El reportero Tintin y su perro Milou intentan comprender las ventajas del crowdfunding.
A mediados de febrero, la Red Global de Periodismo de Investigación publicó esta suerte de guía sobre la utilidad de las plataformas de micro-financiamiento colectivo para proyectos periodísticos libres del condicionamiento de anunciantes y/o patrones de grandes medios. Más allá de la presunta novedad de los datos y consejos publicados, el artículo resulta interesante porque reconoce que ésta es una época difícil para el “periodismo serio” y porque, tal vez sin proponérselo, invita a (volver a) discutir sobre independencia y transparencia periodísticas.
“En tiempos en que los medios luchan por financiar al periodismo serio, cabe darle la bienvenida al advenimiento del crowdfunding” sostienen los autores del artículo antes de señalar las altas chances de que esta alternativa de financiación online resulte provechosa. De hecho, aunque la mayoría de los emprendimientos recaudan “montos modestos” (“no más de uno o varios miles de dólares”), éstos bastan para cumplir con el objetivo principal de autogestión.
Acaso para aumentar las expectativas de los lectores interesados en el tema, la nota también cita tres casos de éxito que recaudaron -cada uno- más de tres millones de dólares: Krautreporter en Alemania, De Correspondent en Holanda y El Español en España. Tras la mención de estos ejemplos inspiradores, empiezan los consejos para aprovechar al máximo el sistema de donaciones por Internet y los datos de las plataformas disponibles.
En la lista de sitios regionales aparece uno solo de origen latinoamericano: Idea.me. Algunos lectores de Espectadores lo recordarán por la cobertura que el blog le dedicó a la (fallida) experiencia de Osvaldo Bayer y Mariano Aiello con ése y otros dos servicios de micromecenazgo argentinos, cuando en 2014 buscaban donaciones para solventar la realización del documental Martínez de Hoz.
Es posible que éste sea un caso excepcional. En principio, son pocos los proyectos periodísticos que arrancan con una espada de Damocles como la que hace años pende sobre Macanudo Films (en 2011 los descendientes de José Alfredo Martínez de Hoz le reclamaron a la Justicia que ordene sacar de circulación otro film de la productora de Aiello).
Santiago O’ Donnell y Juan Salinas encarnan otro fenómeno que revela cuán difícil es esta época para los periodistas serios.
Aún así, el antecedente sirve para discutir las pretensiones de independencia y transparencia incondicionales que algunos fanáticos de Internet les atribuyen a la Web y a sus servicios derivados (recordemos, por ejemplo, los conceptos de los fundadores del Partido de la Red). En otras palabras, la experiencia de Bayer y Aiello con Idea.me, Nobleza Obliga y Panal de Ideas atenta contra la ilusión de relación directa entre el impulsor de un proyecto y una porción de público dispuesta a colaborar con alguna donación.
Según la guía de la RGPI, cualquier periodista puede recurrir al micro-financiamiento colectivo; basta con que sepa elegir el servicio más acorde a sus necesidades y promocionar su proyecto con una buena campaña. La asociación debería advertir que los administradores de los servicios de crowdfunding son intermediarios con capacidad de veto: ante emprendimientos polémicos como la realización de un documental sobre la familia Martínez de Hoz, dejan de ser adalides de la libertad de expresión.
Si no lo hizo ya, la Red Global de Periodismo de Investigación haría bien en abordar otro fenómeno derivado de la época difícil que atraviesa el “periodismo serio”: el uso de blogs por parte de periodistas de sólida trayectoria que prefieren ejercer el oficio con esa herramienta y sin fines de lucro antes que como empleado de algún medio grande o en algún espacio microfinanciado. La asociación podría buscar inspiración en Argentina, por ejemplo en la experiencia de Santiago O’Donnell y Juan Salinas.