¡Cómo se nota que ya ha empezado la rutina! Cada vez me queda menos tiempo para escribir tanto para mí y como para vosotros: alumnnos, clases, lecturas...
Mis anhelos y mi fantasía buscan un lugar dónde establecer su residencia. Es decir, buscan un lugar en concreto en el que ambientar sus historias.Desde muy joven la morada idónea para ello había sido la Edad Media. Imaginaba allí a mis mundos y a mis personajes: Trovadores que cantan sus anhelos secretos de forma melancólica por las calles acompañados de su laúd, bailes cortesanos, reyes en sus tronos, muertes dramáticas, desmayos, promesas sin cumplir, promesas cumplidas, finales felices, nostalgias, arrebatos, sentimientos en estado puro, lujosos vestidos, largas cabelleras adornadas con margaritas y coronas, caballeros que salvan a damiselas en apuros, damiselas que salvan a caballeros en apuros, parajes de ensueño con sus verdes valles y prados teñidos de lluvia, castillos… en fin, ¿Argumentos románticos decimonónicos acontecidos en épocas medievales? ¡Anacronismos!: ¡Fantaghiró, Sheskespeare in Love, Casanova, Ivanhoe, Robbin Hood, La princesa prometida, etc, etc, etc…. tienen la culpa de este engaño! La época idónea, sin duda, había de ser la época en la que el romanticismo afloraba detrás de cada esquina en medio de una sociedad donde la galantería hacía acto de presencia por doquier, dónde las damas distinguidas tocaban el piano en la reuniones, dónde se leía al calor del fuego, donde se recibían galantes cartas postales selladas con cera roja, dónde las enormes casas de campo eran el escenario de mil bailes distinguidos y presentaciones en sociedad, donde los caballeros recogían los pañuelos de las damas después de besarlos con devoción…Sólo tengo un intento de novela corta de amor titulada: Historia de una promesa, y justamente está ambientada en la Edad Media, época que me fascinaba, como ya he dicho, hasta… que me aficioné a las películas ambientadas en la época romántica, tales como: Mujercitas, (pero la versión de 1949), siempre me instaba a querer parecerme a Jo y ser una escritora testaruda, Cherí, me hacía querer vestir con aquellos harapillos y creer que nunca se es demasiado vieja, El conde de Montecristo, que me hizo ver la fuerza desmedida del paso de los años, Alicia en el país de las Maravillas (versión de 1972),que me impulsó a escribir, con Ana de las Tejas Verdes, (aunque se ambiente a principios de s. XX) el frenesí se agudizó y entonces quise vivir en Avonlea, Orgullo y prejuicio, Jane Eyre, pero la versión de 1996, Las cuatro plumas, El húsar en el tejado, La edad de la inocencia, etc etc etc….Cuando sucedió esto ya casi seguro que estaba convencida de que mi época habría sido la de el s.XIX donde, sin duda, encajarían a la perfección lo descrito en el párrafo anterior y muchas más cosas emocionantes como: los peinados imposibles, delicadeza, elegancia, refinamiento, al menos aparentemente, los bailes, la asistencia a la ópera, los vestidos en color crudo, los secretos de familia, las historias de amores imposibles que acaban siendo posibles, los malentendidos que conllevan un sinfín de enredos, miles aventuras inimaginables y damas jóvenes distinguidas, rompedoras y revolucionarias que luchan contra las normas sociales del momento.
El saber de la existencia de los libros de Jane Austen, en especial del libro de La abadía de Northanger, me supuso un tremendo fogonazo interior. Ya lo he leído dos veces y aún retumba en mi cabeza y me sigue “saludando” desde la estantería aguardando el momento de que vuelva a leerlo. Una historia espléndida. Una historia llena de un realismo fantástico, aunque suene incongruente. Me sentí totalmente identificada con la protagonista y seguía su vida a lo largo y ancho de las páginas con total interés. Catherine Morland, es descrita como una muchachita de imaginación desbordante, imbuida siempre en su mundo de fantasías a causa de los libros, con total desconocimiento de la crueldad mundana, con su inocencia angelical y su pureza de espíritu (que si bien, nunca deben faltar) y con suerte, ¡vaya que si bendije su suerte al saber que había sido invitada a acompañar a los Allen a Bath!, porque de esa manera fue presentada debidamente en un baile (como no) a Mr. Tilney, un caballero de esos comprensivos, misericordiosos, galante, caballeroso, distinguido, con un aire misterioso y unos ojos y una planta que quitan el hipo.Sospecho que después de tantos años, voy a aficionarme a leer a esta gran escritora, cuyas adaptaciones cinematográficas de sus libros me dejan acongojada y llena de emoción. Quizás pueda algún día escribir historias como las de ella… pero de momento creo que leer es la mejor opción, como siempre, porque leyendo muchos de sus libros quizás pueda hacerme pasar momentáneamente por una damisela de esas que tanto me gustan, como ya me ocurrió en el viaje a Bath.El caso es que ya he hecho mudanza de anhelos y fantasías desde la Edad Media hasta al s. XIX que ni Doc Brown, y creo que he establecido allí mi residencia fantástica definitiva, le guste o no a Woody Allen.