Revista Religión

Beato Franco de Siena (I).

Por Santos
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Pregunta: Por mas que eh buscado información de este San Franco de Sena nada eh hayado, más que fue suprimido del calendario liturgico y del de la orden, me llamo la atención debido a que en la catedral metropolitana existe una escultura de un santo carmelita identificado con el. Creo que ya te estoy dando muchas molestias Ramón jeje pero cuando se trata de santos nunca me gusta quedarme con las dudas

Respuesta: hombre, faltaría más que quieras saber de un santo y no me preguntes, no porque yo pueda darte la única o mejor respuesta, que otros lo harán mejor, sino porque para eso estamos los amigos!! Te hago un extracto de lo que nos dice el “Flores del Carmelo”, libro de vidas de santos carmelitas y, como toda hagiografía esta tiene sus buenos momentos, originales y copiados de otras. Y desde ya, si puedes pasarme una fotografía de esa imagen de la Catedral, porque es raro ya verlo en ambientes carmelitas, como para verlo fuera de ellos.

Beato Franco de Siena. 11 y 17 de diciembre.
Nació en Groti, una aldea cercana a millas Siena, en el año 1211 y su padres se llamaron Mateo Lippi y Celidonia, labradores ambos. Seis horas antes de nacer, soño su madre que paría un monstruo horrible, que poco a poco se convertía en un bello hombre, con lo que entendió, que si bien caería en grandes pecados, se convertiría en un santo. De jovencito le llevaron a Siena con un pariente para que estudiase, pero como era poco dado a ello, perdía el tiempo jugando y no aprovechaba la buena educación. Viendo esto sus padres, lo metieron de aprendiz de un curtidor de pieles (todo un martirio si conocemos algo de este oficio). Murió su padre y Franco se perdió en vicios y pecados, alejado totalmente de Dios y el respeto a su madre. Bares, riñas, ladrones y prostitutas fueron su compañía y aficiones desde entonces (y si no fue tanto así, nos lo aumentan, para que la conversión sea más rimbombante; es un efecto: un punto será mas blanco, mientras más negro sea el fondo). Ni siquiera la muerte de su madre le hizo cambiar, sino todo lo contrario: se vio libre para gastar su herencia.

En 1229 entraron en guerra Siena y Orvieto, y fue llamado a la guerra, como todos los jóvenes. Allí su vida licenciosa se halló a gusto, estando en ambientes de soldadesca, donde aumentan las canalladas y los vicios. En la paz, y estando sin dinero, se dedicó al pillaje y el hurto: se fingía ciego o tullido para pedir asilo y desvalijar posadas y casas. También se dedicó al juego, dejando que ganaran otros, para robarles después.

Pero llegó la conversión, por un medio terrible. Estando jugando cartas, y no teniendo nada que apostar, dijo: “¿Hay quien quiera jugarme mis ojos?, porque descreo de quien los hizo”. E inmediatamente, le comenzó un escozor en los ojos, que fue a más, y perdió la vista en el acto. Esto le hizo arrepentirse profundamente de su vida pasada y volver el corazón a Dios. Comenzó una vida de penitencia extrema y así, ciego, se planteó ir en peregrinación a Santiago, a pesar que se lo hicieron imposible amigos y conocidos, haciendole ver el problema de su ceguera.

Multitud de milagros y hechos sorprendentes se narran en este camino a Compostela. El más reseñado es que al llegar a una bifurcación del camino, y no sabiendo adonde tomar, un ángel le dijo tres veces: “Franco, toma el camino de la derecha, por él irás seguro”. Así lo hizo, pero se le apareció el demonio en forma de peregrino y le indicó que iba por mal camino, que esa indicación sería del diablo, que él le llevaría por buen camino. Franco le hizo caso y, conversando, le contó todos los pecados y vicios de su vida, a lo que el demonio comenzó a tentarle de desesperanza, haciendole pensar que no hallaría perdón jamás, y menos con una peregrinación. “Vuelve, vuelve a tu patria y sigue tu vida como hasta ahora, que vivas bien o mal, ya estás condenado”.

Entendió Franco que era el demonio quien hablaba, y respondió (cito textual): “Bien sé que mis pecados son mas que las arenas de mar, y que las estrellas del cielo; pero la misericordia de el Señor, que las creó, y a cada una la llama por su nombre, es mayor, y así será mayor lisonja de su piedad, perdonar mayores culpas. Confieso soy un mar y abismo de miserias, pero tambien sé que con flacos baluartes de arena, quebranta el Senor sus bríos. Pues porque desconfiaré yo, habiendo dado su vida, por pagar por mis pecados? Apartate luego de mí, y si eres angel u hombre, ruega a Dios que me perdone, y si eres demonio, vuelve a tu horrible cárcel. Quede para ti la desesperacíón y deja para mi y para otros pecadores la confianza de que nos hemos de salvar por los méritos de Jesucristo”.

Con lo cual, el diablo desapareció y el santo siguió su camino. También visitó Roma, donde Gregorio IX lo recibió y le dio una indulgencia particular. Visitó Nápoles, Sicila y el santuario de Loreto, donde se le apareció la Virgen, confirmándole que Dios le había perdonado sus pecados. Luego de esto volvió a Siena, donde se dedicó a la penitencia pública, recordando a otros el mal del pecado y la misericordia divina. Se metía en casas de juego y lupanares para predicar contra el vicio y la impureza, lo que le valió buenas palizas. Pero esto no le bastó, sino que para perfeccionarse más, quería la soledad, así fue que se le apareció María y le dijo que si no quería volver a pecar, dejara el mundo y huyera de los hombres.

Se fue a un yermo, donde había otros eremitas dispersos. Allí vistió cilicio, ayunó, oró e hizo penitencias inenarrables, como bañarse en lagos helados, dormir sobre espinas y otras que solo alargarían el asunto. Estando en la soledad sucedió lo siguiente: murió un noble de Siena, que dejó en herencia cinco florines de oro a cada eremita del yermo cercano. Llegados los abogados adonde Franco, este no quiso recibir el dinero, “por huir de la lepra de ser propietario de algo”; así que los albaceas colocaron el dinero en la ventana de la celdilla del santo y se fueron. Ocurrió que llegó adonde él una viuda pobre, con una hija casadera y sin dote, para pedir limosna con la que poder casar a su hija. Franco, que huía de las mujeres como el diablo a la cruz, le cerró la puerta y le dijo tomara el dinero de la ventana y se alejara de allí inmediatamente.

Creció tanto la fama de Franco, que el Concejo de la ciudad ofreció un festín en su honor y el de otros ermitaños. Por más que se negó se vio obligado a ir. Allí, el demonio en forma de un hombre le increpó, diciendo que su vida penitente era solo apariencia, que le interesaba la fama y que lo tuvieran por bueno, cuando era un pecador irredento y se iría al infierno. Franco le respondió que así era, y si no era por Dios y su misericordia, condenado sería. Y que le apenaba su falta de fe en Dios. El hombre le contestó, que si realmente fuera un hombre de Dios, el pollo asado de su plato, reviviría, y en ese momento, el pollo retornó a la vida, se llenó de plumas y salió corriendo (por si acaso, digo yo). En otra ocasión el demonio se le presentó en forma de hermosa mujer a la que echó a palos por la cabeza.

Pero hasta ahora, nada de carmelita... eso será el próximo artículo.


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