Hace poco una buena amiga me contaba una vivencia personal, copa de tinto en mano, y en mi mente volvió la imagen de mi querida Medea, pero no en la parte final, la más recordada, la de su venganza hacía Jasón, sino la de momento en el que ambos se conocen en la Cólquide. La mitología como reflejo de la vida, nos enseña a veces el poder de la pasión, la fuerza de la atracción carnal, en ocasiones contraria a la razón, que se puede desencadenar entre dos seres humanos. Medea fue capaz de traicionar a su padre Eetes, su Rey, y a su propio pueblo, por el amor del extranjero Jasón, alguien cuyas intenciones en su tierra y su piel, no eran nada pacificas. Jasón no dudó en utilizar las artes mágicas y carnales de Medea, para lograr su objetivo, pero una vez obtuvo lo que buscaba, el Vellocino de Oro, convirtió a Medea en un mero trofeo más en la nave Argo.
Todos buscamos a esa Medea, todos tememos a la Medea finalUna vez a salvo, Medea seguía enamorada de Jasón, y este la manejaba como quién maneja un vibrador desde una aplicación móvil, hasta que Jasón pone sus ojos en otra mujer, más joven aunque difícilmente más interesante. Medea en aquel momento, transforma su pasión insaciable en una descontrolada sed de venganza, y aunque ahora es políticamente incorrecto, Medea siempre estará en mi equipo. Medea pierde el gusto por los placeres mundanos, y hasta el vino le sabe a cerveza artesanal. Esa furia recorre sus internos humores, y con toda la elegancia de la que es capaz, planifica metódicamente su venganza. Mientras mi amiga me contaba el final de su versión del mito, me la imaginaba mutando en Medea, acabando, virtualmente, con la existencia de su Jasón. No será ni la primera ni la última persona que conoce la traición y el despecho, pero al menos quedará el consuelo de saber que Medea logró salir indemne en el carro de Helios. Si los dioses la perdonaron, ¿por qué debemos dudar nosotros? Brindo con este vino por la calma de su corazón partido, para que la sonrisa vuelva pronto a su cara, mientras pasa con sus tacones por encima de la cara de Jasón.
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El BCϟDC 2018 está elaborado por Bodegas Coruña del Conde, desde Coruña del Conde, Burgos, y sale como Vino de Mesa. En una entrada anterior ya os comenté varias cosas de este singular proyecto de Julien Ben Hamou López, y esa pequeña locura romántica que supuso recuperar el legado de su abuelo, transformando la bodega a los nuevos tiempos y elaborando vinos naturales, desde la añada 2013. Sé que tengo una visita pendiente, pero descuida Julien que un Lannister siempre paga sus deudas. Cuentan en la actualidad con 8 hectáreas de viñedo, donde podemos encontrar Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Garnacha tintorera y blanca, Albillo Mayor, Chardonnay, Sauvignon blanc, Chasselas, Malbec y Syrah, a una altura de 1000 metros, teniendo viñas que superan los 110 años. El vino que hoy os traigo es un tempranillo procedente de viñedos de unos 30 años. La uva pasa por una maceración de 20 días y después fermentación en depósitos de acero inoxidable. Pasa 5 meses en barrica usada francesa hasta ser embotellado, tras lo que pasa otro medio año en botella, antes de salir al mercado. Presenta un color rojo picota de capa alta, ribete grana, lágrima densa y persistente que tinta la copa. Discreta nariz, fruta negra madura, regaliz negro, no notándose la barrica. Amable entrada, amplio, tanino poderoso, fruta negra madura, casi sobremadurado diría yo, con un leve punto efervescente que recuerda a una maceración carbónica, se agarra a la boca, cuerpo medio y una discreta persistencia.
Un vino natural que para nada lo parece (no tiene esos “defectos” comunes de los vinos naturales al uso). Curioso y un vino de jarreo de nivel. Recomendable, y según me comentó Julien, vendido sobre todo fuera de España. Algo me dice que una pequeña joya por descubrir más en la zona. Lo de usar las letras de ACϟDC para la etiqueta, simplemente genial como marketing, al igual que su tapón corona.
R.
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