Pueden autoengañarse si lo desean, pero el espectáculo del fútbol no es más que un negocio que enriquece a unos pocos y empobrece aún más, por dentro y fuera, a las masas pobres
Si en mi ciudad existiese una famosa entidad dedicada al encaje de bolillos, con miles de seguidores y enorme arraigo local, que saltase a más altura social, sinceramente me daría igual [la hay; que no me afeen esas señoras el ejemplo]. ¿Por qué? Pues porque quien desde aquí bloguea pasa amplísimamente del encaje de bolillos. Lógica esta expresión de desapego y, por tanto, fácil de entender. Pues el mismo razonamiento puede aplicarse para explicar mi indiferencia ante la subida ayer del Sporting de Gijón a primera división. Mentiría si dijese que me hace feliz o que me alegra la pestaña. NI frío ni calor, solo estupefacción, una vez más y hasta que me muera, ante el fervor que el espectáculo futbolístico (no me lo llamen deporte, porque de lo que estamos hablando no lo es) desata en la gente de todo pelo.
El encaje de bolillos no me gusta, pero el fútbol me disgusta (por utilizar un eufemismo). Esta desafección que podría deberse a la falta en mí de un cromosoma que en la sociedad viene de serie, me convierte en un bicho raro y hasta poco simpático. Qué le vamos a hacer. Por si hubiese algún pájaro extraño más de estas plumas por ahí volando, comparto este antipost, en mi línea de «hacer amigos». También los antifutboleros existimos, como los antitaurinos, pero tengo la impresión de que los segundos caen majetes, por eso de la vena animalista, cuando los primeros no son queridos ni en su casa.
Masas.
Prescindo de enumerar las emociones y pensamientos negativos que me suscita el espectáculo del fútbol. Tengo decenas con sus argumentos, of course. Los gustos, que van con los perfiles de persona, no se debaten. Al menos a mí me aburren esos debates. En cuestiones de gustos, me hastía convencer. Para qué. A ti te gusta, ¿sí? Pues a mí no y tan contentos, que para eso está la frase de «k-1 y la piragua».
Pero en esto de que el Sporting haya subido a Primera trascendemos el ámbito de los gustos y aficiones y llegamos hasta el evento gordo (parece), y por consiguiente, con derivadas serias en frentes varios. En clave de análisis extra-emocional, ¿qué beneficios reporta esto a mi ciudad y mi CCAA?
Está el cacareado favor que tener un equipo de fútbol en primera causa al sector servicios (hostelería y alojamientos e, incluso, comercio). Si los seguidores y los equipos de primera dejan más perrillas que los de segunda, pues bienvenidas sean. Irrefutable. Aupa.
¿Que vendrán las estrellas Real Madrid y Barcelona a jugar a Gijón? Pues aquí entramos de nuevo en el terreno de las idolatrías. Para los forobos, será «la caña de España», pero para los ajenos al balón de reglamento mediático pues… a mí plin que vengan a mi casa, qué quieren que les diga. Si me preguntasen, pues famosos de otros sectores querría yo que viniesen y atrajesen focos a Gijón, que no el fútbol, que así nos luce el pelo. Marca España pura y dura, qué triste. Pero al pueblo, pues hay que darle lo que le gusta, ¿no? Y si no, pues miren el asco de tele que tenemos, con contenidos que dan pena, dolor y hasta diarrea y hasta atrás de seguidores están. Y qué me dicen de los famosos que hemos creado viviendo a cuerpo de rey gracias a nuestro clic de pantalla (tenemos todos en mente a esa mujer monstruo, sí; no la voy ni a mentar, que me dan náuseas). Gran nivel el de nuestra sociedad. Si la esencia de una persona está en sus intereses…. tela de esencias las nacionales.
¿Y qué pasa con los miles de gijoneses y asturianos que no tienen un chigre o un hotel? ¿Les va a mejorar la vida un equipo en primera? La respuesta es “como evasión”… Bueno, muy bien. Muy bien si evadirte es la forma de solucionar tus problemas. Si preguntan a los expertos… les dirán que no lo es. Que al toro hay que pillarlo por los cuernos, no hacerle ojitos al caballo cuando tienes al de Osborne enfrente.
Inquería yo ayer, ignorante de esta industria y negocio, que si a los abonados de El Molinón les subirán el precio de la pasta que pagan al año para ir a ver los partidos y me dicen que sí. Y lo seguirán pagando, claro. Me parece estupendo que quien tenga parné para afrontar ese peaje y otros mil en otros frentes personales, lo haga, pero ay, amigo, la de centenares de personas que están destinando un dinero que no tienen a ese abono en los tiempos flacos que corren. Dinero que se quita a montones de actividades también de ocio, si de eso estamos hablando, que se me antojan más educativas y enriquecedoras, para sus familias y para ellos mismos, mejor alimento que ver a unos señores en pantalón corto corriendo detrás de un balón y a otros sentados a tu lado soltando improperios y demostrando la riqueza de tacos de su vocabulario (y el nene allí, muy pedagógico, sí señor, eso de llevar a los niños el domingo al fútbol). Que no me convencen. Con ese dinero, le pagan al niño unas clases de lo que sea o lo llevan al parque o a patinar, o a coger castañas, que mejor será que estar sentado en esa grada, o se marcan un viaje… será por alternativas más edificantes para el interior.
Porque al final, que se autoengañen miles de personas, qué digo miles, millones, si quieren, pero el fútbol no es más que un negocio muy lucrativo, que da dinero a unos pocos. Al pobre forofo de la grada y el grito en el chigre no solo no le enriquece, sino que le cuesta.
Me da pena. Me da pena que buena gente se vaya a empobrecer un poco más. Y me da rabia, mucha rabia, que los ricos sean más ricos a costa de esos adictos de buen corazón y vida perra, que pasan de generación a generación. Y así seguirá la cosa, porque el marketing del fútbol está chupao: no tienen batalla que ganar esos profesionales; nadie a quien convencer, que ya sus destinatarios lo están de antemano. Quienes acuñaron la expresión de «masas» para referirse al sujeto colectivo de comportamiento gregario, debían de estar pensando en el público del fútbol.
Estaba valorando echar el currículo a esos marketinianos, pero después de este post… casi que no.