En el anterior post mencionamos que el Coliseo se había construido sobre el antiguo lago artificial de la Domus Áurea, el palacio de Nerón, que era el emperador del momento en Roma.
Hoy me gustaría hablaros del gran incendio que asoló Roma mientras estaba Nerón en el poder y al que muchos culparon del mismo.
El 19 de julio del año 64, el emperador llevaba ya una semana en Antium, junto al mar, trataba de refugiarse de la canícula y del calor sofocante de Roma. Apenas había amanecido cuando llegó a la villa un correo a galope tendido, traía nuevas de la capital, Roma era presa de las llamas, y el propio palacio de los césares también ha empezado a arder!. Inmediatamente se ensillaron los caballos y los cincuenta kilómetros de distancia se cubrieron en 4 horas más o menos. Antes del mediodía el mismísimo Nerón se encontraba en el lugar del desastre.
Y lo que vio ante sus ojos era espantoso, no hay nadie mejor para describirlo que Tácito.
El incendio comenzó en la parte del circo contigua al monte Palatino y al monte Celio. En este lugar, los almacenes estaban abarrotados de todas las materias aptas para alimentar las llamas. El fuego, violento desde su inicio, al ser impulsado por el viento envolvió en un momento toda la longitud del circo, donde no había ninguno de aquellos palacios protegidos por sus cercas, como tampoco ninguno de aquellos templos aislados por sus muros; es decir, no había nada que pudiese hacer de cortafuegos o retrasar su avance. El incendio arrasó todo lo que estaba a su nivel primero y luego se lanzó hacia las alturas, tenía facilidad por las concentraciones enormes de viviendas y las calleguelas angostas e irregulares propias de la Roma antigua. Los lamentos y los gritos aterrorizados de la mujeres, niños y ancianos, y el caos organizativo fueron un impedimento para la ayuda. El incendio era demasiado rápido y violento, y estaba demasiado extendido para que se pudiese pensar en apagarlo. Sólo cabía procurar rodearlo, se actuó con tanto afán que, al finalizar el segundo día, pareció que disminuía su intensidad. Pero al amanecer de la tercera mañana las llamas se habían redoblado, e incluso habían vuelto a brotar en distintos puntos. Esta prolongación del incendio hizo que hasta el séptimo día no fuera posible dominarlo.
Las malas lenguas, o las leyendas nos pintan al emperador asomado a un balcón tocando la lira, pero nada más lejos de la realidad. Desde su llegada, el emperador adoptó las primeras medidas, ante todo dio las órdenes necesarias para combatir el desastre y se aseguró de su cumplimiento. Al mismo tiempo, se ocupó de su palacio que también estaba afectado y con la máxima celeridad hizo evacuar las obras de arte que todavía podían ser puestas a salvo. Una vez hecho esto se dedicó a socorrer a la multitud de siniestrados, según Tácito, les abrió las puertas de sus jardines e hizo construir rápidamente unos barracones para albergar a los más desvalidos. Durante aquellos siete días terribles, no hay duda alguna que hizo todo lo humanamente posible para ayudar a sus conciudadanos.
El fuego se inició en el gran Circus Maximus, que era una construcción inmensa, mucho mayor que el Coliseo, puesto que tenía 650m de longitud y un aforamiento para 300.000 espectadores. El punto de partida de la catástrofe estuvo situado exactamente al fondo de la depresión que se extendía entre las dos colinas más centrales, el monte Palatino y el monte Celio. Como brotó debajo del Palatino, el fuego escaló inmediatamente los puntos más bajos de éste. En la parte superior del Palatino arrasó las residencias imperiales y desde allí descendió de nuevo hacia el Forum, para remontar de nuevo en dirección al Quirinal, el Viminal y el Esquilino. Toda la parte central de Roma fue presa de las llamas, lo único que se salvó fue la periferia. El gran Circo quedó destruido casi por completo, la superestructura no era más que un montón de vigas calcinadas, pero la parte inferior, construida con cantos rodados, resistió de modo que el conjunto del monumento pudo ser reparado en seis meses. El Capitolio quedó prácticamente ileso, en cambio el interior del Foro sufrió tremendos desperfectos.
En el Palatino, el conjunto de las residencias imperiales quedó también muy afectado. El Pabellón de Livio y el de Tiberio pudieron salvarse, el templo de Apolo Palatino solo sufrió daños parciales. En cambio la antigua morada de Augusto, la Domus Augusteus quedó totalmente destruida, el palacio de Nerón corrió la misma suerte.
