Revista Historia

Bajarse del tigre

Por Tiburciosamsa

Ser el mandamás en una dictadura es un poco como cabalgar un tigre. Mantenerse montado en su chepa cuesta, pero se puede hacer. Lo realmente difícil es bajarse de él.

El ex-dictador birmano Ne Win experimentó esa verdad en sus propias carnes. Cuando en el verano de 1988 el pueblo birmano salió a la calle a protestar contra la dictadura militar, Ne Win dimitió de sus cargos de Presidente de Birmania y de Presidente del Partido del Programa Socialista Birmano (BSPP). La impresión es que su retirada fue puramente cosmética, para intentar apaciguar a los manifestantes, y que en realidad siguió manejando los hilos del poder desde la sombra. De hecho muchos piensan que fue Ne Win quien orquestó la sangrienta represión de septiembre de 1988, cuando el Ejército disparó indiscriminadamente contra los manifestantes.

Dado el secretismo con el que funcionan los generales birmanos, resulta difícil saber cuándo el poder de Ne Win empezó a difuminarse. Para finales de los 90, ya era evidente que cada vez mandaba menos. Su avanzada edad y el encumbramiento de Than Shwe, quien no paraba de acumular poder, fueron determinantes.

En marzo de 2002 tuvo lugar un oscuro incidente, cuando las autoridades anunciaron que habían descubierto un complot para derribar a la Junta, organizado por el yerno de Ne Win, Aye Zaw Win. Se encontró que los peligrosos conspiradores tenían un arsenal compuesto por 27 porras de caucho, dos detectores de minas y una pistola y que habían recabado la asistencia de un astrólogo y un experto en magia negra. Inmediatamente Ne Win y su hija Sandar Win, la esposa de Aye Zaw Win fueron colocados bajo arresto domiciliario. En septiembre de ese año Aye Zaw Win y sus tres hijos fueron condenados a muerte por ahorcamiento por el delito de alta traición. La sentencia nunca fue aplicada, pero desde 2002 Aye Zaw Win y sus hijos se encuentran en la prisión de Insein. Ne Win murió en diciembre de 2002. La prensa oficial apenas publicó un escueto obituario y su funeral tuvo lugar en la intimidad.

Nunca quedó del todo claro lo que había habido detrás de la pantomima de la conspiración. Se habló de conflictos de intereses empresariales. También se dijo que Than Shwe había querido mandar un mensaje a potenciales rivales en el seno de la Junta militar, que pudieran tratar de arroparse bajo el manto de Ne Win. En todo caso, Than Shwe dejó claro que para un dictador siempre es peligroso dejar de serlo. Y ahora, en 2011, le ha llegado el turno de aplicarse la lección.

Una lectura de los últimos cambios políticos ocurridos en Birmania sería que Than Shwe está preparando su retiro y asegurándose que ni a él ni a su familia les harán lo mismo que él le hizo a Ne Win y los suyos. Pienso que hay otros factores que juegan, pero ése tampoco es desdeñable y ayuda a explicar algunas cosas.

Este año Than Shwe cumple 78 años, 16 más que el birmano medio. Curiosamente, enlos casi 20 años que ha venido siendo il capo di tutti capi no se ha preocupado por preparar a un sucesor. En distintos momentos los analistas han pensado que tal o tal general estaba especialmente próximo a Than Shwe y que puede que le estuviese preparando para la sucesión, pero cada vez esas expectativas quedaron defraudadas. Entre los generales que han sonado como sucesores en potencia se cuentan Maung Aye, Thura Shwe Mann y Myint Swe. Pienso que todas las especulaciones sobre un sucesor u otro son gratuitas. Than Shwe no quiere realmente designar a un sucesor. Prefiere dejar al frente del país a una dirección colegiada, de manera que no haya un solo general que acumule todo el poder, como ha ocurrido con él y, sobre todo, que ese general la tome con su familia.

El sistema creado por la Constitución de 2008, que ahora da sus primeros pasos, es complejo y parece diseñado para dos cosas: que los militares no pierdan el control de la situación y que nadie pueda ejercer un poder omnímodo. Es un sistema de equilibrio de poderes, pero sin Montesquieu ni democracia.

