0 | Publicado el 21 de noviembre de 2014 por
TERAPIA PELUDA. Ocultar el rostro bajo una manta de pelos puede tener su vertiente terapéutica, sobre todo si el hada de la Belleza no guardó tu cuna. También si dejarte barba te hace sentir intéressant (pronúnciense en francés con toda su intensidad) o mayor (ay, esos tiernos mozuelos que tienen tantas ganas de crecer; tiernos mozuelos de taitantos, muchos de ellos, que peinan calvicie pero con la edad mental de Pulgarcito).
Ya ven que tiene su vertiente terapéutica lo de dejarse barba (yo misma lo estoy considerando). Se me ocurre también que eso de prescindir de afeitarse un día sí y otro también -pienso en los hombres de barba cual regada con Plantovit-, debe de proporcionar una gran liberación logística.
La barba es bella, no cabe duda, ahora y en estas latitudes peninsulares desde las cuales escribo. Me rodean hombres barbudos. Doctor, los veo por todas partes. El mes pasado fue mi jefe. A los pocos días, ocho kilos de compañeros en la misma oficina. Salgo a la calle y temo que esta ciudad cobije una célula de Alqaeda, de tantos como son los varones de jeta peluda que me cruzo. Ayer creí verle barba al churrumbel de la quiosquera.
Ah.
Pobres imberbes crónicos, que se han quedado rancios ("Mi barba tiene tres pelos [...]"). Siempre pueden recurrir a los postizos; en Navidad, no desentonarán.
Lo peor es que el fenómeno barbudo también ha alcanzado a los hombres guapos. Una cortina de pelos nos priva de disfrutar de su rostro.
Que vivan los barberos.
Terapia publicada en El artículo de la terapeuta.