Echando una lectura al número 188 de la revista Arquitectos del CSCAE he dado con un interesante artículo escrito por Brijuni Arquitectos cuya reflexión recomiendo encarecidamente: Historias para jóvenes de arquitecturas a golpe de ratón.
Información, velocidad, democracia y tecnología. No son tiempos nuevos pero sí de muchas prisas. No podemos ser del todo optimistas pero si nos comparamos con generaciones anteriores ¿por qué no serlo? Tenemos todos los medios a nuestro alcance para procurar los cambios que deseamos. En arquitectura, las herramientas a nuestro alcance no son ajenas a la vorágine de nuestro tiempo. Hardware y sobre todo software evolucionan sin que al usuario le sea posible convertirse en experto de nada ante la premura con que nuevas herramientas suceden a las anteriores.
El exceso de información convierte en banal el 90%, si no más, de la misma. Editores, curators, comisarios, filtradores (ávidos lectores con mejor o peor criterio) nos la seleccionan y nuestra confianza en ellos determina la calidad de la información (limitada por cuestiones de espacio y tiempo) que procesamos.
La velocidad convierte lo acontecido ayer en perteneciente al pasado y carente de interés. La promesa de un futuro mejor nos hace avanzar como zombies devorando lo próximo, nunca lo anterior.
La democracia nos espera cada cuatro años en las elecciones generales y una vez al año en la reunión de vecinos. La importancia del usuario, ciudadano, particular o individuo, ha convertido incluso lo específico y lo técnico en una cuestión popular de gusto y aceptación masiva desplazando así al crítico, el experto o el versado en pos de un penoso mínimo común múltiplo. Incluso los propios arquitectos, muchas veces en una dejación de funciones y responsabilidades peligrosa, hemos cedido el paso a la sociedad para que sea ella la que decida por nosotros en cuestiones urbanísticas, estéticas o técnicas, sin tener en cuenta la trascendencia de la cuestión a decidir.
La tecnología (antes la industria) vino a aliviar al obrero de penosas tareas y a los arquitectos de largas horas de tablero y paralex. La herramienta se ha apoderado de los procesos y como un virus ha generado un cambio radical en la arquitectura de fin de siglo y en la venidera.
[...]
El salto o evolución desde el postmodernismo de los años 70 hasta hoy, pasando por los 80 neoconstructivistas citados antes, debe mucho, al menos formalmente y junto a otras muchas razones, a la coartada post-estructuralista de la French Theory y a los avances en software de dibujo y cálculo, sin que sea fácil precisar qué fue antes, si el deseo de hacer esa arquitectura o la posibilidad de poder hacerla . De hecho, no fue hasta después de la exposición en el MoMA cuando proyectos que se dibujaban sin ninguna intención de ser construidos empezaron a serlo, y cuando las grandes corporaciones se fijaron en esta arquitectura marginal, teórica, del papel, haciéndola suya hasta convertir la vanguardia en mainstream ayudados por gran parte de la crítica especializada y por el éxito de algunos edificios construidos como el Guggenheim de Bilbao entre el público general.
En el caso de Peter Eisenman, el primer proyecto proyectado y dibujado con ordenador fue el Aronoff Center for Design and Art (1988-1996). Antes de eso aunque sí se dibujaron proyectos con él en su estudio, se proyectaba a mano.
"He empezado a utilizar el ordenador para que me genere figuras que yo no puedo hacer a mano. Mi mano, creo, está limitada por la estética clásica... el ordenador me libera y produce formas que no entiendo, y en las que ni había pensado... Parecen desconocidas, difíciles o alienantes: parece incluso que las hayan reprimido".
