Le perseguían mortificando su existencia. Cualquier intento por huir había resultado un fracaso. El cambio en el número de teléfono, de amigos, de residencia, de nombre y de sexo de nada había servido. Desesperado intentó en alguna ocasión traspasar el otro lado, dejarse llevar. Naufragar en el océano, volar o dormir plácidamente, sin éxito. Intentos en vano. Siempre volvían.Me confiesa que ahora tiene un plan: ha conseguido un billete de polizón en una nave espacial de la NASA, con el propósito de abandonarla una vez esté en orbita y arribar a la Luna. Si aún así le encuentran, promete quemarse, esta vez por fuera. Yo le escucho, nada le digo, sólo tacho su nombre de mi lista de pacientes. Él no sabe, no quiere entender, que sus problemas siempre viajarán con él.Texto: Nicolás Jarque Alegre