Revista Ilustración

Anexo poético sobre whatsapp #2

Por Davidrefoyo @drefoyo

ANEXO POÉTICO SOBRE WHATSAPP #2
Sucede que se me ha alegrado el día, coño Extremoduro

Las piedras ya no hablan
y yo no tengo mucho que decir,
enciendo un cigarrillo y miro al arcén,
a la Guardia Civil agazapada esperando un renuncio.
Admiro a quienes son capaces de sobreponerse,
de avanzar con rumbo certero
y desdecir a la muerte y a la desesperanza,
Ronald Koeman en muletas
en aquel vídeo pre Copa de Europa,
Cobi no pertenecía al catálogo de Frigo
y Jesús Gil desconocía la existencia de Tele 5:

en beneficio de todos.
Llegó el baloncesto y las miradas furtivas,
abrí la puerta del colegio y para observar el mundo,

las salas recreativas, los besos en las escaleras de atrás
y las primeras cervezas.
El intercambio de números de teléfono llegó después.
Una noche de frío áspero y cortante,
los autobuses caminaban en silencio
y no escuchaba música, ni palabras;
escuchaba su voz, la noche antes,

la desgarradora cicatriz de lo que quedó de mí
aquel sábado.
No toqué la guitarra
ni deseé pintar un cuadro,
sólo conseguir tu número de teléfono
para volver a verte.
Conocí todos los baños públicos de la ciudad,
los bares a los que no iba nunca se relacionaron
con mi agenda, con la voluntad etílica
de mis acciones callejeras
y la casualidad no era sino el nombre que dimos
a las pequeñas cosas que queríamos hacer.
Después todo se precipitó y nos hicimos viejos,
corrimos desesperados hacia adelante,
tratamos de poner tierra del por medio
y quemar la estepa para que nuestros alemanes interiores
no pudieran avanzar por el invierno de las venas,
colapsadas,
quizá equivocadas

y tristes.
Dibujé un Ché Guevera sobre mi espalda
y practiqué la revolución,
escaramuzas breves y mensajes concisos,
claridad de ideas,
seguridad en las acciones:

delirium o propaganda, quién lo sabe.
Ahora conduzco por la autovía hacia A Coruña
y miro al arcén:
entre mis ojos y el suelo estás tú,
sentada a mi lado,
trabajando el Whatsapp y la sonrisa perenne.
Entonces miro al frente, me coloco detrás de un camión a 70
y no pienso adelantarlo,
no tengo ninguna necesidad de acelerar lo que está pasando:
las líneas blancas, los pueblos vacíos de Castilla,
tu amor
y mi precisión para bajar la mano,
tocarte la pierna
y sonreír sabiendo que la red de carreteras
puede ser interminable.

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