Según su autobiografía, nació el 26 de mayo de 1874 en Jericó, municipio ubicado en el suroeste departamento de Antioquia en Colombia. Fue bautizada cuatro horas después de su nacimiento, en ese momento sus padres no se decidian por el nombre que iban a ponerle a la niña, pues don Juan de la Cruz Montoya, su padre quería que se llamase Dolores y doña Dolores Upegui, su madre, deseaba que le dieran el nombre Leonor, el sacerdote terció en el momento del bautizo abriendo el martirologo y eligió el primer nombre que se presentó, nombrando a la niña Laura.
A los 5 años de edad, debido a la confiscación de los bienes de la familia, Laura tuvo que ir a vivir a la hacienda de su abuelo materno en Amalfi (Antioquia) donde se sintio gran soledad, pues su padre había muerto cuando contaba con dos años y su abuelo no la soportaba, por eso, tenia que vivir apartada de su presencia, en ese tiempo fue una niña poco piadosa, pues encontraba molesto el tener que rezar, además de que nunca repetia de buena gana las oraciones que sus abuelos agregaban al santo rosario, motivo por el que reñia constantemente con su madre. A los seis años de edad sin saber leer, fue confirmada, pues su familia creia que estaba bien preparada sólo por repetir el catecismo como loro -supongo que su madre se lo repetía una y otra vez, sino ¿cómo lo aprendió?- sin recibir más preparación, su madrina de confirmación la llevo al confesionario donde el confesor al verla tan adelantada en catecismo, la mando a comulgar. De su primera comunión la niña Laura se llevo una confesión mal hecha y una rabia mal reprimida por tres cosas: la llevarón el ayunas para poder comulgar, a pesar de que el catecismo asi lo mandaba, no entendía porque; le rezaban al oido, cosa que ella no soportaba y por último se sintio engañada con la comunión, pues le habían dicho que comulgar era muy sabroso y ella creia que se referían al sabor de la especies. Sólo calmo su rabia cuando le dieron el desayuno, que fue mejor que el ordinario.
Cuando tenia siete años, Laura estaba entretenida jugando con hormigas en la hacienda de su abuelo, cuando de repente se siente como si hubiera sido herida por un rayo, que fue –según ella- como un rayo de conocimiento de Dios, ella misma nos dice que en ese momento comenzó a llorar de alegría y a gritar, observaba el hormiguero y sentia en él a Dios, miraba al cielo y gritaba llamandolo como una loca, y su llanto aumentaba porque no lo veía. Desde ese entonces fue que comenzo a creer en la existencia de Dios y a amarlo más.
Cuando cumplió 16 años de edad, la familia de Laura pensó en que era ella debía estudiar y graduarse de maestra para sostener a su familia, ella se traslada a Medellín donde empieza a vivir y a trabajar como directora en un manicomio, obteniendo al mismo tiempo una beca para estudiar en la Normal Superior donde se gradúa como maestra. Profesión que ejerce en varios pueblos del departamento de Antioquia, volviendo a Medellín donde se erige como directora de un colegio de niñas ricas. Durante ese tiempo siente el llamado a convertirse en carmelita, llamado que el obispo de la entonces Diócesis de Antioquia, el Ilustrísimo Señor Pardo, reprobaba. Un día, al término de una misa, Laura se encuentra con el Obispo y este le dice que ha descubierto su vocación, le expresa que su verdadera vocación es la de dar a conocer a Cristo a muchas personas, en verdad ella no queda muy convencida y solo renuncia al claustro y decide ir a evangelizar, en cuanto se da cuenta de que hay indios en la selva que no conocen a Dios. Laura sigue ejerciendo como maestra, pero enfoca su trabajo a la evangelización de los indígenas, es allí donde decide dedicar el resto de su vida a ese apostolado, después de muchas dificultades, encuentra ayuda en el Obispo de la diócesis de Antioquia Monseñor Maximiliano Crespo Ribera, quien le ofreció dineros de la diócesis y hasta recursos personales para su obra.
Es el 14 de mayo de 1914 que inicia su “obra con los indios” como ella le llama, fecha en la que sale a lomo de mula al municipio de Dabeiba con cuatro jóvenes y con su propia madre la cual que se convierte en hija de Laura, como misionera; Comenzada su obra, encontró oposición de los caciques Katíos quienes no entendieron la intención de su obra, vino a ganar la confianza de los nativos de aquella región cuando pidió a Dios el favor de que retirara una gran nube de langostas que afectaba en gran medida los cultivos de los indios, favor que le fue concedido de inmediato. Al ver el éxito que este creciente grupo de señoritas había alcanzado en esa región, propagando el evangelio entre los indios, el Ilustrísimo Señor Maximiliano Crespo, cree conveniente la erección de una congregación religiosa, con el solo objeto de evangelizar a aquellos indígenas que no conocían a Cristo, es así como envía una solicitud para obtener la licencia de Roma.
El 15 de noviembre de 1916 llega la licencia concedida por Benedicto XV para erigir canónicamente la congregación de la comunidad que conocemos en la actualidad como Misioneras Lauritas. La Madre Laura, pasó los últimos nueve años de su vida en la ciudad de Medellín, sentada en una silla de ruedas y sin poder visitar a sus indígenas, muere el 21 de octubre de 1949, dejando a 467 hijas espirituales en 92 casas esparcidas por Colombia, Ecuador y Venezuela. En la actualidad las Misioneras Lauritas se encuentran en diferentes países de América, África y Europa. Fue beatificada el 25 de abril de 2004 por el Papa Juan Pablo II.
(En la foto, imagen de la beata que se venera en la Catedral de Nuestra Señora de las Mercedes en Jericó.)
Información tomada de: Autobiografía de la Madre Laura.
http://www.jerico.diocesis.ws/Beata-Laura-Montoya-Upegui.php
http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/montlaur.htm
Luis Bernardo Vélez Saldarriaga