Desde que en 2015 Sean Baker fascinará a muchos con Tangerine, una película rodada con un Iphone y con dos prostitutas transexuales afroamericanas como protagonistas, sacudió desde dentro el cine independiente norteamericano convirtiéndose en su máximo exponente internacional. A partir de entonces se ha convertido en una constante en los mejores festivales de cine del mundo, como en Cannes en donde este año logró ganar la Palma de oro a la mejor película en su segunda participación en la sección oficial. En pocos años su carrera y sobre todo su visión del cine, protagonizado siempre por la clase social más desfavorecida y su fijación por retratar la subcultura de los llamados white trash, son una constante y su máxima representación cinematográfica, cómo si solo en las desgracias encontrase la necesidad de contar una historia (dramática) con perdedores o incluso seres patéticos como protagonistas para llenarlo de comedia negra, siendo Anora no solo su mejor película, sino también su acercamiento al público más generalista con una historia más amable y reconocible hasta el momento.
A todos nos gustan los cuentos de hadas, porque al fin y al cabo todos hemos crecido con ellos en mayor o menor medida, siendo quizá La Cenicienta, el ejemplo más popular, por ser esa joven huérfana y desafortunada que trabaja esclavizada para su malvada madrastra, hasta que un buen día un príncipe encantador la convierte en su esposa y la saca de la pobreza y de su mundo, para ser por fin una princesa. Esto es algo que por supuesto se ha llevado al cine en muchas ocasiones, siendo considerablemente el ejemplo más popular el de la Pretty Woman de Julia Roberts dirigida por el desaparecido Garry Marshall. Una de las muchas razones por las que Pretty Woman fue un éxito arrollador en su momento es porque era honesta y hablaba de una realidad palpable por el público, pues en 1991 todxs hubiésemos querido ser rescatados de nuestras vidas mediocres por Richard Gere y que éste nos llevase de compras por todo Rodeo drive para gastar una cantidad indecente de dinero. Ahora, algunas décadas después, el cuento ha cambiado en cierta forma, pero en el fondo sigue siendo el mismo. Sean Baker usa nuevamente la realidad de las trabajadoras sexuales y las bailarinas eróticas para hablar de ese sueño de grandeza más allá de un club nocturno y del Onlyfans, para contar la historia de Anora, una joven huérfana de 23 años que trabaja en un club nocturno y un buen día se le presenta un príncipe ruso dispuesto a cambiarle la vida y darle todo aquello que siempre había deseado, y creedme, no es precisamente poco lo que ella ansiaba tener.
Sean Baker no pretende reinventar la rueda, de hecho referencia abiertamente Pretty Woman y a La Cenicienta en varios momentos de su película. Anora es la representante generacional de una actualización de un cuento de hadas y de una historia de amor tan actual como auténtica y tan dolorosa como solo lo es el primer amor. La joven y talentosa Mikey Madison interpreta a Anora iradiandiando un carisma y un brillo de nivel estratosférico en una agridulce comedia romántica que contiene ecos del mejor Woody Allen en una disparatada trama de encuentros y desencuentros de la joven Anora y la familia de Vanya, un joven y alocado heredero de la burguesía rusa que decide casarse con su prostituta favorita en Las Vegas y vivir así una interminable luna de miel de excesos y desenfreno.
Anora funciona como advertencia de que el amor duele y como representación contemporánea de una realidad generacional repleta del descaro habitual del cine de Baker. Aunque en esta ocasión (quizá gracias a su sensacional protagonista) su película resulta especialmente luminosa y encantadora. Su relato de una Cenicienta moderna es auténtico y coherente con el mundo y el momento en el que vivimos y en parte por eso también el film nos roba un pedacito de corazón que justifica mucho una muy digna y atinada Palma de oro.
A la protagonista Mikey Madison la acompaña también un sensacional nuevo descubrimiento Mark Eidelshtein como ese inmaduro príncipe ruso que le promete una vida de ensueño a su nueva esposa, aunque sea con fecha de caducidad muy cercana. Anora funciona a todos los niveles. Es una película verdaderamente entretenida y por momentos muy divertida y muy clásica, pero su sensacional uso de la música y el montaje hace de ella una joya actual y reconocible por toda una generación que se verá representada y confrontada cara a cara con sus miedos e inseguridades para dar como resultado una sorprendente y conmovedora película sobre una prostituta que sueña con una vida mejor, aunque una parte de ella jamás se repondrá después de todo lo que le ocurre a lo largo de la película, un poco como el público después de salir de la sala de cine.
Otra de las virtudes de esta pequeña joya destinada a ser un clásico contemporáneo, es el de un guión perfectamente bien escrito que nunca juzga ni compadece a su protagonista. Sean Baker no mira a Anora desde la condescendencia de la clase alta normativa ni mucho menos, se siente y se palpa como muy a pesar de las circunstancias y avatares de su vida, se la trata con una dignidad admirable que se traduce incluso en un empoderamiento muy auténtico de un personaje que a pesar de ser una trabajadora sexual, está escrita desde la capacidad y el derecho a decidir por sí misma y eso engrandece mucho la moraleja del film, pero sobre todo a Mikey Madison quien tiene entre sus manos un maravilloso regalo de personaje con el que hace auténticas maravillas.
Título original: Anora Director: Sean Baker Guión: Sean Baker Fotografía: Drew Daniels Música: Matthew Hearon-Smith Reparto: Mikey Madison, Mark Eidelshtein, Yura Borisov, Aleksey Serebryakov, Darya Ekamasova, Ivy Wolk, Lindsey Normington, Karren Karagulian, Vache Tovmasyan, Distribuidora: Universal Pictures Fecha de estreno: 31/10/2024