A Rosamary nada le gusta más que disfrutar del placer de comer y de cocinar. Adora el queso y las olivas. Tal es su pasión que comparte con todos nosotros su afición en su blog A la Carte Menus. Un privilegio del que podemos disfrutar y descubrir no sólo recetas suyas, sino muchas sorpresas más.
¿Queréis saber quién es Rosamary? Aquí va nuestra Entrevista Cocinista.
¿Qué ingrediente no puede faltar en tu cocina?
Mi madre siempre dice que nunca te puedes quedar sin huevos en la cocina. Yo creo que no podría pasar sin queso y aceitunas. Lo sé, poco práctico, pero con los años me he sorprendido de lo quesera y aceitunera que soy en mis recetas.
¿Cocinar es un placer de la vida?
Sin duda. Aún no sé qué fue primero, si el placer de comer o el de cocinar. Aunque el de cocinar no se acaba nunca, disfrutas pensando en qué cocinaras, comprando, cocinando, finalmente llega la comida y, quizás lo mejor, la sobremesa.
¿Eres más de ajo o cebolla? ¿Por qué?
¿Para qué escoger si los tengo a los dos? Hay días que me apetece mucho cocinar con ajo, y otros me lanzo a confitar quilos de cebolla para preparar una de las cenas que más me gusta, una coca de cebolla con anchoas y… ¡aceitunas!
¿Cuál es tu puchero estrella?
Soy muy curiosa en la cocina, así que no me suelo repetir mucho cocinando. Pero cuando quiero asegurarme el tiro tengo dos platos que siempre triunfan: el fricandó, receta de Carme Ruscalleda, y el boeuf bourguignon, receta de Anthony Bourdain. Las habas a la catalana también las disfruto mucho.
¿Dulce o salado?
Solo hay que echar un vistazo al blog: salado. Cuando hago postres casi siempre son con fruta.
¿Una canción para cocinar (o para cantar entre pucheros)?
Jazz, en especial Miles Davis y Chet Baker.
¿Cuál es tu receta favorita?
Siempre disfruto cocinando. Quizás te diría que los arroces me hacen disfrutar mucho. Creo que aún no he repetido ni un solo arroz en los veinte años que llevo cocinando. Cuando preparo una minestra di Pesce (una maravillosa versión italiana de la bullabesa) o una choucroute garnie, el tiempo desaparece y soy inmensamente feliz.
¿Y la experiencia gastronómica que más recuerdas?
Las primeras ostras que probé. Fue en Saint-Vaast-la-Hougue, un pueblecito costero de la Baja Normandía. El mar desapareciendo, una jarra de vino blanco, pan, mantequilla, una vinagreta de echalotes y esas dulces y maravillosas ostras recién abiertas.
¿En qué película te infiltrarías para probar un plato?
Si me infiltrara en una película sería para cocinar con los cocineros protagonistas. Siempre me entusiasmo con las escenas de cocina de las películas. Recuerdo especialmente las de La cocinera del presidente y Deliciosa Marta. Tengo pendiente ver El festín de Babette.
¿Con quién te gustaría compartir mesa?
Mesa, no lo sé, pero cocina… la lista es interminable. Creo que lo mejor es compartir cocina y luego mesa con las mismas personas. En el blog tengo una sección que se llama Intercambio de sabores, que va precisamente de esto. También tengo varias entradas bajo el título Hoy cocino con…, en las que cuento mis peripecias en las cocinas de mis amigos.
¿A qué país viajarías para probar su gastronomía?
Francia, Italia y Portugal son para mi destinos maravillosos, que no me canso de repetir y repetir.
Mójate… Recomienda un blog y una cuenta de Twitter.
¡Ningún problema! Entiendo que tienen que ser medios relacionados con la cocina, así que dejaré de lado los relacionados con el vino, mi otra gran pasión. Blogs van a ser dos: Comidiario. Bloc de cocina punk y Muslo&Pechuga. Twitteros van a ser tres: Maria Nicolau, Valen Mongay y Àlex R. Ferrer. Como puedes ver, tengo debilidad por l@s cociner@s.
¿Un restaurante que nunca olvidarás? ¿Por qué?
Hay tres que siempre están presentes y que siempre son una buena excusa para volver a hacer las maletas. De dos de ellos no recuerdo el nombre, pero sí cómo llegar. Si a alguien le interesan puedo buscarlos, que seguro que doy con ellos. Uno está en París, y es un restaurante pequeño, cerca del Senado, con un ambiente muy popular y cocina francesa de la de siempre. Imposible olvidar su carne con aceitunas y anchoas, servida con pasta, y sus quesos. Allí probé mi primer Comté. El otro está en Florencia, en un callejón cercano al Ponte Vecchio. Paseando por la calle vi la inmensa copa llena de peras al vino que lucía en la mesa de la entrada, y supe que allí se comería bien. La calidad de la comida, también tradicional, es excepcional. El ambiente mágico, lleno de florentinos amantes de la buena mesa y el vino. Recuerdo perfectamente la trippa alla fiorentina que cocinan. El tercero se llama San Vicens, y está en Collioure. No tiene precio comer frente a la bahía cualquiera de sus platos de marisco y moluscos fríos (¡ostras!), con un vino blanco de Collioure o del Roussillon.