La familia Spinetta recuperó y remasterizó la grabación de la presentación de 'Artaud', el mejor disco de rock nacional según Rolling Stone, en 1973. El 28 de octubre de 1973 a las 11 de la mañana, Luis Alberto Spinetta imprimía sobre el escenario del Teatro Astral una página dorada para la historia del rock argentino. La presentación de Artaud, su último disco bajo el nombre de Pescado Rabioso -elegido por RS como el mejor álbum del rock nacional-, lo encontraba sin banda y decidido a inaugurar el comienzo de una nueva era artística. Así fue que Spinetta se cargó un show en solitario, con su guitarra acústica y nuevas canciones como "Todas las hojas son del viento", "Bajan" y "Cantata de puentes amarillos", transformando aquella hora quince de concierto en una poderosa performance, dialéctica y desafiante, para con su pasado y su futuro.
Por Juan Barberis
El 28 de octubre de 1973 a las 11 de la mañana, Luis Alberto Spinetta imprimía sobre el escenario del Teatro Astral una página dorada para la historia del rock argentino. La presentación de Artaud, su último disco bajo el nombre de Pescado Rabioso -elegido por RS como el mejor álbum del rock nacional-, lo encontraba sin banda y decidido a inaugurar el comienzo de una nueva era artística. Así fue que Spinetta se cargó un show en solitario, con su guitarra acústica y nuevas canciones como "Todas las hojas son del viento", "Bajan" y "Cantata de puentes amarillos", transformando aquella hora quince de concierto en una poderosa performance, dialéctica y desafiante, para con su pasado y su futuro.
"Es impresionante. Cuando escuchamos aquella grabación nos trasladamos a ese momento de entender cómo un artista se para ahí haciendo su obra de una manera tan legítima y contra todo", dice Catarina Spinetta sobre el registro de ese show histórico, que desde hace algunos años viene circulando por Internet, y que ahora fue recuperado por la familia Spinetta y puesto en valor para su edición digital, estrenada este viernes 26 de junio. La cinta, grabada desde la fila diez del teatro por Eduardo Avelleira, por ese entonces un joven fanático de Spinetta, hoy docente de la Universidad de Lanús, revela el magnetismo urgente de aquel concierto -uno de los dos que ofreció en el Astral-, que lo tenía a Spinetta brillando alto en soledad, ofreciendo aquella obra maestra mientras se esforzaba por transmitirle al público su lúcida visión del arte y la cultura.
"A lo mejor estaba en el lugar exacto porque suena muy bien, me pasé el show prácticamente sin respirar con el microfonito para arriba", cuenta Avelleira, que esa mañana ingresó al Astral con un grabador Phillips monoaural y mantuvo apretado el botón rojo en las quince canciones que duró el show. "Lo grabé todo, pero no le di importancia a lo que tenía y al casete lo perdí de vista por 30 años, hasta que en una mudanza apareció y lo pude digitalizar".
"Él habla un montón durante el show y eso es lo interesante del registro también: cómo habla con el público y cómo trata de definir y defender lo que está haciendo, dando una vuelta de página con todo lo anterior, como hizo siempre", dice Catarina. Entre monólogos y diálogos con un público por momentos impaciente ("Al que le guste bien y al que no, que se vaya" o "En cualquier momento tienen que tirar algo eh, estoy esperándolo" llega a responder durante algunos pasajes del concierto), Spinetta tocó canciones de Pescado y Almendra, y presentó también algunas canciones por ese entonces todavía inéditas, como "Barro tal vez" (incluida dos décadas más tarde en Kamikaze) y "Ella flota por mí", una canción escrita junto a David Lebón que jamás llegó a ser grabada.
"Cuando Cata me mandó la canción fue una gran sorpresa. Me había olvidado completamente de la canción", dice Lebon, que no estuvo presente durante aquel show. "Después de escucharla, además de llorar de amor, me acordé de todo. Recuerdo que estábamos en casa, cuando vivíamos en Artilleros y Mendoza. Los dos teníamos una guitarra y fue una de las pocas veces que nos sentamos a tocar sin compromiso, y de repente fluyó esta hermosísima canción. Siento un gran orgullo de poder haber compartido ese momento con Luis".
Masterizado por el ingeniero Mariano López, y completado con el aporte gráfico del periodista Miguel Grinberg -como los flyers de difusión del show dibujados por Spinetta o un manifiesto que se repartía a la entrada-, este registro, como parte de un trabajo de recuperación que la familia Spinetta tiene planeado hacer con varios otros, significa un apasionante viaje en el tiempo que ayuda a entender la urgencia artística de un Luis Alberto Spinetta forzando sus propios límites, saltando al vacío, a sus escasos 23 años (un mes más tarde, el 23 de noviembre, y sobre ese mismo escenario, presentaría a su nueva fantasía llamada Invisible). "Todo esto es un hallazgo enorme. Ayuda a entender al oyente de Spinetta el flash que tuvo él en ese momento tocando Artaud por primera vez", dice Catarina. "Y eso es invaluable."
Juan Barberis