El ganador de un Oscar por Mejor guión original con ¡Olvídate de mí! Michel Gondry dirige este pseudodocumental sobre la adolescencia, o, mejor dicho, sobre el adolescente. El último día de clase de un instituto se convierte en la única trama que se desarrolla en la película, en una primera capa sólo son adolescentes de regreso a sus casas el último día de clase, con todo un verano por delante. Si rascas un poco más, aparecen las duras y forzadas relaciones entre hormona y hormona, gamberros y pringados, empollones y líderes; en definitiva, Gondry les hace vomitar todo lo bueno y todo lo horroroso de tener esa edad.
Y es vomitar, sí. Porque no hay ninguna delicadeza ni decoro en las actuaciones de ninguno, ni siquiera del equipo de fotografía o de guión. Es una película-documental basta, llana, con actuaciones que se dan día a día en todos los autobuses escolares del planeta y que bien podrías ver más tarde cuando cojas cualquier transporte público. Suponiendo que Gondry sea consciente de ello, sólo queda pensar que lo único que busca del espectador es que analice y reflexione sobre los comportamientos de su adolescencia, porque plasmar la incertidumbre social de ese momento es algo que hace fantásticamente el director francés.
Quizá sobrecargada de realismo y ausente de trama narrativa alguna, podría denominarse más bien como aquel experimento de diseccionar ranas del colegio: hay cierta curiosidad pero da un poco de miedo ver tan directamente lo que hay dentro.
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