Quizás el caso de la película de Iván Zulueta, Arrebato, forme parte de esa categoría clasificatoria en la que las cosas no adquieren su verdadero prestigio hasta que no transcurre el tiempo. Veinte años caída en el olvido da muestra de ello, de hecho, desde su estreno en 1980 hasta que una serie de críticos cinematográficos apostaron por recuperarla, se encontraba en la lista de las llamadas “películas malditas“, no muy lejos de la vida y obra de su director. Una lista a la que solo los más apasionados del cine tenían acceso. De ahí que fuera convertida a formato DVD y distribuida a través de un coleccionable de cine español de El País a principios del siglo XXI. Además de varias exposiciones con pinturas y fotografías realizadas por el director guipuzcoano que recorrieron Madrid, San Sebastián o Barcelona y que recordaron la trayectoria de Zulueta.
Arrebato es la historia de José Sirgado, interpretado de forma magistral por Eusebio Poncela, un director de películas de serie B que está sumergido en una crisis creativa, personal y sexual. Ante un intento de renovación, se encontrará indirectamente de nuevo con Pedro (dado vida por Will More), un inquietante personaje empeñado en descubrir los entresijos de la grabación en Super 8 y la esencia de la transmisión de sensaciones a través de la imagen. Con este inicio, iremos descubriendo a través del narrador omnisciente y constantes miradas a cámara, la vida del extraño y acomplejado ser y su vinculación con Sirgado, despertando una inquietante trama que absorbe por completo al espectador.
Zulueta se adentra en la cara más amarga y dura de la Movida Madrileña. La adicción a la cocaína y la heroína, la incapacidad de romper su fatídica relación con Ana y la falta de iniciativa creativa sumergen a Sirgado en un mundo paranormal de final incierto y caótico. Unas características que establecen cierto paralelismo entre protagonista y director, con una sola diferencia, el vasco muestra un aire renovador y realista que rompe con todo lo realizado hasta el momento. Esa drástica ruptura del género será la causante del deterioro de la carrera artística del director quien, tras varios problemas para el estreno de su película, vio cómo su historia no recibía ni una buena crítica ni acogida. Así, la película quedaría olvidada durante más de dos décadas y convirtiéndose en el último largometraje de su carrera cinematográfica a pesar de su juventud, aunque continuó con algunos cortometrajes.
Los problemas económicos y su adicción a las drogas terminaron por truncar una esperanzadora carrera. Sobrevivía gracias a la ayuda económica de amigos personales como Antonio Gasset, quien hace una breve aparición en el principio de la película, o Pedro Almodóvar, quien le encargaría la confección de varios carteles para sus películas, entre otros. Sólo la reedición y restreno de la película en 2002 hizo que Zulueta volviera a aparecer en la vida pública hasta su fallecimiento en diciembre de 2009.
Una película imprescindible que es capaz de enganchar al espectador desde el primer momento y sobrecogerlo gracias a una trama que en algunos sitios es clasificada como “terror”, aunque sin recurrir al tan degastado recurso de la subida de volumen para provocar el susto.
Una historia olvidada que no debe pasar desapercibida para los amantes del séptimo arte. Entre las anécdotas que se asocian a ella, podemos destacar que, debido a los problemas con el sonido, tuvieron que doblarla completamente y, un joven Pedro Almodóvar dobla a falsete a Helena Fernán Gómez. Además, la finca en la que transcurre parte de la historia pertenece a su amigo y cineasta Jaime Chávarri.
Juanjo Sánchez
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