Después de tanto sufrimiento vinieron las preguntas y la búsqueda de responsables, aquel incendio forzosamente había de ser provocado. Pero ¿Quién podía ser ese alguien? la opinión publica buscaba un culpable y había que encontrarlo y pronto. La tradición asegura que la población de Roma acusó de inmediato a los cristianos. Pero hay que recordar que en ese momento en Roma no había choque de religiones, se permitían celebrar a la luz del día todos los cultos, incluso los más extraños. El choque con los cristianos no se produciría hasta mucho más tarde, a partir de la segunda mitad del siglo II. Por aquel entonces para los romanos, los cristianos no se diferenciaban en mucho de los judíos, el problema es que a los judíos sí que les tenían manía, así que lo sucedido conllevó una ola de antisemitismo. Otra teoría dice que fue el mismo Nerón el que acusó a los cristianos para ocultar su propia culpabilidad. Y por último otros que acusaron a los cristianos del incendio fueron los mismos judíos para desviar la ola de antisemitismo que estaban sufriendo, o para dar rienda suelta a rencores personales.
forzosamente la represión debía estar a la altura del "crimen" cometido, y desde luego fue espantosa, llegando a ser represión brutal, corta en el tiempo pero violenta a más no poder, al final fueron ajusticiados unos quinientos cristianos.
Así que explicación plausible podemos tener, si no fueron ni Nerón ni los cristianos. Pues que fue un accidente, la ciudad ya había sufrido varios incendios. En el año 64 Roma era una ciudad peligrosísima si había incendios, la mayoría de las casas construidas eran de madera, situadas en callejuelas angostas, y pobladas por numerosas tiendas habitadas por familias en las que los depósitos de aceite se encontraban junto a los brasero que calentaban las viviendas. El incendio estalló el 19 de Julio, y todos los que hemos visitado Roma en verano, sabemos lo que significa, el calor suele ser insoportable. El fuego prendió en las tiendas diseminadas a lo largo del Circo, estos tenderetes ocupados mayormente por comerciantes sirios, tenían cobertizos de materiales combustibles, y disponían de hornillos donde cocinar lo que se vendía. Con sólo que el viento soplase un poco ya estaba liada.
Hay que recordar que hubo dos incendios en uno, el primero al tercer día parecía más o menos controlado, pero al cuarto se reavivó. Este nuevo incendio si que debió ser intencionado, ya que se reanudo en diversos focos y además se habían visto a individuos sospechosos portando antorchas. Estos individuos podrían ser saqueadores que querían sacarle provecho al incendio, o esclavos dispuestos a vengarse de sus captores, no sería de extrañar de que entre ellos se encontrasen algunos cristianos exaltados, que acabarían siendo denunciados por los judíos, temerosos de que hubiera una nueva oleada de antisemitismo, si acusaban a otros desviaban las iras de la muchedumbre contra ellos.
La verdad es que a raíz del incendio, a Nerón se le ocurrió un nuevo plan urbanístico dentro del cual decidió que ya que se le había quemado su palacio, era importante construirse otro, así que se decidió por algo adecuado a sus gustos y estatus, que cumpliera sus expectativas, la Domus Aurea es decir la Casa Dorada. La casita era de todo menos menos sencilla, era imponente, inmensa, decorada con gran lujo. Era un complejo impresionante, lo malo que para sufragar los gastos de su construcción Nerón decidió aumentar los impuestos de las provincias imperiales. Era la construcción más formidable y cara de todas las obras imperiales que se habían hecho hasta ese momento. Se trataba de un palacio de oro, decorado con piedras preciosas, marfil, con salones cuyos techos se podían abrir para que cayeran pétalos y perfume durante las fiestas que organizaba el emperador (si queréis ver como era clickar en este enlace). Ante tal dispendio el pueblo montó en cólera, y empezó a circular el rumor de que el mismísimo emperador había tenido parte en el incendio. Así que Nerón para desviar las acusaciones sobre el incendio, acabó culpando también a los cristianos tal y como habían hecho los judíos.
Lo malo es que esta acusación y las ejecuciones que le sucedieron dieron paso a que doscientos cincuenta años más tarde se produjeran las espantosas persecuciones de la comunidad cristiana.
En resumen que si un vendedor sirio no hubiese cocinado su cena en el hornillo de su tenderete cercano al Circo, y no se hubiera levantado un vientecillo impertinente, no se habría producido un incendio que posteriormente habría dado pie a la persecución religiosa de 250 años después