechar a esos profesores para sus fines con una falta de escrúpulos máxima. Ni siquiera depende de la calidad de nuestros profesores, depende de nosotros mismos, porque, en definitiva, también malos profesores han producido una y otra vez genios”.

Ariel Fernández Verba


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