Aprovecho que el tiempo de terrazas aún colea y que el calor se dejará notar al menos unos días más para hablaros del Apartosuites Jardines de Sabatini. Tras un nombre peculiar a primera vista para ser leído en un blog de gastronomía se esconde uno de los spots más encantadores de Madrid.
Este pequeño hotel se ha renovado para ofrecer a huéspedes y visitantes una experiencia única. Lo consigue. Entrar aquí es como abrir una caja de sorpresas que no deja indiferente.El viaje en el tiempo que uno emprende en este establecimiento es mágico. Los sótanos del hotel, que ocupan el lugar de un antiguo concesionario, albergan la colección de coches clásicos más espectacular que se haya visto en mucho tiempo. Los vehículos, en perfecto estado, cuidados e incluso conducidos minuciosamente por su propietaria, Charo García, brillan a lo largo y ancho de dos enormes plantas a modo de recorrido por el último siglo. 
Son decenas. Desde el primer Ford fabricado en serie hasta un Cadillac de los 70 pasando por un Citroën de los años 20, Rolls Royce o una de las joyas de la casa, un impresionante Phaeton de la extinta Hispano Suiza. Cada vehículo acompaña a una época, y así se muestra en bellísimas fotografías seleccionadas una a una por Charo de los archivos del diario ABC 
Cada cliente alojado tiene derecho a una visita. Los que no sean huéspedes deben informarse previamente y aprovechar algunas jornadas puntuales de puertas abiertas, escasas debido fundamentalmente al valor de la colección y a que Charo disfruta guiando personalmente el recorrido, aunque le falte tiempo para ello, mostrando y palpando la esencia y curiosidades de cada coche, desde el interior al exterior.
Después de este fabuloso periplo, que encandila a amantes y desconocidos del sector, uno casi siente la necesidad de interiorizar lo que ha visto y disfrutar de la tranquilidad de otro espacio estrella del hotel.Con la espectacular visión de semejante parque automovilístico reciente, al subir a la azotea nos damos de bruces con una de las panorámicas más impresionantes que se ven en la capital. Tener el imponente Palacio Real y sus jardines casi al alcance de la mano no tiene precio, desde luego. La puesta de sol, a la espalda, tampoco.
La terraza, abierta al público mientras el tiempo lo permita, ofrece además de tal perspectiva un servicio de restauración plasmado en una carta breve, sencilla, deliciosa y muy económica. Verduritas en tempura, mini hamburguesas o fingers de pollo marinados son algunas de las opciones, presentadas con mimo, que pueden degustarse acompañadas de algunas referencias de vinos y estupendos cócteles y combinados.
El placer de disfrutar de todo en un ambiente relajado, lejos de rompedoras tendencias y público fashionista, aumenta el encanto que ya de por sí rebosa esta pequeña gran postal Madrid.
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