Revista Cultura y Ocio

Apuntes alsacianos: esperando el tren en Basilea

Publicado el 21 agosto 2016 por Molinos @molinos1282
Apuntes alsacianos: esperando el tren en BasileaLe Bistrot de la Banhof de Basel me hace pensar en bailes de puesta de largo y en Klimt. Da igual que nunca se hayan celebrado bailes aquí y que Klimt jamás pisara esta estación; sus dimensiones, las molduras, el color amarillo vainilla de las paredes, los camareros uniformados y el espejo del fondo de la sala que baña toda la sala con una luz dorada me hacen pensar en salas de baile de mansiones que jamás he pisado y en escribir en carnets de bailes el nombre de pretendientes que nunca tendré. 
Pedimos un chocolate caliente soñando con un gran tazón de chocolate espeso, que casi haya que remover con un escoplo y nos encontramos con una taza de leche caliente con un sucedáneo suizo de nesquick. Ni siquiera me deja bigotes cuando lo bebo intentando entrar en calor después de la lluvia que me ha empapado en el paseo desde el museo. 
Observo las pocas mesas ocupadas además de la nuestra. Un grupo de amigos a los que enseguida llamo "los parchís" porque llevan camisetas de colores, parecen estar disfrutando de una cena de esas de "a pesar de todo seguimos siendo amigos" que irán seguidas de pensamientos del tipo "es la última vez que salgo a cenar con ellos" cuando se despidan para irse a casa. Parecen compartir recuerdos en cada brindis con sus jarras de cervezas y despedidas sin pronunciar cada vez que bajan las miradas.  En otra mesa hay una pareja que cena con el paraguas abierto encima de la mesa casi como si fuera un amigo más o parte de su relación. Fantaseo con la idea de que quizás se conocieron gracias a un paraguas, una tarde de lluvia en la que ambos perdieron un tren y esta cena tan extraña es un homenaje a ese día. Tenía que haberme comprado el paraguas multicolor del que me he enamorado en la tienda del Kunstmuseum, la primera vez en mi vida que me enamoro de un paraguas y lo dejo ir para darme cuenta a los 10 minutos de cuánto lo necesitaba. Garabateo "historias de amor con paraguas" en mi cuaderno con el lápiz que sí me he comprado en el museo. 
Recorro con la vista la sala, sin pensar en nada. Basilea es sobria, elegante, seria. Una ciudad en la que yo me sentiría excesiva en todo momento, fuera de lugar. Basilea es como ese hombre serio que intenta divertirse porque cree que eso le hará más simpático, que eso es lo que hay que hacer, pero que no consigue nunca relajarse del todo, encontrar la diversión,  disfrutar y ser espontáneo. Basilea es consciente de sí misma cada segundo y en cada una de sus preciosas calles. 
Murmullo de conversaciones en alemán que no entiendo, ruido de cubiertos, luz de vainilla y chocolate caliente haciendo su efecto... me estoy amodorrando. 
Así es imposible escribir nada. 

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