La pregunta es: ¿Qué vamos a hacer al respecto?. El problema hay que verlo y no es otro que el dinero se ha convertido en una cuña que nos divide a todos nosotros. El dinero mucho más que nuestra tierra, nuestros recursos, nuestro trabajo y nuestro gobierno, el cual, a su vez, posee nuestras mentes y nuestras almas. Esa es nuestra situación.
Pensad en todas las ejecuciones hipotecarias que se están produciendo, ¿Por qué nadie hace nada para detener esto? ¿Por qué no ponemos nuestros cuerpos en el camino de esta locura? Nos han lavado el cerebro para creer que el hiperindividualismo es una ley de la naturaleza.
Sin dinero se puede vivir pero hace falta para eso moral y comunidades que se apoyen.
Podemos estar llorando mil años por la corrupción de los banqueros, las corporaciones, y los políticos. Por eso se hace necesario ponerse de pie y asumir nuestra propia responsabilidad individual y de la comunidad de la que formemos parte. Sólo podremos empezar a “luchar contra el poder” cuando tengamos cierto grado de autonomía real.
Puede que algún día podamos acabar con la corrupción del régimen de la banca internacional Ponzi, pero no podemos hacerlo en estos momentos porque no tenemos posibilidades mientras cada uno vaya por su cuenta. La necesidad, por tanto, se encuentra en construir comunidades que pueden valerse por sí mismas sin necesidad del sistema del dinero. A saber, tenemos que volver a aprender a cooperar. Tenemos que aprender a confiar y depender el uno del otro de nuevo.
También debemos aprender más sobre el sistema monetario y qué se puede hacer al respecto. Hay un montón de grandes y magníficos textos que leer en vez de mirar la maldita televisión. El dicho “que cada perrillo se lama su cipotillo”, incrustado en nuestras mentes, es terrorífico y forma parte del refranero reaccionario, conviene olvidarse de esto. Solo en la cooperación está el futuro.
La principal preocupación en estos momentos es la política reaccionaria que se está ejerciendo sobre una población carente de preparación. Y, como todos deberían saber, esto es lo que llevó al fascismo en la década de 1930: Mussolini, Franco, Hitler, etc. Y eso precisamente es lo que quieren, pues es el lógico resultado de sus actos. Han saqueado todo y ahora se quieren defender con regímenes dictatoriales para ponerse al otro lado y mirar desde el tendido como sacrifican al manso, a saber, al pueblo, al pueblo saqueado y explotado día a día, al pueblo culpable de serlo.
El problema actual es que el sistema bancario tiene tendidos sus tentáculos por todas partes. Y la banca es sólo uno de una serie de problemas dentro de la “tormenta perfecta” del escenario al que nos enfrentamos. El “pico” fenómeno de los recursos (especialmente el petróleo, el suelo, el agua, y la producción de alimentos ligada a los anteriores), junto con los cambios climáticos, una población en crecimiento, y tantos otros temas, lo convierte en un mundo sumamente inestable, que debemos superar nosotros y nadie más.
Por eso hay que ponerse a funcionar y mirarnos a la cara y crear comunidades. Cuando yo era pequeño mi ciudad estaba dividida en barrios, todos nos conocíamos y todos sabíamos el nombre de los demás. Todos en mi barrio me conocían y yo a cada uno de ellos. Crecimos juntos, peleábamos como niños juntos y comíamos muchas veces juntos. Si alguien necesitaba algo podía estar tranquilo que comer y un techo jamás le faltaría. Estábamos los demás, los vecinos de un barrio con características propias. Curiosamente mi barrio se llama la Colonia de la Paz y aunque la zona sigue existiendo ya no hay barrio.
En algún momento de los años 80 las cosas empezaron a cambiar. El consumismo ya estaba establecido, pero en la década de los 80 tomó un nuevo y tremendo impulso, auspiciado por el auge de la economía global neoliberal que explotó en parte debido a la desmercantilización del dólar de EE.UU. cuando Nixon cerró el grifo del oro y borraron del dólar el valor que cada dólar tenia, así que el dinero ya no era nada. Lógicamente esto cambió por completo la naturaleza de hipotecas y créditos al consumo, la deuda.
Luego, en los 90 la cosa empeoró y la garantía de la devolución de las deudas implicaba crear un compartimento de seguridad: el mayor de los individualismos, el aislamiento total, se acabo mi barrio, ahora ya nadie se conocía porque la deuda de cada uno solo la sabía él y no quería compartir esa ominosa circunstancia con nadie. Eso se les imbuyó porque desde esos momentos las relaciones debían ser de competencia, medrar unos a costa de otros al precio que fuese, una merienda de negros. Al tiempo que los gobiernos jugaban su papel adocenando a las gentes y procurando que cada vez su ignorancia fuese mayor. Hasta el día de hoy. Una lucha fratricida de unos contra otros, cuyo descanso era el aislamiento y el silencio. Puedo decir que después de vivir durante más de veintitantos años en el mismo edificio nunca he tenido una relación con un solo vecino.
Hay que volver a quererse y colaborar para alcanzar un grado bastante de autonomía, de ayuda en común que poco a poco mine el sistema monetario y acabe con él. Esa es la salida que yo veo. Sé que a muchos les puede resultar ingenuo, pero a mí no.