Revista Cocina
Mis amigos y conocidos del mundillo vinícola saben de mi poca querencia por los verdejos de Rueda. No es que crea que no se hacen buenos vinos en esa DO, y valgan como ejemplo Javier Sanz 1863, Finca Montico o Blanco Nieva Pie Franco entre algunos otros, pero la verdad es que la inmensa mayoría de Rueda Verdejos que he probado son vinos insulsos, con los mismos aromas, sin apenas distinción entre ellos. Por otro lado, de todos es sabida la deriva hacia las grandes producciones frente a la calidad que ha decidido tomar su CRDO. En fin, que es muy raro que ante una carta de vinos me decida por un Verdejo.
Hace unos días, cenando en el restaurante del hotel donde estábamos pasando unos días de escapada en el puente del Pilar vimos en la carta un vino del que había leído grandes cosas, y me decidí a probarlo a ver si estaba de acuerdo con todo lo bueno que de él se decía.
En 1984, un francés afincado en Nava del Rey presentó un Verdejo 100% criado en barrica con sus lías. En el año 2000, Didier Belondrade inaugura una bodega en el término municipal de La Seca y poco a poco va ampliando su catálogo con un rosado 100% Tempranillo y un blanco joven 100% Verdejo.
Belondrade cuenta con 30 Ha de viñedo propio dividido en 19 parcelas, con suelos formados por cantos rodados, arcilla y caliza en distintas proporciones. Cepas con edades entre los 30 años para el vino principal y de ocho años para Quinta Apolonia, y viñedos a unos 750 metros de altitud. Vendimia en verde cuando es necesario para controlar la producción, cultivo respetuoso con el medio, y actualmente ya con certificación ecológica.
El vino insignia de la casa, y el que probamos en esta ocasión, fue el Belondrade y Lurton 2013 (DO Rueda, blanco con crianza 100% Verdejo, Belondrade). Vendimia manual en cajas de 10 - 12 Kg, doble selección manual en viñedo y en mesa, fermentación espontánea controlada con levadura autóctona, sin uso de levaduras comerciales, y crianza de 9 meses con sus lías y con battonage en barrica de roble francés de 300 litros, de las cuales un 20-25% son nuevas. Reposo de unos 5 a 6 meses en botella antes de salir al mercado.
Disfrutamos de un vino de color amarillo pajizo con reflejos dorados, muy limpio y brillante, y que ya mostraba buena densidad en copa. La nariz se reveló muy frutal, sobre todo piña y lichis, con jazmín, algún deje amielado y recuerdo de su crianza con sus lías. En boca es un vino de muy buena presencia, seco, amargoso, frutal, graso y muy largo.
Un vino que realmente nos impresionó y que deja claro que haciendo las cosas bien sí se pueden conseguir grandes vinos en esta región.