Revista Opinión

Artículo: El Verdadero Gobernante

Publicado el 13 noviembre 2014 por Tomás Michel

“Redactado con las notas de Lynoshka Caez, Una poeta realista y consciente de su alrededor”

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El gobierno está establecido para suplir las necesidades del pueblo y regirse bajo sus parámetros y no al revés. Esto el pueblo aún no lo tiene claro del todo. Quien gobierna a un país no es su presidente, ni mucho menos su congreso,  si no “la gente”, y es debido a este mal entendido colectivo, el cual se ha generalizado de manera estrambótica, que la gente ha engullido que debido a ser parte del pópulo, la plebe; no tener recursos, poder adquisitivo o mucho menos pertenecer a una estrata social que pueda imponerse, no tiene presencia como ciudadano y su opinión se ha de perder en las jerarquías burocráticas de los asuntos de la nación. Pues si usted vive en una democracia (el gobierno de los muchos) y usted lo permite, es su problema.

Aún me pregunto ¿En que momento de la ineducación poblacional progresiva, se diseminó tal mentira? ¿En que momento de tantos medios contaminados de política partidista e intereses oligárquicos ahorcando al necesitado, se incertó la idea de que la gente, la masa popular, no es dueña de su destino, su mejoría y su futuro? Es este el origen de los regímenes dictatoriales, sin duda alguna: cuando el pueblo prescinde de su poder activo en la nación.  Es esta la libertad que cada sártrapa, que se quiere postular como administrador de nuestros fondos públicos necesita para hacer y deshacer. Es este el relevo de poder que permite el desmoronamiento de la democracia, que tanto nos venden como parte de nuestro sistema, mas en ningún lado se puede ver. He aquí la raíz del poder desmesurado con el que muchos ejercen, creando de este modo una sociedad sesgada al totalitarismo encubierto que sirve a los intereses de los pocos, donde la corrupción impera en los procedimientos administrativos-gubernamentales y el progreso no llega al fondo de la pirámide, pues cada uno de nosotros ha renunciado a lo que luego de tanta lucha, sudor y sangre se ha adquirido.

Y entonces el gobierno se torna en contra del pueblo. Empieza la represión, la mordaza, empieza el desespero como consecuencia a que todo el mundo cedió su estatus de ciudadano libre (no esclavo) por creerlos ilegales; como si la noción de legal fuese igual a “correcto”. Para el que no lo sabia, una cosa no tiene nada que ver con la otra, y están muy lejos de ser semejantes. Gracias a esto se ven consecuencias tales como un gobierno que asesina a sus jóvenes estudiantes, usando las instituciones que se supone los protejan, como la armada y la policía.

Muchos ante dichos atropellos, se unen bajo el dolor de la impunidad a reclamar con una voz al unísono, como hermanos como lo es el caso reciente que ha conmocionado a toda la nación mexicana: La desaparición de los 43 estudiantes del pueblo de Ayotzinapa, a manos del tan controversial gobierno. Han de tomar carácter subversivo en contra de una norma que ellos permitieron se propagara como el peor cáncer que nos puede azotar. Un cáncer que solo ataca al pobre.

¿Por qué esperar que alguien más vele por tus derechos? La historia una y otra vez nos dice que tal beneficio no es delegado luego de un diálogo, si no todo lo contrario, es algo por lo que hay que sacrificar vidas, verter sangre. La abolición a la esclavitud —por lógico que parezca— el derecho al voto femenino y la equidad racial, no fueron ningunas luchas pacíficas y sosegadas. ¡Maldito aquel que cree en otro hombre! y no verifica la solvencia y cabalidad de su existencia.

Los culpables de nuestras desgracias lo somos nosotros y nadie más. Permitimos tales insolencias en nuestra contra. Pues idóneo es segregarnos y encerrarnos en cárceles ideológicas y atarnos de pies y manos con palabras provenientes del haberno. Inutilizarnos en su totalidad a la hora de desenvolvernos en nuestro medio ambiente. Hacernos totalmente dependientes, eliminando cualquier tipo de oportunidades —todos saben que la dependencia es la antesala al maltrato—.  Que mejor que un pueblo pacífico y manso, fácil de pastorear; que no se queje, sienta o padezca; indolente, indiferente, para consigo y su prójimo. Que no se quede a defender lo que con todo el derecho divino le pertenece y ve más idóneo partir de su tierra madre, por ignorar la legitimidad de su persona y su existencia, pase por alto atropellos y no luche por lo que le corresponde. Muchos creerán que estamos estancados, sin saber que en realidad vamos en retroceso a la época medieval; hacia el oscurantismo ideológico, el terrorismo y la sugestión psicológica.

La rebeldía es muchas veces meritoria para el bien común. Es eso lo que Puerto Rico le hace falta, una revuelca, de todos por unos y unos por todos y demostrar al estado que son un pueblo ensimismado y que cada quien posee un alma combatiente dentro de sí. De este modo, poder sacudirse aquel adjetivo con que el extranjero describe al boricua tan adecuada y útilmente para su conveniencia: pacifico, servil. Este país debe dejar de comportarse como parte  de un estado de potencia alguna, pues no lo es. Es una patria por a cual se ha vertido sangre en su nombre.

No esperemos que la juventud estudiante  —el futuro de este pueblo— sea puesta en contra del paredón, para así darte cuenta que tu sociedad tiene una afección terminal. No dejes que los medios de comunicación construyan la realidad en que vives, ni mitifiquen y esconda la verdad que sobre tus hombre acaecen y ejerce un gran peso. Pues no son ni los cantantes, ni los boxeadores, ni las miss universo, la base para la unión de este pueblo, pues es una cohesión vacía. No abandones tan preciosa isla y se la dejes a los lobos carnívoros para que la deboren. Entiende tu lucha y empiezala.

Esta problemática la confiere el poder que brinda el estar en puestos políticos, en el que magistrados comienzan a tenerse como superiores a su pueblo, uno que no se siente identificado a quien liderea, pues le es igual a ganado social. Todos y cada uno de nosotros somos supervisores y auditores de nuestros lideres, pues con nuestro voto los colocamos al poder y con nuestra voz los podemos desmontar.

Hay dos tipos de ciudadanos, pasivos y pro-activos. Los primeros todos los conocemos, pues sobreabundan cuando no deberían… Los segundos, están comprometidos con su comunidad. ¿Tú, a cual grupo perteneces?


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