Año 2154. La Tierra perdió su fertilidad hace tiempo, y ahora los humanos buscan desesperadamente nuevos mundos que explotar, como es el caso de Pandora, rico en materias primas y poblado por criaturas extrañas, entre las que se encuentran las tribus de Na'vi, esbeltos y ágiles nativos que viven en consonancia con la naturaleza. Con la misión de conocerlos llega el ex-marine Jake Sully, que cambiará su tullido cuerpo por el de un Avatar Na'vi y cuyo mundo se alterará al entrar en contacto con la belleza natural de Pandora y sus habitantes.
La odisea emprendida por el director James Cameron hasta conseguir estrenar Avatar el 18 de diciembre de 2009 es, como poco, digna de mención. Cameron saltó a la fama con la secuela de Alien, y fue con la creación de otra saga mítica de ciencia ficción como Terminator cuando su genio y ambición quedaron patentes. Tras la obra maestra de acción que es Terminator 2 (que contribuyó de manera más que notable a la consolidación de imágenes generadas por ordenador en el mundo del cine) y la entretenida Mentiras Arriesgadas, el director canadiense empezó a idear los conceptos que explotaría en Avatar; pero antes llegó Titanic, con la que obtuvo el reconocimiento de la Academia. Después de varios años inactivo encargándose sólo de documentales, la hazaña de Peter Jackson con la adaptación de El Señor de los Anillos demostró a Cameron que una nueva revolución en efectos especiales digitales se avecinaba, con que en 2005 se puso manos a la obra para desarrollar una tecnología de 3D y captura de movimiento totalmente nueva que le permitiera realizar su ambicioso proyecto. Unos años más tarde la espera ha terminado, el resultado de Avatar (la película más costosa del momento, con unos 460 millones de dólares a sus espaldas) no podría haber sido mejor; llega para presentarnos una nueva era de efectos visuales que incluyen el salto a tres dimensiones.
En un mundo en que predominan remakes innecesarios y adaptaciones de todo lo posible e imposible, Cameron firma su propio guión original para presentarnos la historia de Avatar, alegoría de la conquista del Oeste americano con toques de Bailando con lobos e influencias de las aventuras espaciales de Star Wars o las batallas épicas de El Señor de los Anillos; lanzando mensajes de la máxima actualidad y desarrollando una película que goza de un ritmo trepidante y no da descanso en sus casi tres horas de duración, haciendo gala al mismo tiempo de una dirección impecable e inteligente, con el reto que supone filmar directamente en paisajes de tres dimensiones creados digitalmente.
Hasta ahora, el 3D se había aplicado a ciertas cintas de animación en que se dotaba de mayor profundidad a los escenarios y formas de los personajes. Con Avatar esta técnica da un paso de gigante, pues gracias a la nueva tecnología desarrollada consigue introducir a los espectadores en la película y hacernos partícipes del descubrimiento de la belleza natural de Pandora por parte de Jake, ya sea en la recreación de los más curiosos parajes naturales habitados por extrañas criaturas o en las batallas más cruentas. Alcanzar este nivel de realismo nunca antes visto no ha sido fácil, por lo que ha requerido los esfuerzos de WETA Digital (el estudio de Peter Jackson) y la colaboración del Industrial Light & Magic de George Lucas y los sucesores de Stan Winston (quien ya trabajó con Cameron en la creación de Terminator) para conseguir un perfecto acabado final y aumentar la eficacia de la performance capture.
A una impecable factura técnia hay que sumarle no sólo el buen hacer de Cameron, sino una impresionante banda sonora compuesta por James Horner, que combina la sinfonía característica de John Williams con temas más étnicos, y un destacado reparto: un más que adecuado Sam Worthington (una de las nuevas promesas de Hollywood a quien ya vimos en Terminator Salvation) con el que es fácil simpatizar, la expresividad de Zoë Saldana (vinculada a la ciencia ficción desde Star Trek) al servicio de Neytiri, Stephen Lang como el despiadado Coronel Quaritch o las correctas Sigourney Weaver y Michelle Rodríguez.
La larga espera merece la pena si nos encontramos con una maravilla como Avatar, una experiencia única y emocionante capaz de sumergirnos en un mundo por descubrir, que al mismo tiempo que ofrece nuevas posibilidades tecnológicas para películas venideras nos presenta situaciones mágicas y personajes a los que acompañar a lo largo de un viaje trepidante en busca de la pura aventura.