Bolivia y México se hicieron presentes en la 14ª edición del BAFICI con Los viejos y Los últimos cristeros respectivamente. Ni una ni otra película compitieron en la sección internacional del festival; en cambio sí participaron de la categoría Cine del Futuro, cuyas ganadoras fueron la portuguesa É na Terra não é na Lua y la saudí-libanesa Ok, enough, goodbye.
Curiosamente la alusión a ese ayer histórico se diluye enseguida. Los espectadores asistimos entonces a la crónica híbrida y algo desabrida de un intento de reparación familiar con final feliz incluido.
Los viejos es una versión libre del cuento Carretera de Rodrigo Hasbún. El mismo autor del relato colaboró con Bullocq en la elaboración del guión, dato que en principio neutraliza la hipótesis sobre una adaptación fallida.
En cuanto a Los últimos cristeros, cuesta menos precisar los reparos que el trabajo de Matías Meyer provoca en algunos espectadores. De hecho, la duración excesiva es quizás el mayor defecto de este largometraje sobre la resistencia armada que, a fines de los años veinte y en territorio mexicano, llevaron adelante milicianos laicos, presbíteros y religiosos católicos contrarios al gobierno anticlerical de Plutarco Elías Calles.Claro está, el director nacido en Francia cuenta con una gran ventaja: la historia de estos rebeldes defensores de Cristo es interesante de por sí, y en general desconocida para quienes habitamos estas latitudes.
Sin este punto a favor, Los últimos cristeros correría serios riesgos de parecerse a una suerte de western de baja producción o, en términos de estas Pampas, a “una de gauchos” (sin el atractivo de Aballay). Por lo visto, la crónica de una resistencia histórica en su fase terminal necesita algo más que un origen literario -en este caso la novela Rescoldo, los últimos cristeros de Antonio Estrada- y que una sucesión de planos más cercanos al cliché audiovisual que a una versión con impronta original.