Cada noche, el mismo sueño recurrente con la muerte visitándole en forma de atún. No entendía el significado de tamaña locura y lo achacó a que no digestionaba bien sus copiosas cenas. Dispuso aligerarlas y hacer algo más de ejercicio cruzando unos largos en su piscina antes de dormir. Lejos de desaparecer, las pesadillas se hicieron cada vez más frecuentes. Lo que en un principio le solazaba y era tema de conversación en el trabajo, se convirtió en angustia. Hombre hipocondríaco donde los hubiera creyó que esas imágenes podrían ser síntomas de algún mal, con lo que su desazón fue in crescendo. Se realizó un chequeo completo que descartó cualquier enfermedad, pero los sueños continuaban. Temió que si no era nada físico, el problema debía hallarse en su mente. Desesperado, acudió a un acreditado psiquiatra, convencido de que las alucinaciones nocturnas eran producto de
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