Para empezar se crea el Consejo de Defensa y Seguridad Nacionales, con el que el Presidente debe “coordinarse” en una serie de materias graves, tales como la ruptura de relaciones diplomáticas con un tercer país o la declaración del estado de emergencia. La Constitución no deja claro cómo hay que entender el verbo “coordinarse”. Tal vez quiera decir que el Presidente debe dar un taconazo y quedarse en posición de firmes.

El Consejo de Defensa y Seguridad Nacionales está compuesto por el Presidente, el Vicepresidente, el Portavoz de la Asamblea Nacional, el Portavoz de la Asamblea de las Nacionalidades, el Comandante en Jefe de las FFAA, el Subcomandante el Jefe de las FFAA, el Ministro de Defensa, el Ministro de AAEE, el Ministro del Interior y el Ministro de Asuntos Fronterizos. Que esta enumeración no lleve a engaño y haga pensar que el Comandante en Jefe es un simple primus inter pares: él es quien designa al Subcomandante en Jefe y quien presenta al Presidente sendas ternas para que elija de entre ellas a los Ministro de Defensa, Interior y Asuntos Fronterizos. O sea, que de los otros diez miembros del Consejo, cuatro al menos le deben directa o indirectamente su nombramiento.

En principio parecería que el Presidente queda capitidisminuido frente al Comandante en Jefe y es cierto, pero no es un perro al que le hayan quitado todos los dientes. Le han dejado alguno y puede morder. El Presidente es elegido por un Colegio Electoral Presidencial. Las parlamentarios procedentes de las FFAA componen un tercio del Colegio Electoral. En las condiciones actuales en las que el gobernante USDP está compuesto por ex-militares vinculados a la extinta Junta militar, Than Shwe no ha tenido problemas en que se eligiera a quien él quería como Presidente. Pero cabría un escenario en el que los otros dos tercios del Colegio Electoral Presidencial decidieran votar contra el candidato de los militares y se les impusieran.

La Constitución otorga al Presidente amplios poderes. Él es quien designa al Gobierno, salvo en el caso de los tres Ministerios señalados cuya designación corresponde al Presidente. El Presidente forma parte de los principales cuerpos del Estado: el Consejo de Seguridad y Defensa Nacionales, que preside, y la Comisión Financiera. Designa a una serie de cargos, como los miembros de la Comisión Electoral o el Fiscal General. Tiene amplios poderes para cesarlos, aunque necesita la aprobación del Parlamento. En cambio el proceso de destitución del Presidente resulta complicado y requiere mayorías difíciles de conseguir.

El Presidente está marcado por sus dos Vicepresidentes, a los que él no elige, sino que son elegidos por el Parlamento. Además hay la coña de que debe dejar que uno de los Vicepresidentes se encargue de las cuestiones financieras y presupuestarias de la Unión y el otro de las de los estados.

La sensación que me deja este sistema es la siguiente: el Comandante en Jefe es quien se reserva la última palabra, pero a condición de que sea una persona respetada unánimemente y al que nadie se atreva a toser. Esta condición se le aplica a Than Shwe. Than Shwe además ha procurado que la posición de Presidente recayera en Thein Sein, que le es completamente leal, no se sabe si por falta de personalidad, por interés o por necedad. Posiblemente por una combinación de las tres. Los Vicepresidentes son también personas de las que no cabe esperar problemas: el General Tin Aung Myint Oo, que fue el Primer Secretario de la extinta Junta militar, y Sai Muak Khan, un doctor shan sin peso político que pasaba por allí y al que han metido para mostrar que los militares también se preocupan por las minorías étnicas.

Este sistema va a funcionar sin problemas mientras viva Than Shwe, pero pienso que un sucesor que carezca de su fuerza y al que el Presidente le salga respondón, podría encontrarse con problemas. Los suficientes como para no tener tiempo para ponerle palos en las ruedas a la familia de Than Shwe.

Tal vez, después de todo, Than Shwe haya encontrado la manera de bajarse del tigre.


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