Pudiera parecer que la arquitectura avanza, por un lado, gracias a que programas de CAD (Computer-Aided Design), que permiten dibujar cosas que antes parece que sólo podíamos imaginar, superficies no regladas ni parametrizadas, volúmenes amorfos que elongamos o reducimos con facilidad en la pantalla, todas las posibilidades están al alcance de un clic; y por otro gracias a los programas de cálculo estructural que son capaces de modelar sólidos, superficies continuas, o por elementos, discretizando, usando luego el método de elementos finitos, iterando y calculando estructuras que antes serían irresolubles si los procesadores de nuestros ordenadores no hubieran evolucionado tanto como lo han hecho.
Junto a lo anterior están por supuesto los avances en la construcción: aceros de alta resistencia, hormigones autocompactantes, toda la tecnología constructiva que posibilita llevar a cabo lo propuesto en papel. Del mismo modo que los rascacielos y los ascensores estuvieron durante un tiempo unidos en su evolución porque la resistencia de los materiales permitía alcanzar mayor altura que lo que era capaz de subir un ascensor, ahora pueden hacerse realidad formas moldeadas en encofrados antes imposibles o perfiles y esqueletos de acero fabricados en taller hasta el detalle para ser ensamblados luego en obra sólo con las limitaciones que el transporte por carretera impone.
Últimamente se alzan algunas voces críticas que echan de más en los concursos de arquitectura el barroquismo gráfico, el horror vacui y el discurso verborreico (todo ello, sin duda, fruto de lo fácil -o al menos más fácil- que es llenar Din A-1 que antes cuando no existían, por ejemplo, las impresoras de gran formato) y se echa de menos la contención expresiva y las ideas sencillas que pueden explicarse de un modo sencillo, por no hablar de renders y 3d que dibujan realidades inexistentes, imposibles o falsarias. Ello ha conducido no pocas veces a proyectos ganadores cuyos presupuestos reales exceden con mucho las bases del concurso o lo razonable, o directamente imposibles de construir (Parasol Metropol de Jürgen Mayer en Sevilla, Cidade da Cultura en Santiago de Compostela...) convirtiendo lo que debía ser regla (ajustarse en plazos y presupuesto) en excepción gozosa.
De cincuenta años (concurso de la ópera de Sydney) a esta parte, la arquitectura de vanguardia ha podido dibujar sus sueños tardomodernos, neo y desconstructivistas gracias a herramientas ajenas al discurso puramente arquitectónico, ya sean de parametrización o cálculo, convirtiendo lo porticado y puramente tectónico en aburrido, antiguo o excepcional y elevando lo no reglado, oblongo e inasible a la categoría de auténtica y única arquitectura de vanguardia, o casi.
Los ordenadores son un medio que nos facilita muchas cosas pero... ¿somos realmente conscientes de su capacidad para sugerirnos formas y procesos que antes nos eran ajenos y nos podían parecer inadecuados? ¿Nos hemos convertido en esclavos de este progreso que nos permite dibujar lo que antes sólo podíamos soñar? ¿Se ha instalado por el contrario una cierta actitud pueril en donde e l grafismo y la novedad que nos proporcionan el mundo digital se convierten en el tirano de nuestros proyectos? ¿Es necesario o aceptable en arquitectura todo lo que es posible dibujar? ¿Hubiera evolucionado la arquitectura hacia un mundo tan caprichoso (y a veces ajeno o más cercano a la aeronáutica cuando no directamente a la ciencia ficción)? ¿Son, como en algunos de los casos anteriores, los calculistas, ya sean arquitectos o ingenieros, los que acotan y ponen los límites a lo que los arquitectos dibujamos montados en fórmulas 1 del CAD que nos desbordan? ¿Es la arquitectura que producimos a partir de ahí razonable, socialmente aceptable? ¿Es el postestructuralismo en arquitectura necesariamente no-euclídeo y a-tectónico?
Brijuni Arquitectos, estudio de crisis arquitectónica y especulación literaria, está formado por Beatriz Villanueva Cajide (arquitecto por la ETSAM y Máster en Espacios Virtuales por la Fundación Antonio Camuñas) y Francisco Javier Casas Cobo (arquitecto por la ETSAM).