Revista Ilustración
Tragué la última uva de la tierra
y supe que el año no pasaría desapercibido,
querías Revolución y aquí la tienes, dijiste
Las noches incompletas se fueron cargando
como intersticiales de una página web,
hasta disfrutar de la navegación al completo,
de la música más dulce de cuantas músicas
pude elegir en Spotify
Nos unió el Facebook y el Océano Atlántico,
el chat y el atardecer achampanado
sobre el agua y los hoteles de temporada
Las carreteras cumplieron su cometido
y nos llevaban y traían,
pero la única carretera que deseaba
llegaba hasta tu casa
y allí detuve mi coche, apagué la radio
y cerré los retrovisores
No tengo a donde ir, pensé,
cuando en realidad insinuaba
que no quería ir a ningún otro sitio:
cajones de madera, electricidad,
campana extractora y puertas de nevera/
tablón de anuncios
No escuché el concierto de año nuevo
ni los saltos de esquí de La 2,
me recluí en el sueño, en los billetes de 5 euros
y los neones de la noche más larga del año
deslizándose delante de mis ojos,
a bordo de un taxi que nos acercaba un poco más
Soñé con los ascensores y el color rojo,
el encaje suave y pegajoso de mi lengua,
el hambre, la necesidad,
el telón que finaliza la obra,
los camerinos
y la función aun por empezar
El día en que tuve miedo de perderte
supe que te quería:
escribí salmos y oraciones
y aumentó mi fe